La ‘fábrica de bebés’ de Manila, a pleno rendimiento por la covid-19


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Cherrie de los Santos lleva varias semanas ingresada en el hospital Jose Fabella de Manila, en Filipinas, conocido popularmente como la fábrica de bebés. Su hijo Akish nació prematuramente con 32 semanas y pesa apenas 1,33 kilos, por lo que ambos deberán pasar algún tiempo más en una abarrotada y calurosa sala de maternidad, donde solo cuentan con unos pocos ventiladores para refrescar el ambiente.

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A sus 38 años y con cuatro hijos, todos nacidos en casa, Cherrie tuvo complicaciones durante su quinto embarazo, por lo que tuvo que acudir a este hospital, la única maternidad pública en la ciudad de Manila. “Estaba muy preocupada por la pandemia, tenía miedo de venir al hospital, pero al final decidí hacerlo”, cuenta mientras atiende amorosamente a su diminuto bebé que “se aferra a la vida y evoluciona bien”, pero aún es muy pequeño para irse a casa.

El hospital Jose Fabella cuenta con dos salas de postparto, donde en dos camas unidas suelen descansar hasta cinco madres con sus pequeños. En ese espacio mínimo viven: ahí duermen, comen, guardan sus pertenencias y atienden a sus hijos. En estas habitaciones impera un ambiente solidario, de ayuda y apoyo: todas cuidan los bebés como si fueran propios. A veces, incluso amamantan a los hijos de otras compañeras con problemas para producir leche.

Una década atrás, en ese hospital de Manila nacían diariamente más de cien niños, según datos del propio centro. Era la maternidad con más alumbramientos en el mundo y sus propios empleados bautizaron el centro como la fábrica de bebés. Los avances en salud reproductiva en Filipinas ―que todavía tiene la tasa de natalidad más elevada del Sudeste Asiático― han hecho que disminuya esa cifra, pero todavía unos 50 bebés ven la luz cada día en sus maltrechas salas, donde médicos, enfermeras y parteras trabajan incansablemente.

No hay cunas ni incubadoras, incluso los prematuros comparten camas con sus madres. Una única sábana raída cubre las camas, donde ni siquiera tienen almohadas y algunas tienen mantas traídas de casa. Un baño colectivo, con unas pocas duchas sin agua corriente las 24 horas, completa la instalación de maternidad.

“La disminución de los nacimientos se debe por un lado a los avances en planificación familiar y por otro al programa de capacitación de matronas en los barrios, que pueden practicar partos en centros de salud de barrio, sin necesidad de venir al hospital”, explica la doctora Diana Rose Cajipe, con 13 años de experiencia a sus espaldas atendiendo partos en el Fabella.

“Tenemos capacidad para unos 400 pacientes, entre madres y bebés, pero normalmente hay más de 600 personas en nuestras salas”, indica Cajipe mientras el hospital se prepara para un baby boom como consecuencia de la pandemia de covid-19 y los meses de confinamiento.

Crystal Ann Malagday, de 44 años, acaba de dar a luz a su tercer hijo, una niña llamada Arienne. “Es resultado de la pandemia”, cuenta risueña esta profesora de inglés. “Con el confinamiento, mi marido pasaba más tiempo en casa. A mi edad el embarazo fue duro, pero vale la pena, ella es una bendición después tres años intentándolo”, agrega.

Filipinas espera un repunte de nacimientos en este primer trimestre de 2021. Los meses de confinamiento (el primer caso de contagio de coronavirus se detectó a finales de enero de 2020 y el país hasta día de hoy suma más de medio millón de infectados y más de diez mil muertos), uno de los más prolongados y rigurosos del planeta, impidieron a las mujeres el acceso a los métodos anticonceptivos, mientras pasaban más tiempo encerradas con sus parejas. En el país habría 750.000 embarazos más que el año anterior, el 15 % entre menores de 20 años, lo que se traducirá en un total de 2,5 millones de partos ―récord de la última década― según un estudio conjunto del Instituto de Población de la Universidad de Filipinas y el Fondo de Población de las Naciones Unidas. De este modo, Filipinas, que ya sufre de superpoblación y donde la pobreza extrema rebasa el 16 %, superará este año la barrera de los 110 millones de habitantes.

El hospital Fabella atiende fundamentalmente pacientes del distrito de Tondo, una de las áreas más densamente pobladas y paupérrimas del mundo, y su personal ya se alista para esta avalancha de nacimientos. “Vendrán muchas más madres y no habrá espacio, ya estamos muy por encima de la capacidad máxima del hospital. Tendremos que ubicar seis o siete mujeres en el set de dos camas”, señala Cajipe.

Este aumento de la natalidad se produce un año después de que el gobierno de Filipinas declarara “emergencia nacional” por la alta tasa de embarazos adolescentes. En el último decenio, 1,2 millones de niñas filipinas de entre 10 y 19 años han tenido al menos un hijo, según cálculos de la Comisión de Población y Desarrollo (POPCOM).

“Estos embarazos adolescentes juegan un importante papel en perpetuar la pobreza. Las jóvenes madres abandonan los estudios y cuando entran al mercado laboral ganan el 87% del salario medio, algo que no sucede a sus coetáneas sin hijos”, advierte el jefe de la POPCOM, el subsecretario Juan Antonio Pérez III, que lidera la campaña gubernamental para prevenir los embarazos en edades tempranas.

El Gobierno filipino estima que 3,7 millones de mujeres no han podido acceder a los servicios de salud reproductiva por causa de la pandemia y que para unas 400.000 esto será definitivo

Con solo 15 años, Lisa Oliver acaba de parir en la fábrica de bebés. “Fue mi primera vez y tenía miedo”, confiesa esta adolescente, “pero estoy feliz por haber dado a luz en este hospital, rodeada de muchas otras madres que me dan consejos sobre cómo superar el parto y cuidar de mi bebé”.

“Aquí muchas madres son adolescentes, de 14 o 15 años, y vienen asustadas. Con ellas somos más atentas, tratamos de ayudarlas, de tranquilizarlas. Necesitan consejos y apoyo”, cuenta Mary Hazel, enfermera que lleva cinco años trabajando en el Fabella.

Los embarazos no deseados en las edades comprendidas entre los 10 y los 19 años se incrementarán un 21 % y se espera que alcancen la cifra de 102.000 en 2021, consecuencia de la reducción de los servicios de planificación familiar por culpa de la covid-19, según la POPCOM.

El Gobierno estima que 3,7 millones de mujeres no han podido acceder a los servicios de salud reproductiva por causa de la pandemia y que 400.000 los abandonarán definitivamente, informó en una rueda de prensa virtual. Las autoridades temen que el efecto de la pandemia haga retroceder los modestos esfuerzos en expandir la salud reproductiva desde el ámbito público, una política reciente a la que la poderosa e influyente Iglesia Católica se ha opuesto durante décadas en Filipinas, el país con más católicos de Asia.

La falta de educación sexual y el tabú de los anticonceptivos en una sociedad todavía muy conservadora y machista explican la consistentemente elevada tasa de natalidad en Filipinas, donde el 80 % de su población profesa el catolicismo.

Con su bebé recién nacido en el Jose Fabella y después de siete partos, Ara Paloma se queda un día más en el hospital para que le coloquen un implante anticonceptivo subcutáneo. “Ya tengo demasiados hijos, no puedo hacerme cargo de más”, sentencia.

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