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La edad de oro del ‘coworking’ se estrella con el virus

“A partir del 15 de marzo todo se fue a la porra”. Manuel Fernández es socio y responsable de marketing online de Coworking La Fábrica, con cuatro espacios en distintas zonas de Madrid. También es cliente, ya que en uno de ellos tiene alojada su empresa particular. “En marzo estábamos viviendo una edad dorada. Teníamos unas ocupaciones en el entorno del 99,5%, y ahora, aunque estamos remontando, nos acercamos solo al 60%”, reconoce con una mezcla de preocupación y alivio.

La pandemia ha supuesto un punto de inflexión en la curva de crecimiento de esta modalidad de alquiler flexible de oficinas, que desde su llegada a España en 2012 ha multiplicado por nueve los metros cuadrados de superficie, que hoy alcanza los 980.000.

Según el último informe que la plataforma Coworking Spain dará a conocer en las próximas semanas, y al que ha tenido acceso EL PAÍS, 2.300 espacios se contabilizaron dentro de la categoría de coworking entre 2019 y 2020. De todos ellos, solo 1.175 registraron algún tipo de actividad, coincidiendo en el segundo año con un virus que ha puesto en cuarentena las reuniones de personal, una de las razones de ser este negocio.

“De cara a diciembre y enero, acompañado por la llegada de la vacuna que todos esperamos, los clientes nos dicen que volverán a la normalidad. La gente tiene ganas de arrancar, pero todavía no se atreven por la situación actual. Además en Madrid está siendo especialmente complicado por los rebrotes”, continúa Fernández.

El impacto económico del coronavirus sobre un sector que en 2019 facturó unos 88 millones de euros en 2019 se concentró en marzo y abril. Entonces, durante el confinamiento decretado tras el estado de alarma, estos espacios perdieron entre un 30% y un 40% de la demanda respecto al año anterior.

“El momento pandemia ha sido duro, porque la palabra que más se atribuye al coworking es flexibilidad, y la flexibilidad también está en los contratos. En un momento de alarma sanitaria esa flexibilidad es un arma de doble filo, porque tal y como una empresa decide coger un espacio para mañana y venir con sus 20 trabajadores, el mes que viene puede decidir que se va”, advierte Xavi Bassons, consejero delegado y cofundador de Monday Working Spaces, que cuenta con cinco de los 353 espacios de esta modalidad en Barcelona, la provincia con mayor concentración, por delante de Madrid (390), y muy por encima de Valencia (60) y Sevilla (43).

Sin embargo, en opinión de Bassons, la pandemia ha servido para descubrir la existencia de este servicio y acelerar el proceso de cambio en la mentalidad de muchos empresarios. “La tendencia del coworking se va a acelerar a través de la pandemia. Obviamente no porque haya traído nada bueno, pero en los sectores más flexibles y más tecnológicos sí que se va a acelerar el proceso de adaptación de estas fórmulas”, señala.

Más de 40.000 empleos

“La situación actual está llevando a muchas empresas a replantearse el modelo de oficinas que tenían. Hay muchas de ellas que están tanteando el cambiarse al coworking o planteando que sus trabajadores vayan a espacios de este tipo cerca de sus hogares”, ahonda Manuel Zea, fundador de coworkingspain.es. Según el informe de su plataforma, en 2019 el sector contó con 28.000 puestos fijos y 13.000 flexibles, más del triple de los que se registraron en 2013 (8.600 y 4.400, respectivamente), y el valor de la industria creció un 7%, en seis millones y medio, respecto a 2018.

El precio medio del alquiler de uno de estos espacios en España es 157 euros al mes (en él se incluyen los servicios de limpieza, conexión a internet y electricidad, entre otros), siendo en Barcelona (204) y Madrid (200) las ciudades más caras; mientras que Las Palmas ofrece los precios más asequibles (123). “Es cierto que la movilidad de empresas aún no se ha producido en gran volumen, pero hay una demanda de información por estos espacios mayor que hace un año”, amplía Zea.

“La gente asocia el coworking a trabajadores autónomos y no es así ni en España ni en el resto del mundo”, apunta Bassons. “Ahora el cliente principal son empresas que vienen con entre 25 y 100 trabajadores a utilizar estos espacios”, añade. En su caso, el que algunas de esas empresas estuvieran relacionadas con la actuación para frenar el coronavirus les permitió no cerrar del todo sus oficinas durante el confinamiento.

“A partir del 15 de marzo todo se fue a la porra”. Manuel Fernández es socio y responsable de marketing online de Coworking La Fábrica, que cuenta con cuatro espacios en distintas zonas de Madrid. Además, también es cliente, ya que en uno de ellos tiene alojada su empresa particular. “En marzo estábamos viviendo una edad dorada. Teníamos unas ocupaciones de entorno al 99,5%, y ahora, aunque estamos remontando, nos acercamos solo al 60%”, reconoce con cierto alivio. Y es que la pandemia ha supuesto un punto de inflexión en la curva de crecimiento de esta modalidad de alquiler flexible de oficinas, que desde su llegada a España en 2012 ha multiplicado por nueve los metros cuadrados de superficie, que hoy alcanza los 980.000.

Según el último informe que la plataforma Coworking Spain dará a conocer en las próximas semanas, y al que ha tenido acceso EL PAÍS, 2.300 espacios se contabilizaron dentro de la categoría de coworking entre 2019 y 2020. De todos ellos, solo 1.175 registraron algún tipo de actividad, coincidiendo en el segundo año con un virus que ha puesto en cuarentena las reuniones de personal, una de las razones de ser este negocio.

“De cara a diciembre y enero, acompañado por la llegada de la vacuna que todos esperamos, los clientes nos dicen que volverán a la normalidad. La gente tiene ganas de arrancar, pero todavía no se atreven por la situación actual. Además en Madrid está siendo especialmente complicado por la aparición de los rebrotes”, continúa Fernández.

El impacto económico del coronavirus sobre un sector que facturó alrededor de 88 millones de euros en 2019 ―según la última revisión―, se concentró entre los meses de marzo y abril ―en los que estuvo vigente el confinamiento decretado tras la declaración del Estado de Alarma―, en los que estos espacios perdieron entre un 30% y un 40% de la demanda con respecto al año anterior.

“El momento pandemia ha sido duro, porque la palabra que más se le atribuye al coworking es la flexibilidad, y la flexibilidad también está en los contratos. En un momento de alarma sanitaria esa flexibilidad es un arma de doble filo, porque tal y como una empresa decide coger un espacio para mañana y venir con sus 20 trabajadores, el mes que viene puede decidir que se va y no estaría incumpliendo ningún contrato”, advierte Xavi Bassons, CEO y cofundador de Monday Working Spaces, que cuenta con cinco de los 353 espacios de esta modalidad presentes en Barcelona, la provincia con una mayor concentración por delante de Madrid (390), y muy por encima de Valencia (60) y Sevilla (43).

Sin embargo, en opinión de Bassons, la pandemia ha servido para descubrir la existencia de este servicio y acelerar el proceso de cambio en la mentalidad de muchos empresarios. “La tendencia del coworking se va a acelerar a través de esta pandemia, obviamente no porque haya traído nada bueno, pero en los sectores más flexibles y más tecnológicos sí que se va a ver acelerado el proceso de adaptación de estas fórmulas una serie de años”, señala.

Más de 40.000 empleos

“La situación actual está llevando a muchas empresas a replantearse el modelo de oficinas que tenían. Hay muchas de ellas que están tanteando el cambiarse al coworking o planteando que sus trabajadores vayan a espacios de este tipo cerca de sus hogares”, ahonda Manuel Zea, fundador de coworkingspain.es. Según el informe de su plataforma, en 2019 el sector contó con 28.000 puestos fijos y 13.000 flexibles, más del triple de los que se registraron en 2013 (8.600 y 4.400, respectivamente), y el valor de la industria creció un 7% ―en seis millones y medio―, con respecto a las cifras de 2018.

El precio medio del alquiler de uno de estos espacios en España es de 157 euros al mes (en él se incluyen los servicios de limpieza, conexión a internet y electricidad, entre otros), siendo en Barcelona (204) y Madrid (200) las ciudades más caras; mientras que Las Palmas ofrece los precios más asequibles (123). “Es cierto que la movilidad de empresas aún no se ha producido en gran volumen, pero lo que es cierto es que hay una demanda de información por estos espacios mayor que hace un año”, amplía Zea.

“La gente asocia el coworking a trabajadores autónomos, freelance, y para nada es así. No lo es ni en España ni en el resto del mundo”, apunta Bassons, que añade: “Ahora el cliente principal son empresas que vienen con entre 25 y 100 trabajadores a utilizar estos espacios”. En su caso, el que algunas de esas empresas estuvieran relacionadas con la actuación para frenar el coronavirus les permitió no cerrar del todo sus oficinas durante el confinamiento.


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