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La desesperación de Ucrania


Las estremecedoras imágenes de los bombardeos en los centros urbanos de las grandes ciudades de Ucrania, incluida Kiev, denuncian de forma inapelable la determinación de Vladímir Putin de hundir la moral de la resistencia y exhibir la potencia militar que seguirá abatiéndose sobre una población sin una defensa equivalente. El objetivo es una rendición por sometimiento. Un síntoma de la desesperada situación de Ucrania es la disponibilidad de su presidente, Volodímir Zelenski, para sentarse a negociar con Rusia sin que Moscú paralice las acciones ofensivas ni haya mostrado la menor voluntad de hacerlo. Hablar de paz mientras las bombas arrasan edificios enteros en Ucrania es un contrasentido que no está vacío de significado.

Los llamamientos de múltiples dirigentes europeos a condicionar el fin de las sanciones y del envío de armas a la retirada de las tropas rusas de Ucrania chocan con la voluntad explícita de Putin. Macron habló el jueves con él por teléfono y, según el presidente francés, le expresó nítidamente que si Kiev no acepta sus condiciones la violencia se incrementará. Mientras Ucrania acudió a la segunda ronda negociadora con la petición de “un alto el fuego inmediato, un armisticio y la puesta en marcha de corredores humanitarios para las ciudades bombardeadas”, en palabras de un asesor del presidente ucranio, Putin exige la “desmilitarización total” del país invadido. De la reunión surgió el acuerdo para la creación de corredores humanitarios para la salida de civiles, según el asesor de Zelenski. En el mismo sentido se expresó la parte rusa, aunque no llegó a especificar si habría un cese de las hostilidades durante la evacuación. De esta realidad se ha de partir para intentar encontrar posibles rampas de salida realistas.

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La situación de Ucrania exige armamento de apoyo, sanciones económicas y el resto de medidas que ha ido aprobando la UE. Pero exige también fraguar las condiciones que faciliten una posible mesa negociadora creíble, sin bombas que hagan temblar la mesa misma en la que se sienten los negociadores. Y el papel de mediador probablemente solo puede desempeñarlo China como aliado reticente de Rusia, pero menos entusiasta de lo que pudo pensarse. El Banco Asiático de Inversión e Infraestructuras (BAII), organismo de proyección internacional del Gobierno chino, comunicó el jueves la suspensión y revisión de su actividad relacionada con Rusia y Bielorrusia ante “la guerra en Ucrania”. Las repercusiones en la economía rusa de las sanciones empiezan a ser ya notorias y también un creciente número de oligarcas se encuentra hoy con problemas imprevistos, incluida una movilización interna contraria a la invasión, que no deja de crecer. China es seguramente el país que más puede hacer por sofrenar y contrapesar las ansias expansionistas de Putin en pleno descrédito internacional, como expresó la rotunda condena de la Asamblea de la ONU (141 países a favor y 5 en contra) y, a su manera, también la abstención de China.


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