La carta es una crítica contundente al modelo de gobierno ideado por López Obrador.
Por Ernesto Núñez/ @chamanesco
La renuncia de Germán Martínez a la dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social enfrenta al presidente Andrés Manuel López Obrador contra su peor enemigo: él mismo.
Martínez, un político hecho en Acción Nacional, renuncia exhibiendo los tropiezos que, en menos de seis meses de gestión, ya padece la Cuarta Transformación: contradicciones entre sus objetivos y sus métodos; la incomunicación entre secretarías, subsecretarías, paraestatales e institutos; las dificultades que derivan de pretender centralizar todas las decisiones y los límites de la voluntad presidencial.
No, no basta con decretar el fin del neoliberalismo desde Palacio Nacional para que emerja un nuevo modelo económico y de administración pública. No basta con repetir en 120 conferencias mañaneras que ya se acabó la corrupción para que ésta se extinga.
No es suficiente tronarle los dedos al elefante reumático de la burocracia federal para que los miembros del gabinete se tomen las llamadas y se contesten los oficios.
Quizás no es tan buena idea desaparecer a todos los delegados del gobierno federal y sustituirlos por 32 súper delegados bajo el mando de un solo funcionario: Gabriel García.
Tal vez AMLO tenga que repensar la idea de que una sola persona incondicional a él (Raquel Buenrostro) haga todas las compras gubernamentales desde la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda.
A lo mejor llegó el momento de que el Presidente evalúe seriamente las consecuencias de su política de austeridad en el servicio público.
De todo eso trata la carta de renuncia y denuncia de Germán Martínez; sin duda, una crítica contundente al modelo de gobierno ideado por López Obrador.
Además de exponer públicamente una bomba que está a punto de estallar en el sistema de seguridad social más grande de América Latina, que podría dejar a miles de derechohabientes a su suerte, perdidos y agonizantes en los lúgubres pasillos y salas de espera de las clínicas del IMSS.
Y de advertir que el programa Jóvenes Construyendo el Futuro -fundamental para la 4T- podría perder su viabilidad mientras el IMSS rueda por un abismo financiero.
Y, sobre las razones personales (que al final también son políticas), vale la pena comparar dos documentos firmados por Germán, con diez años de distancia entre uno y otro, para entender la decisión del ahora ex director del Seguro Social.
Uno es su carta de renuncia a la dirigencia nacional del PAN, el 6 de julio de 2009, y otro, su comunicado del 21 de mayo de 2019.
“La derrota es el momento más claro para demostrar que en Acción Nacional hay dignidad, ética de la responsabilidad y cultura de la dimisión”, escribió en 2009, después de que el PAN sufriera una clara derrota en las elecciones federales intermedias de ese año. “Asumo completamente la parte de responsabilidad que tiene el presidente nacional; son mi responsabilidad todos y cada uno de los resultados electorales”, añadió.
Hombre polémico y acostumbrado a las tempestades, Germán Martínez se fue de la dirigencia del PAN y, años después, también renunció a su militancia de dos décadas en ese partido.
Rompió con el calderonismo y, en 2018, acabó en el lopezobradorismo, justificando su metamorfosis en decenas de artículos que publicó principalmente en Reforma.
Aunque fue a la revista Nexos a quien le entregó, en junio de 2015, su reflexión más acabada sobre la ética de la dimisión. En ese texto, narra cómo le anunció su renuncia a Felipe Calderón, y explica: “Creo en esa ‘cultura de la dimisión’, es decir, en una práctica puntual, realista y de plena rendición de cuentas donde cualquier político por vergüenza pública debería declinar, sin evasivas ni rodeos, cuando no logra sus objetivos. La actitud es de elemental sentido democrático: someterse al veredicto de los resultados”.
“El que pierde debe dimitir”, le dijo Germán al presidente Calderón aquella noche del 5 de julio de 2009.
Hoy, al inicio de un nuevo proyecto político del que se dice aún convencido, vale la pena peguntarse: ¿esta vez qué perdió Germán?
¿Qué ocurrió que sea tan grave como para abandonar un barco que acaba de zarpar?
Escribe Germán, en mayo de 2019: “No cuido mi futuro personal, ni lo subordino a acomodos en los sillones del gobierno. Siempre he tratado de guiar mi vida por convicciones. No soy lambiscón, ni barbero de nadie. Estoy consciente de los límites y de mis límites, puedo equivocarme, pero soy decente y tengo vergüenza pública”.
Con esa carta de despedida y de presentación, Germán deja a López Obrador y regresa al Senado.
El Presidente pierde a un funcionario externo a Morena, pero quizás uno de los más eficientes y comprometidos con las causas de su Cuarta Transformación. Morena y Ricardo Monreal recuperarán a un buen tribuno, negociador y estratega.