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La especulación se adueña de los mercados: “La volatilidad es de locura”


La antesala de una guerra puede ser un acontecimiento muy intenso, incluso para alguien que reside a miles de kilómetros del frente. El inversor sevillano Enrique Moris, que vive de comprar y vender a diario en los mercados —lo que se conoce como day trading—, es un ejemplo de ello. La contienda bélica en Ucrania ha puesto patas arriba su cartera. Un día se daba por hecho el conflicto y perdió 25.000 euros. Al siguiente ya no estaba tan claro que las hostilidades fuesen a estallar y recuperó 30.000. Ahora, tras la invasión rusa, nadie termina de saber la potencia del impacto en la economía. Los bandazos se suceden frenéticos: hacia el rojo intenso nada más confirmarse el ataque de las tropas de Vladímir Putin, de vuelta al verde tras conocerse de boca del presidente de EE UU, Joe Biden, el alcance de las primeras sanciones, y hacia el rojo una vez más con el endurecimento del castigo europeo tras expulsar a varios bancos rusos del sistema SWIFT. “Se están cargando el mercado”, lamenta Moris, harto de un flujo informativo lleno de altibajos.

El choque entre Rusia y Occidente es solo el último de los factores que han convertido los mercados en un lugar peligroso e impredecible. La política de bajos tipos de interés de los bancos centrales, que desincentiva dejar el dinero guardado en depósitos poco o nada lucrativos, y los estímulos públicos lanzados por los Gobiernos, han inundado todo de liquidez, alentando una volatilidad pocas veces vista.

El fenómeno es especialmente palpable en EE UU. Para combatir el parón de la demanda por la pandemia, Washington regó con varios miles de dólares en cheques a decenas de millones de ciudadanos. Buena parte de ellos no necesitaban dinero extra para su día a día, así que ese regalo ha ido a parar parcialmente a los mercados. La entrada de inversores minoritarios a través de plataformas como Robinhood, que no cobra comisiones, ha sido fulgurante durante los confinamientos, una tendencia que algunos comparan con las apuestas deportivas porque en ambas se buscan obtener altas rentabilidades en poco tiempo, y ofrecen un adictivo cóctel de emociones y adrenalina.

El trader sevillano Enrique Moris se dedica a la inversión en acciones y criptomonedas a tiempo completo.

La promesa de beneficios rápidos es tentadora. Y la reflexión sobre cómo aumentar la cuenta corriente ha tenido un gran aliado en el mayor tiempo transcurrido entre cuatro paredes por el virus. “La gente encerrada en casa puede dedicarse a ver la televisión y leer novelas, pero también a hacer trading”, dice Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano. El brusco desplome de Bolsas y criptomonedas al comienzo de la crisis sanitaria dejó muchos activos a precio de saldo, y ahí es donde empezaron a salir de compras los cazadores de gangas. Primero los fondos de más alto riesgo, luego los tradicionales, y alentados por ambos, en último lugar los particulares. El mundo bien podía pararse, pero salvo catástrofe, tarde o temprano se reactivaría, y el tiempo, al menos hasta el nuevo shock de la agresión rusa, dio la razón a los que cargaron las alforjas en los días más crudos, porque algunos de los principales índices en EE UU y Europa han estado hasta hace pocas semanas rondando máximos históricos.

De un extremo se ha pasado al opuesto. Si la pandemia golpeó la cotización de muchas empresas rentables más de lo que parecía razonable, la recuperación ha inflado los números de otras que se han unido a la euforia bursátil con unos fundamentales débiles y unas expectativas desmesuradas. Con los bancos centrales planteándose subidas de tipos de interés y la guerra en Ucrania amenazando la recuperación, Bolsas y criptomonedas recularon ante el temor de haberse entregado a ciertos desmanes, aunque estas últimas han revivido en los últimos días entre noticias de que Rusia y Ucrania podrían estar recurriendo a ellas, Moscú para esquivar las sanciones, y Kiev para financiarse más fácilmente. “El peligro es que cuando normalizas la política monetaria una parte de esa exuberancia puede decaer. El precio de algún activo exagerado se normaliza, y hay gente que se pilla los dedos”, explica De la Torre.

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Para entender la importancia de las Bolsas en EE UU basta mirar los datos de Gallup: el 56% de los adultos, o lo que es lo mismo, unas 145 millones de personas, tienen acciones. Eso provoca, cuando suben, un efecto riqueza que va a parar al consumo. En España la situación es muy distinta. Según la Encuesta de Competencias Financieras realizada conjuntamente por el Banco de España y la CNMV, son solo el 6%. Javier Ruiz, director de inversiones de Horos AM, percibe un replanteamiento de estrategias. “La comunidad inversora buscó alternativas en compañías con más estabilidad en sus flujos (grandes compañías de consumo) y mayor crecimiento (plataformas tecnológicas), aupándolas a valoraciones no vistas en décadas. La actual inflación, y el consecuente endurecimiento de las políticas monetarias, está revertiendo estas tendencias”. Firmas como la aplicación de videoconferencias Zoom y el fabricante de bicicletas estáticas Peloton se cuentan entre las que se han desplomado tras experimentar subidas de vértigo durante los confinamientos.

El pánico y el entusiasmo son emociones inherentes al mercado. Siempre ha funcionado de manera cíclica: purgando excesos cuando se interpreta mal el potencial de un activo —las puntocom en los años 2000, las inmobiliarias españolas unos años después—. Y resucitando aquellos demasiado rezagados. A veces era suficiente con esperar. “La Bolsa es un mecanismo por el cual se transfiere dinero del impaciente al paciente”, dice una de las frases más citadas de Warren Buffett, el oráculo de los mercados. Pero ahora, con pandemias y guerras de por medio, los vaivenes tienden a ser más pronunciados y veloces. Moris, dedicado por entero a la inversión desde hace cuatro años, sube a esa montaña rusa cada día. “Estamos operando con unas volatilidades de auténtica locura, que concentran en un día cambios que antes ocurrían en dos o tres años. El mercado se ha vuelto un sitio mucho más violento, donde es mucho más fácil ganar dinero y mucho más fácil perderlo”.

Gigantes como Facebook, que a comienzos de febrero perdió casi 200.000 millones de dólares de valor en Bolsa en solo una tarde, récord para una compañía cotizada, o la china Alibaba, relegada a los infiernos por el intervencionismo del Gobierno chino, están entre las últimas víctimas. Pero ha habido movimientos sin precedentes, como el de los pequeños inversores agrupados en Reddit que compraron masivamente acciones de empresas al borde del derrumbe, caso de la dueña de las tiendas de videojuegos GameStop o la cadena de cines AMC. Gabriel Castro, gestor de fondos en Singular Bank, cree que acontecimientos así carecen de lógica. “Que haya compañías multiplicando su valor por 30 o 40 cuando su negocio no se sostiene no tiene sentido. Creo que las redes sociales están jugando un papel cada vez más importante, para bien y para mal”.

“Lo raro es no conocer a alguien que especule con criptomonedas”

Fuera de los mercados tradicionales, ahora una parte del ahorro va a parar a activos que no estaban antes: las criptomonedas y los NFT. La gran presencia de las plataformas de compra y venta de monedas digitales en los millonarios anuncios del intermedio de la Super Bowl, uno de los grandes escaparates de la América corporativa, son el último hito de su ascensión. Cada vez más legitimadas por la entrada de inversores institucionales, dan nombre a estadios como el de los Lakers, y han conquistado el favor de inversores más jóvenes, seducidos por sus pasadas revalorizaciones exprés, que alimentan las esperanzas de acumular riqueza rápidamente, sin necesidad de cumplir con largas jornadas laborales en la oficina. Por citar algunas de sus fluctuaciones, a comienzos de 2017 un bitcoin valía menos de 1.000 dólares, en diciembre de ese año llegó a 15.000, doce meses después apenas superaba los 3.000, y tras unos máximos históricos cercanos a 70.000 en noviembre de 2021, hoy vale en torno a 43.000. Uno de cada cuatro encuestados para un informe elaborado por Deutsche Bank cree que de aquí a cinco años su precio será superará los 110.000 dólares, esto es, casi el triple que ahora.

Javier Ruiz no es tan optimista. “Hoy lo raro es no conocer a alguien que esté especulando en la nueva criptodivisa, sin ni siquiera analizar su funcionamiento, con la esperanza de ganar mucho dinero. Estas historias suelen terminar muy mal para mucha gente”, anticipa. Leif Ferreira, fundador de Bit2Me, la mayor plataforma española de compra y venta de criptomonedas, no cree que el bitcoin sea un activo especulativo pese a las fuertes oscilaciones de su valor y a que haya inversores que lo usen solo con la intención de multiplicar su capital. Al menos no más que otros normalizados como la vivienda, donde el precio también sube y baja. O los negocios, que a veces cierran sus puertas arruinados. “¿Significa eso que las casas y negocios son especulativos?”, pregunta Ferreira.

Los NFTs, una tecnología que permite verificar la autenticidad de imágenes, obras de arte, canciones o cualquier otra cosa que circule por internet, convirtiéndolas en piezas únicas, son la última vuelta de tuerca. En 2021 movieron más de 40.000 millones de euros, pero sacar réditos es mucho más complejo. Moris explica así su popularidad. “La gente vio que el que compró bitcoins al principio se hizo rico, y piensa que los NFTs pueden ser el siguiente bitcoin, por eso están invirtiendo, aunque en mi opinión no parece que vaya a ser así”.

Castro, de Singular Bank, se retrotrae a tiempos pasados para encontrar precedentes a lo que está ocurriendo. “Con la burbuja de los tulipanes hubo gente hipotecándose para comprar bulbos hasta que un día dejaron de tener valor. Se dilapidaron fortunas. Más recientemente ha pasado con empresas de tierras raras, impresoras 3D y cannabis. No tengo dudas de que en el futuro el bitcoin y otras criptomonedas que todavía no han nacido serán muy útiles, pero tardará muchos años, y esta burbuja no se va a quedar. Aquí va a perder dinero mucha gente”, augura.

Como dice otra frase de Buffett, “solo cuando baja la marea sabemos quien nada desnudo”. Pero donde unos ven aguas revueltas, otros distinguen una ocasión de oro. “Estamos ante una de las mayores oportunidades para generar dinero de la historia”, defiende Moris. Mañana, cuando a eso de las tres y media de la tarde hora española suene la campana de Wall Street, volverá a intentarlo.

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