El pasado 8 de marzo un grupo de unas 25 personas propinó una paliza al periodista Levent Gültekin a plena luz del día y en una de las plazas más concurridas de Estambul. Tirado en el suelo, intentó protegerse, pero terminó con varios huesos de una mano rotos. El incidente ocurrió unos días después de que Gültekin denunciase el legado “racista y nacionalista” del coronel Alparslan Türkes, fundador del Partido de Acción Nacionalista (MHP), una formación de extrema derecha que cada día gana más influencia en la política de Turquía y es clave en la coalición que mantiene en el poder al presidente Recep Tayyip Erdogan.
En los últimos cinco años, más de un centenar de periodistas y políticos han sido atacados en incidentes similares. La media docena de casos que han ocurrido en lo que va de año tenían algo en común: sus víctimas se habían mostrado muy críticas con el MHP y, tras ello, habían sido “señalados públicamente por dirigentes del partido”, afirma el periodista Kemal Can, autor de varios libros sobre el nacionalismo. Por ejemplo, a Gültekin, un dirigente del MHP le había tildado de “enemigo de los turcos, separatista, odiador de todo lo que ama la nación”.
En cambio, Kamil Aydin, miembro del comité central del MHP y diputado, desvincula a la formación de estos ataques, que tacha de “montajes” para perjudicar al partido: “Además, lo que hizo el señor Gültekin es un delito de odio, porque no solo insulta la memoria de nuestro fundador sino a millones de votantes. Es él quien nos señala como objetivo”.
El MHP fue fundado en 1969 y entonces era un partido en la órbita de los partidos de extrema derecha de la época, similar a la ultraderecha fascista en España, Italia o Grecia: firmemente anticomunista y pro-estadounidense. Las milicias armadas vinculadas a la formación, popularmente conocidas como “Lobos Grises”, estuvieron involucradas en multitud de asesinatos políticos y matanzas como las de Maras en 1978, con 120 muertos, y Çorum, en 1980, con 57 muertos. El partido, explica Can, obtenía su apoyo de ámbitos rurales y pequeñas ciudades y de identificarse como “el partido que defiende al Estado” frente a los enemigos externos e internos: de hecho, sus militantes fueron utilizados en operaciones clandestinas en Europa por oscuros elementos del Estado turco y uno de sus militantes, Ali Agca, atentó contra el papa Juan Pablo II en 1981.
En 1997, cuando falleció el Basbug o “Gran Líder” Türkes, le sucedió en la presidencia Devlet Bahçeli. De formación académica y pese a ser una figura atípica del panorama político turco -a sus 73 años sigue soltero- ha mantenido el control del partido y el pasado jueves fue elegido por décima vez líder del MHP en un congreso ordinario. “El MHP no es un partido atrapalotodo, sino fuertemente ideológico y basado en un liderazgo fuerte. Solo ha tenido dos líderes desde 1969”, recuerda el analista Murat Yetkin: “Y pese a su imagen rígida y dura actitud, Bahçeli es un hábil y táctico negociador”. No en vano, tras asumir las riendas del partido, ordenó cambiar su imagen: sus dirigentes se afeitaron los bigotes típicos de la ultraderecha turca, se alejaron de los pistoleros y, en una suerte de compromiso histórico, pactaron con los mismos socialdemócratas a los que 20 años antes recibían a tiros. Fue un Gobierno eminentemente pragmático durante el que se aprobaron numerosas reformas para iniciar el proceso de adhesión a la Unión Europea y se eliminó la pena de muerte. De esta manera, logró aumentar sus votos y convertirlo en un partido clave de la política turca.
Ultranacionalismo ambiguo
La ideología del MHP evolucionó hacia un ultranacionalismo ambiguo, que combina lo identitario, lo cultural y lo cívico, vinculado a la defensa del Estado. El enemigo dejó de ser el comunismo para pasar a ser los “separatistas” kurdos y el PKK. “No somos un partido de extrema derecha, no tenemos una visión racista ni étnica. Por ejemplo, en Turquía hay muchos futbolistas negros y no tenemos problemas con ello. Y cuatro millones de refugiados sirios”, sostiene Aydin: “Somos nacionalistas. Nuestro lema es ‘Primero Turquía, luego el partido’”.
“No es tanto que el MHP haya virado hacia el centro como que ha conseguido llevar su nacionalismo al centro de la política mediante alianzas con partidos de Gobierno”, opina Kemal Can. Su alianza con Erdogan se selló en 2016 cuando el presidente turco utilizó la justicia y la policía para bloquear un intento de la oposición interna del MHP por disputar el liderazgo a Bahçeli. A cambio, el líder ultraderechista apoyó el cambio del sistema parlamentario a uno presidencial, reclamado por Erdogan, pero que no contaba con suficiente apoyo popular. Gracias al MHP el cambio constitucional fue aprobado en un ajustado referéndum en 2017 y, desde entonces, el MHP de Bahçeli y el AKP de Erdogan se presentan a las elecciones de forma conjunta como parte de la Alianza del Pueblo.
Contra los pronósticos que auguraban un sistema bajo el control absoluto de Erdogan, el sistema presidencialista ha aupado al MHP a una posición más influyente. “Se debe a que el sistema presidencialista requiere del apoyo del 50% + 1 del electorado, y eso hace que el apoyo del MHP sea numéricamente imprescindible”, subraya Murat Yetkin. El AKP de Erdogan no tiene mayoría absoluta en el Parlamento y el resto de partidos se niega a apoyar sus medidas, de manera que “el MHP disfruta de los beneficios de estar en el Gobierno sin necesidad de asumir responsabilidades”. Otra de las razones, apunta Can, es que el MHP le ha dado a Erdogan acceso a ciertos estamentos de la Administración, como policías, militares y jueces cercanos a la ultraderecha que anteriormente veían al presidente con cierta reticencia. Es más, desde que gobierna esta coalición de facto el MHP ha introducido a sus seguidores en prácticamente todos los sectores de la Administración -menos los económicos-, desde las fuerzas de seguridad a la Educación.
Con ello, Bahçeli está en una posición de que se cumplan sus exigencias. Cuando, el año pasado, pidió una amnistía para ciertos presos lo consiguió, pese a lo polémico que resultaba el poner en la calle a antiguos mafiosos vinculados al MHP. Cuando, hace unos meses, un asesor del presidente dijo que, a fin de reconciliarse con la UE, sería buena idea liberar al líder político kurdo Selahattin Demirtas y al filántropo Osman Kavala -el Tribunal de Estrasburgo ha dictaminado que deben ser excarcelados-, el MHP dijo que eso era una línea roja y el asesor fue cesado. “Nuestras propuestas se aceptan porque son de sentido común. No podemos poner en libertad a representantes de los terroristas”, defiende Aydin.
La última petición del MHP ha sido ilegalizar al HDP, el principal partido prokurdo de Turquía. Y este miércoles la Fiscalía ha abierto el proceso para ello. Bahçeli reclama, además, que se hagan todos los cambios legales para “imposibilitar que vuelvan a presentarse con otras siglas”. Algo que ya ha despertado las críticas de la UE y Estados Unidos y puede echar al traste los intentos de la diplomacia turca por normalizar relaciones.
El dirigente del MHP acusa a la Unión Europea de “hipocresía” pues, en su opinión, “cuando un estado europeo hace algo similar, no pasa nada, en cambio cuando lo hace Turquía se arma una gran polémica”. Y pone como ejemplo la prohibición en Francia de los “Lobos Grises” y la simbología vinculada al MHP -después de que militantes turcos atacasen a armenios en varias ciudades francesas-. “Es un insulto a nuestros mitos”, concluye.
El debate sobre la prohibición de organizaciones vinculadas al MHP también ha arreciado en Alemania, Holanda y Austria, y un diputado chipriota la ha llevado al Parlamento Europeo. “Es curioso, porque anteriormente, Europa no miraba a estas organizaciones como una amenaza pese a que algunas estuvieran involucradas en actividades criminales [fundamentalmente en el tráfico de heroína], porque las veía como algo que podía servir de freno a las organizaciones islamistas radicales”, dice Kemal Can: “Sin embargo, ahora el debate ha cambiado porque ven que Turquía las utiliza para inmiscuirse en la política interna de esos países”.
Con todo, es algo que también utiliza el MHP en su beneficio dentro de Turquía para atizar el nacionalismo, y para desviar la atención de los serios problemas económicos que vive el país. “Paradójicamente, el AKP y el MHP están perdiendo votos por la polarización política, pero necesitan incrementar la polarización para evitar que se les escapen más votos”, sostiene Can: “Así que no sé si veremos más ataques violentos, pero seguramente sí que veamos una creciente represión gubernamental hacia toda la oposición: partidos, asociaciones y medios de comunicación”.
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