La fosa séptica más grande de América Latina está en México

La fosa séptica más grande de América Latina está en México

Por Liliana López Gómez

Un perro buscando algo de comida, ovejas pastando, mucha basura. Con esto, la presa Endhó recibe a sus visitantes que, junto con el verde intenso de la vegetación que la rodea, tiene algo más: el color oscuro de las aguas residuales del Valle de México que desembocan en estos cuerpos de agua ubicados en el estado de Hidalgo. 

“Ésta es la fosa séptica más grande de América Latina”. Así la llama Julio Hugo Sánchez Quiroz, representante de los usuarios de la presa Endhó. “Te metes descalzo al agua negra, cuando tienes que regar alguno de tus terrenos, y te salen ronchas o se te caen los vellitos de los pies. Desafortunadamente no tenemos sanidad”, narra sin dejar de reconocer, con lamento, que ésta es la calidad del agua que tienen los campesinos de la zona para cosechar, sobrevivir y tener ingresos.

Situada en el estado de Hidalgo, la presa Endhó ha generado buenas y malas noticias para las comunidades vecinas que reciben las aguas residuales del Valle de México. Si bien se utilizan para regar aproximadamente 80 mil hectáreas de cultivo en los distritos de riego de Tula, Alfajayucan e Ixmiquilpan (equivalentes a casi 112 mil veces la superficie del Estadio Azteca), el flujo de éstas ha rebasado los límites permisibles de contaminantes.

En Hidalgo, las aguas residuales tratadas solo se deben utilizar para el riego restringido de áreas agrícolas. Específicamente, para cultivar maíz y alfalfa. Está prohibido el cultivo de verduras y legumbres. Tampoco es recomendable su consumo. Sin embargo, ante el abandono de la zona, se siembra col, brócoli, jitomate. Y también se consumen.

En la presa Endhó solo se debe cultivar maíz y alfalfa. Sin embargo, ante el abandono de la zona, se siembra col, brócoli, jitomate.

El infortunio en el que viven los vecinos del lugar y el difícil contexto por el que atraviesa la presa Endhó es producto de circunstancias externas: las aguas residuales llegan al estado de Hidalgo con el objetivo de disminuir las inundaciones en la Ciudad de México (CDMX).

Así ha sido, por siglos. Aguaceros diluviales que inundaron México y que derrumbaron muchas casas fueron registrados desde 1555. “La lluvia de ese año obligó a la población a abandonar sus casas. Por tres o cuatro días solo en canoas se podía caminar”, describió en aquel entonces el padre Cavo, cuyo testimonio es parte de la obra El desagüe en el Valle de México durante la época novohispana del historiador Jorge Gurría Lacroix.

Las amenazas de las inundaciones se mantienen hasta la fecha. De acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), 81.3% de los asentamientos humanos de la CDMX se encuentra en situación de vulnerabilidad por inundaciones. En contraste, la sequía se apodera del 85.3% del territorio hidalguense

“Hace tiempo llovió mucho y la fruta se echó a perder”, declara Eusebia, vecina de la presa Endhó desde hace 40 años, quien ya no sabe qué hacer para sembrar algo para comer pues en las últimas semanas solo ha llovido una vez.

La presa Endhó que Julio Hugo Sánchez Quiroz, representante los usuarios de la Presa, cataloga como la “fosa séptica más grande de América Latina”, actualmente registra una capacidad de alrededor del 30%, pero entre el 20 y el 25% es de azolve o lodo.

La Presa Endhó, cataloga como la fosa séptica más grande de América Latina

Además, como toda historia que da cuenta del deterioro ambiental, se asoma otra consecuencia: los daños que esto provoca en la salud de las personas. “La población padece de manera constante enfermedades de las vías respiratorias, estomacales, dermatitis, conjuntivitis, infecciones de vías urinarias y ascariosis por la contaminación de la presa”, informa la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) a través del Primer Congreso Estudiantil de Investigación del Sistema Incorporado, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Una alternativa para disminuir los efectos en la salud de la población es tratar las aguas residuales que llegan a las presas. Esta acción también contrarresta la sobreexplotación de los acuíferos y fuentes superficiales sustituyendo agua de primer uso por agua residual tratada en actividades industriales o agrícolas.

“Al usar aguas residuales tratadas, el costo por metro cúbico suele ser menor y reduce las presiones existentes sobre cuerpos de agua de primer uso, redundando en una mayor disponibilidad de agua para las actividades que requieren aguas claras”, señala Conagua.

De acuerdo con el ingeniero Galdino González, representante de la Asociación de Usuarios de Riego A.C. (ANUR), 76% del agua dulce disponible en México se utiliza en la agricultura. Así se fusionan dos derechos humanos: al agua y a la alimentación.

El recurso hídrico que llega a Hidalgo proviene de la Ciudad de México desde 1607, cuando comenzó a construirse el Tajo de Nochistongo, la primera salida artificial para encauzar el agua fuera del Valle de México, principalmente la de lluvia que provocaba inundaciones en la capital de Nueva España. 

Tajo de Nochistongo. Foto: Wikimedia Commons

Enrico Martínez, especialista encargado de la obra, determinó que hacia el norte, en el territorio actual del estado de Hidalgo, se encontraba una buena pendiente para desalojar el agua por gravedad. Fue así que, a finales del siglo XIX, el presidente Porfirio Díaz inauguró el Gran Canal de Desagüe, un tajo a cielo abierto de 47.5 kilómetros de longitud.

Desde entonces comenzó la búsqueda del destino final de las aguas negras del Valle de México.

Los avances en la infraestructura no pararon y en 1920 se construyó un sistema para distribuir y regular el flujo del agua negra para la agricultura, que incluyó la presa Requena. Posteriormente, en 1936 fue complementado por las presas Taxhimay y Endhó.

El cambio para los habitantes del Valle de Tula fue radical porque el agua que llegaba comenzó a aprovecharse para riego. La agricultura floreció en la zona y pasó de ser una tarea que se no podía realizar por las condiciones climatológicas a una de las principales actividades económicas. Uno de los registros más antiguos data de 1896, cuando se tomaba el recurso del río Salado.

Planta de Tratamiento de Aguas Residuales en Atotonilco, Hidalgo. Foto: @conagua_mx en Twitter

Con el objetivo de mejorar la calidad del agua utilizada para riego de cultivo, en 2007, el entonces presidente Felipe Calderón anunció la creación de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) en Atotonilco, Hidalgo, que comenzó a funcionar en 2015 y pretendía beneficiar a 700 mil habitantes, incluyendo a las comunidades vecinas a la presa Endhó.

La PTAR forma parte del Programa Sustentabilidad Hídrica del Valle de México, que tenía el propósito de convocar a los gobiernos del Distrito Federal (ahora CDMX), Estado de México e Hidalgo para drenar las aguas residuales y pluviales fuera de la cuenca del Valle de México; depurar 60% de las aguas residuales generadas para prevenir la recurrencia de inundaciones en la Zona Metropolitana, en especial en la Ciudad de México.

Sin embargo, esta planta —que tiene una capacidad de 35 mil litros por segundo— hoy prácticamente tiene solo dos “usuarios”; 82% de su capacidad es utilizada para tratar aguas de la Ciudad de México y del Estado de México.

Además, la CDMX tiene una cobertura potencial de tratamiento de sus aguas residuales del 90%, mientras que Hidalgo registra el 20.1%, apunta la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Es decir, a pesar de contar con una de las plantas con mayor caudal en América Latina, no logra tratar ni la cuarta parte de sus aguas residuales.

Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Atotnilco, Hidalgo. Foto: @vmva1950 en Twitter

Otro de sus objetivos era rehabilitar el acuífero del Valle de Tula para exportar su agua al Valle de México y mitigar la sobreexplotación de los acuíferos de la capital.

En tanto, en el Valle de Tula los estragos de la inundación de septiembre de 2021, que dejaron un saldo de 16 personas fallecidas, siguen visibles. Carros, árboles tirados y escuelas dañadas son las consecuencias que aún persisten de aquella inundación que desveló la mala administración de las aguas residuales.

Lo que ocasionó que el río se desbordara fue el torrente adicional, de al menos 220 metros cúbicos por segundo, de aguas negras y pluviales provenientes de Conagua y el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX) enviadas al Valle del Mezquital, denunció el urbanista e ingeniero Dean Chahim en un artículo publicado en The Washington Post en Español.

Cartel a la entrada de Tula

“¿Qué hubiera pasado en el Valle de México con el cierre de compuertas? Se hubiera inundado con sus propias aguas negras y pluviales, las cuales no hubieran tenido salida. Ésta es una disyuntiva para los ingenieros de SACMEX y Conagua que operan este sistema de drenaje”, añadió el ingeniero Chahim. 

Noe Paredes Mendoza, director de la asociación civil Unidos X Tula, comenta que la primera responsabilidad de la sociedad es que Tula no se vuelva a inundar, pero el segundo gran compromiso es que las aguas del río sean tratadas adecuadamente.

“Vean la inundación, las aguas negras con las que está conviviendo la gente todo el tiempo y que están provocando cantidad de enfermedades renales y cáncer que nos están matando todos los días”, publicó el representante de Unidos X Tula a través de la cuenta de Facebook de la organización. “Tenemos que luchar los tulenses por dejar de ser el drenaje de la Ciudad de México y del Estado de México”. 

Una paradoja: en medio de todo este panorama y circunstancias, Julio Hugo Sánchez Quiroz califica como “una bendición” para los agricultores de Hidalgo recibir las aguas residuales, sobre todo porque, de no contar con ello, las dificultades para su supervivencia podrían ser peores. 

A pesar de la inversión en proyectos, como la PTAR, para mejorar las condiciones de las zonas que rodean los cuerpos donde desembocan las aguas residuales, ésta no ha tenido un impacto significativo en la vida de las comunidades vecinas. 

“Yo no he sentido esos cambios (para mejorar la calidad del agua residual que recibe la presa Endhó), pero sí he sentido los cambios climáticos. Ha dejado de llover, hace mucho calor y viento. Está para llover y ya no llueve”, expone Eusebia.

Por su parte, Sánchez Quiroz describe así los “beneficios” de la PTAR: “Efectivamente pusieron una planta tratadora que es un elefante blanco ya que limpia las aguas residuales en un 25 o 30%, pero saliendo de la planta regresa a los canales a cielo abierto donde los municipios descargan su drenaje. Así vuelve a ser agua residual”.

El representante de los usuarios de la presa Endhó señala que las aguas que llegan al estado de Hidalgo no cumplen con ninguno de los parámetros que marca la Norma Oficial Mexicana sobre los límites máximos permisibles de contaminantes en las descargas de aguas residuales.

La planta de tratamiento no ha tenido un impacto significativo en la vida de las comunidades vecinas

La PTAR, entonces, no ha traído los beneficios esperados. Manuel Perló, doctor en Planeación Urbano-Regional por la Universidad de California, sostiene que varios de los objetivos que se propuso alcanzar esta planta no se han logrado. Al contrario. Los efectos del tratamiento de las aguas residuales han tenido un impacto negativo en la producción agrícola en el estado de Hidalgo.

El 21 mayo de 2022, de acuerdo con el medio local NewsHidalgo, más de 300 campesinos tomaron las instalaciones de la PTAR para exigir mayores volúmenes de agua de riego. Asimismo, señalaron que sus cultivos se están secando porque el agua contiene altos niveles de hipoclorito que, en conjunto con la sequía, afectan las cosechas.

De acuerdo con los documentos oficiales de la planta, 48.34% de la inversión para el proyecto fue aportado por el Fondo Nacional de Infraestructura del Gobierno Federal (FNI) y el 51.66% restante por el consorcio Aguas Tratadas del Valle de México, conformado por empresas mexicanas y extranjeras (éste último operará el sistema durante 25 años).

Al respecto, Manuel Perló advierte: “A pesar de que no se cuenta con información precisa sobre cuánto se le paga por el tratamiento de agua, se estima que se remunera con 60 millones de pesos al mes a dicho consorcio. Se use o no el agua, el consorcio sigue trabajando y el gobierno le tiene que pagar por esa agua”.

Por otro lado, añade, la ubicación de la PTAR no es adecuada para lograr la sustentabilidad del Valle de México ya que se encuentra fuera de esta zona, por lo que el agua no regresa a su lugar de origen. “La sustentabilidad del Valle de México no se ha logrado. Hasta ese punto la Planta de Tratamiento de Atotonilco es un fracaso”.

“La sustentabilidad del Valle de México no se ha logrado”: Manuel Perló

¿Qué hacer? ¿Está la zona condenada a vivir bajo esta condiciones? 

Manuel Perló sugiere aprovechar los 600 litros por metro cuadrado que ‘bañan’ a la Ciudad anualmente para rehidratar los acuíferos por medio de la inyección del agua de lluvia, lo que ayudaría a lograr un balance entre la extracción y la infiltración del agua a los acuíferos.

También, apuesta por las soluciones asistidas por la naturaleza que “son muchas veces más eficientes que los procesos industriales creados por el hombre”.

Por ejemplo, la creación de humedales artificiales que repliquen los procesos de descomposición que ocurren naturalmente. Algo así se aplicó en 2020, en el Bosque de San Juan de Aragón de la CDMX, lo que permitió tratar y limpiar 140 mil litros de agua al día que pueden aprovecharse para riego, según el Fondo para la Comunicación y la Educación Ambiental.

Por último, apunta que es importante construir más plantas de tratamiento de aguas residuales pero, enfatiza, deben ubicarse en el Valle de México. “Es mejor tenerla (la PTAR) que no tenerla. Qué bueno que existe y el día de mañana puede rectificarse. Yo quisiera ver soluciones en la CDMX, más recuperación de lagos o más parques hídricos”, concluye.

Por su parte, Sánchez Quiroz sostiene que la limpieza de las aguas negras y la modernización del campo puede lograrse por medio del goteo o la aspersión como una de las soluciones más viables para los agricultores.

Eusebia, al margen de su propia circunstancia, confía en que la presa Endhó traiga buenas noticias en el futuro para las comunidades vecinas y el estado. “Que el beneficio sea para todos”. 

En lo que eso ocurre (o no), Sánchez Quiroz concluye:

“Los chilangos quisieron exterminarnos a los ñha-ñhus (haciendo referencia a los vecinos de la presa Endhó), pero tenemos una venganza porque les regresamos sus heces fecales y metales pesados en rábanos, cebolla o brócoli. Qué rico que en su mesa les podamos mandar esa venganza”.


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