La crisis de las gasolineras desatada en el Reino Unido es ya tan inflamable que amenaza con dejar chamuscados al Gobierno y a la oposición. Si los delegados que han acudido estos días al congreso laborista, en la localidad costera de Brighton, expresan en voz alta su extrañeza por que el partido ande enredado en cuitas internas mientras el país le estalla al primer ministro británico, Boris Johnson, en las manos, los diputados y la prensa conservadora cargan contra el primer ministro por su gestión errática y su indecisión frente a un problema, el de la escasez de camioneros, del que se le advirtió hace ya meses. Downing Street echa ahora mano de planes diseñados para un posible Brexit abrupto, que ni siquiera elaboró suficientemente como para que su eficacia fuera inmediata.
Si en la noche del lunes Downing Street admitía finalmente que sí, que tenía al Ejército en situación de alerta para intervenir si era necesario —hasta 150 soldados, la mitad de los cuales podrían comenzar a distribuir combustible este mismo viernes—, este martes el Gobierno de Johnson tampoco ha dado una respuesta clara a la petición más urgente que ha recibido hasta ahora: que active sus poderes de emergencia para dar prioridad en las estaciones de servicio a los trabajadores esenciales.
“Todo el mundo tiene sus razones personales para querer llenar el depósito de su vehículo”, ha implorado al Ejecutivo el presidente del consejo de la Asociación de Médicos Británica, Chaand Nagpaul. “Pero a medida que las gasolineras se agoten, corremos el riesgo de que el personal del Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) no pueda acudir a su trabajo ni prestar cuidados esenciales a gente que lo necesita”, ha advertido Nagpaul.
A su petición se han sumado diversas organizaciones y medios, desde el poderoso sindicato Unison al Colegio Real de Enfermería, pasando por los diputados de la oposición en la Comisión de Transportes de la Cámara de los Comunes. “Tenemos esa posibilidad en la reserva”, admitía en nombre del Gobierno Huw Merriman, el conservador que preside esa comisión.
El Gobierno sigue apostando todas sus bazas a la información que recibe de las grandes petroleras, que han asegurado esta semana que hay combustible de sobra en el Reino Unido. Al problema de falta de camioneros se ha sumado, sin embargo, el del pánico creado entre la población, que ha llevado a miles de conductores a guardar horas de colas en las gasolineras de todo el país. La difusión por parte de los tabloides, que han visto sangre y rentabilidad en esta historia, de vídeos ocasionales en los que los usuarios se lían a puñetazos entre ellos o incluso sacan algún cuchillo, ha calentado aún más el ambiente político. “Furia en el surtidor”, titulaba este martes su página web el Daily Mail.
El ministro de Transportes ha asegurado que la situación ha comenzado a estabilizarse, aunque admite que las colas en las estaciones de servicio seguirán durante unos días. “Comienza a subir y a estabilizarse el nivel de combustible almacenado bajo los surtidores, aunque aún no se haya trasladado a las filas de usuarios. Sí supone, sin embargo, menos gasolineras cerradas”, ha explicado Grant Shapps.
Su optimismo se contradice con los datos manejados por la Asociación de Gasolineras del Reino Unido (PRA, en sus siglas en inglés), que aseguraba que entre un 65% y un 90% de las más de 8.300 estaciones de servicio repartidas por el país estaban ya secas, o a punto de estarlo. Los empresarios del sector niegan tajantemente las acusaciones realizadas por algunos conductores y amplificadas por los tabloides de que algunas gasolineras estarían subiendo los precios del combustible para sacar beneficio del pánico. “En cuanto llega un camión cisterna a la estación de servicio, los conductores comienzan a avisarse los unos a los otros a través de las redes sociales. Como abejas a un panal de miel, acuden todos en tropel y en unas horas se agota el combustible”, ha explicado el presidente de la PRA, Brian Madderson.
El Gobierno conservador se resiste a aceptar que el Brexit tenga algo que ver con la crisis de las gasolineras, que atribuye sobre todo a una escasez de camioneros que sufre toda Europa. Su pretensión, sin embargo, de aparcar por tres meses el Brexit y conceder visados temporales a 5.000 conductores de la UE, para salvar las Navidades, se ha encontrado con una dura y fría reacción de los profesionales. No solo porque nadie ve atractivo en un visado de tan corta duración, plagado de burocracia y papeleo, sino porque la demanda es muy alta en muchos países del continente, con condiciones laborales y de calidad de vida más ventajosas.
“Los camioneros de la UE con los que hemos hablado no quieren ir al Reino Unido para ayudarles a salir de la mierda en la que ellos mismos se han metido”, ha expresado de modo rotundo en la BBC Edwin Atema, portavoz del sindicato holandés de transportistas FNV.
Las expectativas de que esa solución ayude a desinflar la crisis se han rebajado, del mismo modo que muchos expertos ponen en cuestión la decisión de tener al ejército en alerta, más allá de intentar dar la imagen de que el Gobierno está haciendo algo. “El país quiere ver cómo Downing Street controla la situación y tiene un plan. Hay que sacar ya a los soldados, no tenerlos a la espera”, ha reclamado Tobias Ellwood, ex militar condecorado y hoy presidente de la comisión parlamentaria de Defensa.
Otros, como Mike Grannat, el alto funcionario que puso en marcha en su día el Secretariado para Contingencias Civiles, recordaba en la BBC la crisis de las gasolineras que sufrió en el año 2000 el Gobierno laborista de Tony Blair, y reprochaba a Johnson que no hubiera dado aún la cara: “[Blair] salió a explicar a los ciudadanos que, o se contenían, o el sistema no se reequilibraría. A eso se le llama liderazgo. Algunos deben ya dar la cara y dejar de esconderse”, decía Grannat.
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