La destrucción creativa del Estado de derecho

Carolina Darias y la consejera de Sanidad de Castilla y León, Verónica Casado, en rueda de prensa tras la reunión del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.
POLITICA 
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Carolina Darias y la consejera de Sanidad de Castilla y León, Verónica Casado, en rueda de prensa tras la reunión del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.
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Dos de las grandes influencias de la legislación española en los últimos tiempos son Peter Sellers y Groucho Marx. El ejemplo más claro es la normativa sobre las mascarillas. Oficialmente se desaconsejó su uso; luego supimos que era por temor a que se produjera un desabastecimiento.

De ahí pasamos a la obligatoriedad: todo lo que no está prohibido tiende a volverse forzoso. Hace unos días se aprobaba una ley que decía que es obligatorio llevar mascarillas al aire libre, aunque puedas mantener la distancia de seguridad. Como ha explicado Verónica del Carpio, la norma, aprobada por las Cortes Generales, venía de un real decreto ley del 9 de junio de 2020 que incluía medidas para afrontar la crisis sanitaria. Después de convalidarlo, el Congreso decidió tramitarlo como proyecto de ley por el procedimiento de urgencia: la Ley 2/2021 sustituye y deroga tácitamente el real decreto ley. Originalmente, el uso de las mascarillas sería obligatorio “siempre que no resulte posible garantizar el mantenimiento de una distancia de seguridad interpersonal de, al menos, 1,5 metros”. En el Senado se introdujo una enmienda del PSOE a su propio texto que eliminaba esa excepción, argumentando una motivación de “mejora técnica”, con una alusión más bien vaga a la transmisión por aerosoles. La enmienda se aprobó sin debate: 10 meses en el Congreso y tres o cuatro horas en el Senado. En el Congreso, la enmienda se votó con otras englobadas bajo el título “resto de enmiendas”. La obligatoriedad de las mascarillas al aire libre no mereció una discusión o una votación individualizada. Se aprobó con 199 votos, según líneas puramente partidistas, una norma ineficaz que afectaba a la vida cotidiana de los ciudadanos.

Después, ante la perplejidad del público y el escándalo abracadabrante de diputados que habían votado a favor, se ha encontrado una solución que empeora las cosas: en vez de modificar la ley por el cauce reglamentario, se ha llegado a un acuerdo para incumplirla. El consejo interterritorial del Sistema Nacional de Salud, un órgano de cooperación de las administraciones sanitarias autonómicas y el Ministerio de Sanidad, ha decretado cuáles son las actividades “incompatibles con el uso de mascarilla”. Destacan “los momentos de descanso antes o después del baño”: la imprescindible Eva Belmonte ha explicado que es una nueva forma de decir “tomar el sol”, en la ocurrente jerga de la destrucción creativa del Estado de derecho. @gascondaniel




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