La economía española empieza a conocer el coste de parar el virus. Entre abril y junio, el producto interior bruto se hundió a plomo un 18,5% respecto al trimestre anterior, la mayor caída desde al menos la Guerra Civil. Este desplome se suma al descenso de la actividad del 5,2% de enero a marzo, e implica que durante la primera mitad del año las restricciones por la pandemia volatizaron casi una cuarta parte del PIB. Es decir, se dejó de producir por valor de unos 300.000 millones de euros. Por dar una idea, se trata de una cantidad suficiente para pagar las pensiones de los diez millones de jubilados durante dos años. Según el avance preliminar que ha publicado este viernes el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el último año la economía se contrajo un 22,1%. Con dos trimestres consecutivos en negativo, España entra otra vez en recesión en el siglo XXI.
La caída es mucho mayor que las de otras economías conocidas recientemente. La actividad en Alemania se redujo un 10,1% en el segundo trimestre. En Estados Unidos, un 9,5%. En Francia, un 13,8%. En Italia, un 12,4%. Y pone de manifiesto dos hechos: uno es que España tuvo que tomar unas medidas de confinamiento más duras que otros países, como se aprecia en los datos de movilidad publicados por Google. Y el segundo es que la estructura de la economía nacional es mucho más sensible a las restricciones que ha impuesto la covid-19. La dependencia del turismo y otros servicios basados en la interacción humana es más elevada que en otros lugares y deja a la economía española en una situación mucho más vulnerable para afrontar el reguero de daños que está dejando tras de sí el coronavirus.
En la serie del INE que arranca en 1970 no hay ni de lejos nada igual. En el peor trimestre de la anterior crisis financiera, entre enero y marzo de 2009, la actividad solo retrocedió un 2,6% trimestral. Habría que remontarse a la Guerra Civil y los años siguientes de la autarquía para encontrar una caída comparable.
Según las estimaciones del historiador económico Leandro Prados de la Escosura, en 1936 la economía se hundió un 26,8% anual. Y ello implica un descenso promedio del 6,7% trimestral. En 1868 se calcula que la economía se desplomó un 13,3% por la crisis financiera que provocaron las inversiones ferroviarias y por las malas cosechas. En 1896, el PIB disminuyó un 10% en plena Guerra de Cuba. Solo esos años arrojan cifras similares en la historia contemporánea de España. La crisis de La Gran Reclusión está ya en ese orden de magnitudes. En la pasada Gran Recesión se perdieron 9,5 puntos a lo largo de seis años. En la de 1993 tras las Olimpiadas y la Expo, un punto.
La caída registrada del PIB coloca a la economía española en el peor rango de previsiones de toda la zona euro. El Banco de España había pronosticado que la actividad disminuiría en el segundo trimestre entre un 16% y un 21,8%. El primer escenario, el del 16% de desplome, era coherente con una recuperación temprana y una contracción del 9% anual. En el segundo se hablaba de una recuperación gradual con rebrotes y una caída del 11,6%. Además, se dibujaba un tercero en el que la situación era más inestable con rebrotes más intensos en el que la economía se hundía un 15,1%. Las cifras conocidas hoy se quedan en un punto intermedio entre los dos primeros escenarios: el del 9% y el 11%. Sin embargo, los rebrotes, las recomendaciones de otros países de no viajar a España y la cuarentena impuesta por el Reino Unido apuntan que el tercer trimestre podría conducir más bien hacia un escenario más pesimista: entre el segundo y el tercero de los manejados por el Banco de España.
Dadas las dificultades que han ocasionado las restricciones, el instituto estadístico advierte de que la medición del PIB ha sido muy complicada y admite que puede haber revisiones de los resultados publicados de una dimensión mayor que la habitual. El INE señala que el empleo, en términos de horas trabajadas, registra una variación intertrimestral del -21,4%. El gasto de los hogares se hunde un 21,2%. La inversión, un 21,9%. Las exportaciones, un 33,5%. Y las importaciones, un 28,8%. Solo el consumo de las Administraciones Públicas aguanta con un avance del 0,4%. Por sectores, únicamente crece la agricultura con un fortísimo 4,4% trimestral y la banca, con un 3,4%. La industria pierde un 18,5%; la construcción, un 24,1% y los servicios, un 19,1%. Dentro de estos últimos, en la rúbrica del comercio, transporte y hostelería es donde se da el mayor desplome de todos: un 40,4%.
Las cifras son abrumadoras y reflejan las consecuencias directas del confinamiento sobre la actividad. Para dar una noción de las magnitudes, si estas cifras se prolongasen durante todo un año, la producción del país se recortaría salvajemente en un 70%. No obstante, conforme se han ido levantando las medidas de hibernación, los datos más recientes han comenzado a dibujar una recuperación. Por ejemplo, las últimas estadísticas de comercio minorista y de pago con tarjetas han mostrado un restablecimiento casi hasta cotas precovid. Dicho esto, tales números pueden estar muy condicionados porque haya habido un embalsamiento de la demanda debido a que muchas personas hayan ingresado pero no hayan podido gastarlo hasta ahora. Y también puede influir que haya habido un fuerte trasvase del pago en efectivo al de tarjetas. Otros indicadores de empresas que se recogen con bastante inmediatez, como el consumo eléctrico, los combustibles o la circulación por carreteras, reflejan una cierta estabilización pero todavía claramente por debajo de los niveles anteriores a la pandemia.
“Teniendo en cuenta las perspectivas del turismo internacional, que representa en torno a un 9% en el PIB con el efecto arrastre, el escenario central de previsiones se ha vuelto más pesimista”, explica Pedro Antonio Merino, economista jefe de Repsol. Solo en agosto solían entrar unos 10 millones de turistas extranjeros que se dejaban casi 12.000 millones de euros, según cifras de 2019. En zonas como el litoral andaluz la ocupación está al 40% de su capacidad.
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