La Fiscalía acusa de intento de asesinato al detenido por apuñalar a Salman Rushdie

La Fiscalía acusa de intento de asesinato al detenido por apuñalar a Salman Rushdie

El detenido por el apuñalamiento del escritor Salman Rushdie ha sido acusado de intento de asesinato y está detenido sin fianza, según informó este sábado la oficina del fiscal del condado de Chautauqua, donde fue apuñalado el autor el viernes. A Hadi Matar, un hombre de 24 años de Fairview (Nueva Jersey), se le imputan cargos de intento de asesinato y asalto, concretó la oficina del fiscal del condado, Jason Schmidt, en un comunicado. Schmidt dijo que las agencias policiales estatales y federales, también en Nueva Jersey, están trabajando para desentrañar la planificación y preparación del ataque para determinar si presentan acusaciones adicionales.

Hadi Matar siendo escoltado desde el escenario mientras la gente atiende al escritor Salman Rushdie. Foto: AP | Vídeo: REUTERS/RR SS

El escritor británico de origen indio Salman Rushdie, apuñalado durante una conferencia en Chaupauqua (Nueva York), permanecía este sábado conectado a un respirador en un hospital de Erie (Pensilvania), a donde fue trasladado tras el ataque e intervenido durante horas. Según su agente literario, el todopoderoso Andrew Wylie, el pronóstico sobre su evolución no es bueno. “Salman probablemente perderá un ojo; los nervios en su brazo fueron seccionados y su hígado quedó dañado por las puñaladas”, informó Wylie en la noche del viernes. La prolongada amenaza del régimen teocrático de Irán, que en 1989 condenó a muerte a Rushdie por blasfemo por su novela Los versos satánicos, ha convertido finalmente al autor en la enésima víctima de la libertad de expresión.

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Rushdie había conseguido dar esquinazo a la furia fundamentalista durante 33 años, hasta que Hadi Matar se abalanzó sobre él, apuñalándole repetidas veces en el cuello y el abdomen, en el escenario de un centro cultural de Chaupauqua, especializado, ironías del destino, en programas de acogida y residencia para escritores amenazados. El tema de la última conferencia de Rushdie antes de la agresión fue precisamente el papel de Estados Unidos como puerto seguro para los autores perseguidos.

Aunque las autoridades del Estado de Nueva York declinan pronunciarse sobre la nacionalidad y otros datos del autor y, de momento, tampoco sobre sus motivos, el experto en islamismo Romain Caillet contó en Twitter que Matar es de origen libanés y seguidor del partido-milicia chií Hezbolá, proiraní. En los medios de Irán la noticia fue recibida con júbilo. “Un héroe libanés”, llamaba el portal Irán en árabe al agresor en un tuit que fue borrado posteriormente. Desde Beirut, un portavoz de Hezbolá aseguró este sábado que el grupo no sabe nada del ataque. Caillet explicó, sin embargo, que Matar usaba un carné de conducir falso emitido en Nueva Jersey, a nombre de Hassan Mughniyah. Imad Mughniyah fue jefe de seguridad y uno de los más importantes comandantes de Hezbolá, eliminado por Israel en Damasco en 2008.

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SuscríbetePortada del diario iraní ‘Vatan-e Emrooz’ de este sábado, con el titular: “Un cuchillo en el cuello de Salman Rushdie”.ATTA KENARE (AFP)

Según un testigo citado por The New York Times, en la noche del viernes entre 10 y 15 agentes del FBI acudieron a la casa del sospechoso en Fairview y las autoridades policiales trabajan para obtener órdenes de registro para una mochila y dispositivos electrónicos hallados en el lugar del ataque a Rushdie. Agentes de policía custodiaban este sábado la vivienda.

Nacido en Bombay (India) hace 75 años en el seno de una acomodada familia musulmana ―religión de la que renegó hasta definirse como ateo militante―, Rushdie se trasladó a Inglaterra para estudiar, licenciándose en Cambridge. En 1964 adquirió la nacionalidad británica. El escritor debe su reputación a su segundo libro, Hijos de la medianoche (1981), una gran novela coral sobre la India posterior a la independencia. La medianoche del título hace referencia a la del 15 de agosto de 1947, cuando se consumó la separación de los británicos y también la traumática y dolorosa partición de Pakistán. El libro ganó el premio Booker en 1981.

Tras varias incursiones en la narrativa, el periodismo y el ensayo, la publicación de Los versos satánicos en 1988 le situó en el ojo del huracán por culpa de la fetua (decreto religioso) dictada por el ayatolá Ruhollah Jomeini. La novela retrata la experiencia de los inmigrantes musulmanes en Gran Bretaña, y en especial la tensión entre las formas de pensar laica y religiosa, entre la modernidad y la tradición. El tratamiento de uno de los personajes, identificado por sus críticos como el profeta Mahoma, fue considerado irrespetuoso y varios países musulmanes prohibieron la publicación de la obra.

A principios de 1989, un grupo de musulmanes de Bradford quemó el libro en público como parte de una campaña para prohibirlo en el Reino Unido. En febrero de ese año, el gran ayatolá Jomeini, líder espiritual del país, emitió la fetua, que exigía la muerte del autor por impío. Posteriormente, Irán ofreció una recompensa al ejecutor de la sentencia que con el tiempo llegó a superar los tres millones de dólares (2,9 millones de euros). Rushdie se vio obligado a vivir escondido, con protección policial permanente, durante cerca de una década, hasta que desafió al miedo y volvió a hacer vida normal, con residencia en EE UU desde el año 2000.

El escritor Ayad Akhtar, presidente del PEN America, dijo este viernes que nunca vio a Rushdie con guardaespaldas, ni en el teatro, ni en restaurantes, ni en actos culturales como el que acabó en la brutal agresión que le ha llevado al hospital; en los últimos años, además, había multiplicado sus salidas. Akhtar señaló que él y Rushdie, que en su día presidió también el PEN Club, nunca hablaron de las amenazas, y que el novelista parecía sentirse cómodo en público. En el escenario del centro cultural de Chaupauqua sí había dos agentes de las fuerzas de seguridad, los que detuvieron al agresor.

Que Rushdie fuera capaz de sobreponerse al miedo no implica que la amenaza perdiera fuerza. Al contrario, tras la condena del ayatolá Jomeini, principal artífice de la revolución islámica de 1979, la fetua dejó un reguero de sangre por el mundo. Al menos 45 personas murieron en protestas por la publicación del libro, incluidas 12 personas en la ciudad natal de Rushdie. En 1991, un traductor japonés de la obra fue asesinado a puñaladas, un crimen que aún no ha sido esclarecido, y un traductor italiano sobrevivió a un ataque con cuchillo. En 1993, el editor noruego recibió tres disparos, aunque sobrevivió. Habría que esperar hasta la ola de protestas desencadenada por las llamadas caricaturas de Mahoma, en 2006, para presenciar otro episodio de histeria religiosa como la que siguió al libro de Rushdie. Casos semejantes al suyo, de escritores amenazados por distintos poderes, no escasean: ahí está el escritor siciliano Roberto Saviano, ocultándose de la mafia, cuyos métodos violentos describió en sus libros.

Eterno aspirante al premio Nobel de Literatura, empecinado paladín de la libertad de expresión contra cualquier tipo de fundamentalismo, Rushdie siguió viviendo como una celebridad que parecía atraer a los focos, desdeñando una amenaza cada día más sorda. Pero, pese a que las relaciones entre el Reino Unido e Irán recuperaron cierto nivel de normalidad tras la muerte de Jomeini, en 1989, la fetua siguió vigente. El sucesor de Jomeini, el gran ayatolá Alí Jameneí, nunca la revocó, y hubieron de pasar diez años, hasta 1998, cuando, tras arduas negociaciones diplomáticas entre Londres y Teherán, el régimen teocrático se desvinculó formalmente de la condena.

Rushdie, mientras, había mostrado un espíritu conciliador, con ciertas concesiones a sus críticos: se entrevistó en privado con algunos líderes musulmanes británicos, a los que dijo que aceptaba los principios básicos del islam, y propuso incluso no sacar Los versos satánicos en edición de bolsillo. Más tarde admitió que su conversión había sido producto de la desesperación, no de la fe, y se instaló en un negacionismo religioso que hizo de él un “ateo de línea dura”.

Pero la amenaza seguía ahí, con nuevas instituciones contribuyendo a la recompensa de tres millones de dólares por su cabeza. En 2016, decenas de medios del régimen aportaron 300.000 dólares a la causa. Los mensajes procedentes de Teherán eran cuando menos engañosos. A medida que pasaban los años, las autoridades empezaron a insinuar que no se ejecutaría la sentencia, al mismo tiempo que insistían en que, teológicamente hablando, una fetua nunca se revoca. A partir de 1998, después de que la teocracia iraní se desvinculase formalmente de la condena, Salman Rushdie fue retomando la vida convencional de una celebridad literaria. Hasta este viernes en la idílica localidad rural de Chaupauqua, un remanso de paz que sirve de refugio a autores, como él, amenazados.

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