Magdalena Andersson hacía campaña en Rinkeby, en la periferia de Estocolmo, el pasado sábado.JONATHAN NACKSTRAND (AFP)
En el barrio de Rosengard, en la ciudad sueca de Malmö, más del 80% de la población es musulmana. Es una zona deprimida, con muchos jóvenes desempleados e índices de criminalidad por las nubes. Como en otros suburbios de Estocolmo y Gotemburgo en los que se concentran sirios, iraquíes, turcos, afganos y somalíes, el Partido Socialdemócrata siempre había arrasado en las elecciones. En las del pasado domingo fue la fuerza más votada, pero por muy poco. Sumaron aproximadamente la mitad de sufragios que en los comicios de hace cuatro años, y casi un tercio de los votantes se decantaron por Nyans, un partido radical promusulmán que concurría por primera vez.
Resulta complicado estimar la cifra de votantes musulmanes que siempre habían votado en las elecciones parlamentarias por los socialdemócratas y que no lo hicieron este domingo. Hasta que los resultados del escrutinio no estén certificados, probablemente la próxima semana, no se anunciará cuántos votos ha obtenido Nyans (Matiz, en sueco) en todo el país. Sin embargo, el resultado de los comicios locales en Rosengard y otros barrios de las principales ciudades suecas evidencian que el Partido Socialdemócrata tuvo allí una sangría de votos.
Las políticas en materia de inmigración y la falta de integración de algunas de las principales minorías en el país escandinavo han sido asuntos preponderantes durante la campaña electoral. El bloque ganador, compuesto por la ultraderecha, los conservadores, los cristianodemócratas y los liberales, ha puesto el foco de su discurso en la población de origen extranjero de barrios como Rosengard, donde los índices de homicidios con armas de fuego apenas tienen parangón en el resto de la Unión Europea.
Los socialdemócratas han criticado la falta de integración en ciertas partes del país, además de haber endurecido durante los últimos años los requisitos para la reagrupación familiar o la obtención del estatus de refugiado. La primera ministra en funciones, Magdalena Andersson, quien dimitió el jueves —un gesto con el que reconoce que la tarea de intentar formar Gobierno debe recaer primero en el bloque de derechas— declaró en campaña que no se podía permitir que hubiera “Chinatowns y Somalitowns” en Suecia. “Es evidente que la frase no fue adecuada y que le ha pasado factura”, comenta por teléfono el politólogo Anders Sannerstedt.
Andersson argumentó que todas las zonas del país deberían tener como máximo un 50% de población de origen foráneo (nacida en el extranjero o con dos padres extranjeros), y que había que poner fin a las “sociedades paralelas dentro dentro del país”. Sannerstedt considera que las propuestas de la política socialdemócrata eran en esencia beneficiosas para la población inmigrante. “Básicamente defendía que había que terminar con la segregación, mejorando el nivel de vida en los barrios deprimidos y con una modernización del ascensor social”, añade el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Lund. “El problema fue que no supo proponer medidas concretas y algunas de sus declaraciones fueron malinterpretadas”.
Sannerstedt explica que la ausencia de sondeos a pie de urna en los barrios como Rosengard dificultan aún más el estudio del voto musulmán. Sin embargo, en todos ellos se observa una pérdida de apoyos a socialdemócratas en las municipales, además de un incremento de la abstención y, en algunos, la irrupción con mucha fuerza de Nyans. Un hecho evidencia que a los socialdemócratas les preocupaba en la recta final de la campaña la pérdida de votos musulmanes: la víspera de la jornada electoral, Andersson hizo campaña en Rinkeby, uno de los barrios más conflictivos de Estocolmo, donde Nyans ha obtenido más del 20% de los sufragios.
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SuscríbeteUn colegio electoral en Rinkeby, a ocho kilómetros del centro de Estocolmo, el pasado domingo.TT NEWS AGENCY (via REUTERS)
“Yo no voto, pero mi madre, que siempre había apoyado a los socialdemócratas, esta vez eligió a Nyans”, comenta Aasha Farah, una sueca de origen somalí de 22 años que ha residido siempre en Rinkeby. “Le dijeron en un grupo de WhatsApp que era lo mejor para ella”, resume. “La irrupción de Nyans resulta alarmante”, comenta Sannerstedt. “Es un partido claramente iliberal, con tintes islamistas y un discurso muy poco democrático”, describe el politólogo. En Malmö (350.000 habitantes), la formación ha obtenido el 2,8% de votos en las municipales, unos cientos de sufragios menos que los necesarios para haber entrado en el Ayuntamiento. En Landskrona (47.000 habitantes), un municipio a 40 kilómetros de Malmö, los resultados del escrutinio todavía son provisionales y aún mantienen opciones de sacar un puesto de concejal.
Nyans es una formación creada en 2019 por Mikail Yüksel, un ciudadano nacido en Turquía que fue expulsado del Partido del Centro por sus vínculos con Lobos Grises, una organización islamista y ultranacionalista turca. En campaña, los candidatos de Nyans han insultado a los judíos y los chiíes. También han propagado bulos, como que las autoridades suecas secuestran a niños musulmanes para darles una educación cristiana. “Es increíble lo que han calado algunas de esas teorías conspirativas”, comenta Sannerstedt. Entre sus propuestas, Yüksel reclama para la población musulmana en Suecia un estatus de minoría equiparable al que tienen los samis, los indígenas que residen en el norte del país desde hace milenios.
La irrupción en el país escandinavo de Rasmus Paludan, un radical con nacionalidad sueca y danesa, también parece haber beneficiado a Nyans y a la ultraderecha, y perjudicado a los socialdemócratas. Paludan, que formó un partido en Dinamarca (Línea Dura) que obtuvo el 1,8% de los votos en las últimas parlamentarias, apostó por una nueva estrategia ante la cita electoral en Suecia: ha acudido durante meses a las zonas del país con mayor concentración de población musulmana para quemar un corán. Sus acciones provocaron fuertes disturbios en barrios como Rosengard y Rinkeby. El partido promusulmán ha abogado en campaña por la prohibición de quemar coranes. Nyans también defiende el uso del velo, el niqab y el burka en cualquier ámbito. “Nos ha hecho daño que ellos hayan mentido al decir que íbamos a prohibir el uso del velo” ha declarado Joakim Sandell, concejal socialdemócrata en Malmö, al diario Dagens Nyheter.
La socialdemocracia no parece haber perdido votos solo entre la población musulmana que vive en barrios como Rinkeby o Rosengard. También entre la comunidad kurda, que por lo general está más integrada que otras minorías, pero que se siente traicionada por los acuerdos alcanzados con Turquía para que levantara el veto al ingreso de Suecia en la OTAN. El futuro Gobierno sueco tendrá que lidiar con las exigencias de Ankara, que todavía no ha dado luz verde a la adhesión y sigue exigiendo la extradición de decenas de kurdos, entre otras demandas. “Confiamos en que el nuevo Gobierno que se forme en Suecia dé pasos concretos para cumplir con nuestras demandas. De lo contrario, no podrán ingresar en la Alianza”, declaró Mevlüt Çavusoglu, el ministro de Exteriores turco, al poco de confirmarse la victoria del bloque de derechas.
A pesar de la pérdida de votos entre la comunidad musulmana (en torno al 10% de la población del país), el resultado del Partido Socialdemócrata ha sido mejor que el de hace cuatro años. Los sondeos apuntan a que ha obtenido votos procedentes del Partido del Centro y de La Izquierda (excomunistas). La popularidad de Andersson, que ha estado menos de 10 meses al frente del Gobierno, parece que ha sido el factor clave para ganar unos escaños.
El margen entre el bloque de derechas y el liderado por Andersson (socialdemócratas, excomunistas, centristas y ecologistas) ha sido finalmente de poco más de 70.000 votos. La ultraderecha, los conservadores, los cristianodemócratas y los liberales tendrán tres escaños más que sus rivales en el Parlamento unicameral de Estocolmo, cuyos 349 diputados se eligen por un sistema de representación proporcional. Resulta imposible saber cuánto afectó exactamente la pérdida de votos musulmanes a los socialdemócratas, pero unos pocos miles de votos más les habrían otorgado un escaño más que acabó en manos conservadoras. El margen final de tres diputados en vez de uno aumenta las opciones del bloque de la derecha de alcanzar un acuerdo para la formación de Gobierno, ya que no bastará con que un único diputado cambie de bloque para evitar que la ultraderecha tenga influencia durante los próximos cuatro años.
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