La economía española creció un 2% en el tercer trimestre y se aleja de las previsiones del Gobierno

Fábrica de Seat en Martorell.
Fábrica de Seat en Martorell.Albert Garcia (EL PAÍS)

La economía española creció un 2% trimestral entre julio y septiembre, según el avance que ha publicado este viernes el INE. Aunque se trata de un crecimiento muy vigoroso para un periodo prepandemia, en este trimestre era cuando se tenía que producir el gran rebote de la actividad tras el levantamiento de las restricciones y el avance en la vacunación. Y en ese sentido el dato se ha quedado bastante corto. A pesar del buen comportamiento del empleo, la progresiva recuperación del turismo, la robusta mejora de los servicios y las boyantes cifras de ventas con tarjetas, el producto interior bruto no tira con el empuje que se esperaba hace tan solo un mes, justo antes de que el INE revisara con fuerza a la baja el crecimiento y cambiase el relato sobre la fortaleza de la recuperación. La sorpresa mayúscula es que en plena reapertura el consumo de los hogares incluso retrocede un 0,5% trimestral.

Por más que el empleo se esté recuperando, las ventas no avanzan con la misma intensidad. Pueden estar influyendo las compras de coches y otros bienes, que pesan mucho en el consumo y están paradas por la falta de suministros. O el despegue de la inflación, que merma la capacidad de compra: incluso si las familias están gastando más en euros, en realidad en volúmenes adquieren menos cantidad. La recuperación es más lenta y gradual. Ni la evolución del crédito ni la caída del ahorro acumulado durante las restricciones apuntan por ahora a una reedición de los locos años veinte en el consumo. Y la acusada desaceleración que se está produciendo se observa perfectamente en el crecimiento interanual, que se coloca en el 2,7% frente al 17,5% del trimestre precedente.

“El crecimiento del 2% resulta decepcionante. Llama la atención la debilidad del consumo privado en un trimestre en el que el turismo nacional había superado incluso los niveles prepandemia”, explica María Jesús Fernández, analista de Funcas.

Con estas cifras se antoja realmente difícil que se pueda cumplir la previsión de crecimiento del Gobierno para este año, situada en el 6,5% y que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, calificaba de “absolutamente realista”. La economía tendría que dispararse un 9% en el cuarto trimestre, un empeño prácticamente imposible máxime cuando ya se ha restablecido buena parte del empleo y además hay riesgo de que el cuarto trimestre sea peor que este debido al recrudecimiento de la inflación y los cuellos de botella. Todos los analistas que estaban últimamente corrigiendo proyecciones estaban dejándolas en torno al 5,1%, un rebote todavía fuerte, pero sensiblemente menor que el que vaticinaba el Ejecutivo. La V casi perfecta que dibujaba en sus previsiones el Gobierno ahora se achata bastante en el tramo de ascensión. “Tras el avance del tercer trimestre, lo más probable es que en el escenario central para 2021 el crecimiento del año se sitúe ahora por debajo del 5%”, señala Gregorio Izquierdo, director del Instituto de Estudios Económicos. Para que el PIB crezca en el conjunto del año un 5%, haría falta en el cuarto trimestre un crecimiento de, al menos, el 3,5%, algo también complicado de lograr.

La industria se está viendo afectada por los altos precios de la energía y los cuellos de botella. Aun así, todavía resiste con holgura y crece un 2% entre julio y septiembre. En medio de un atasco global en las cadenas de producción, las exportaciones exhiben gracias al turismo un fuerte crecimiento del 6,4% trimestral frente a un avance de las importaciones del 0,7%. La inversión repunta un 2% a pesar del retraso en los suministros, los malos datos de inversión en transporte y la falta de ejecución de los fondos europeos. La construcción sube un 1,8% después de tres trimestres en negativo. Y el consumo público apenas suma un 0,1% tras haber estado registrando importantes incrementos durante toda la pandemia.

Otra historia distinta es la de los servicios, que se benefician del levantamiento de las restricciones y en su conjunto remontan un 3,2% trimestral. Destacan en esta rúbrica el comercio, transporte y hostelería, que se dispara un 7,9%, las actividades artísticas y recreativas, que vuelan un 18,6%, y las actividades profesionales, que aumentan un 4%. Por el contrario, el sector financiero cae un 1,1%, la información y comunicaciones cede un 0,6%, y la administración pública, educación y sanidad pierden un 0,6%, entrando por primera vez en el terreno negativo desde principios de 2020.

Aunque sin restar la inflación, las rentas salariales prácticamente han recobrado la situación anterior al virus: 145.973 millones de euros frente a los 146.023 millones de finales de 2019. Apenas 50 millones de diferencia. Y los excedentes empresariales, que incluyen las rentas de los autónomos, pierden en cambio todavía un 10%. “Sorprende que con una remuneración de los asalariados que crece en tasas interanuales más que el PIB, el consumo de las familias avance poco más de la mitad, un 3,6% frente al 6,1% de la masa salarial. Y por el contrario que la inversión crezca a pesar de una caída del excedente empresarial”, afirma Rafael Doménech, economista del BBVA.

Al tratarse de un momento con grandes vaivenes y muy complejo para recabar las estadísticas, el propio INE advierte de que hay que tomar con cautela estas cifras hasta que no haya datos más definitivos. En cualquier caso, la economía todavía se encuentra un 6,6% por debajo de los niveles previos al coronavirus. Y falta por recuperar casi un 30% de la producción perdida. En cambio, en Europa ya están muy cerca de recobrar las cotas precovid. Por ejemplo, Francia acaba de restablecer su PIB anterior al virus con los datos del tercer trimestre conocidos también este viernes. En consecuencia, la economía española continúa a la cola de la recuperación en la UE. Y a este ritmo la recuperación del PIB prepandemia parece alejarse hasta principios de 2023.

Y para el año que viene se espera que el crecimiento sea mejor en la medida en que se vayan solucionando los desajustes entre oferta y demanda, baje el coste de la energía a partir de la primavera y empiecen a gastarse los fondos europeos. De la evolución de esos tres factores dependerá la robustez del crecimiento en 2022.


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