El palestino Mohamed Salhab al Tamimi, originario de Hebrón (Cisjordania), desapareció el pasado 3 de septiembre en Turquía. Sus compañeros lo vieron por última vez al terminar una guardia nocturna en el hospital de la Universidad Selçuk de Konya, en el centro del país, donde estudiaba Medicina. Se dirigió a casa, se cambió y salió hacia la mezquita para participar en el rezo del viernes. Testigos mencionados por la agencia turca DHA afirman que, por el camino, una furgoneta se detuvo junto al joven y cuatro encapuchados lo introdujeron a la fuerza en el vehículo, que partió en dirección a Ankara.
No fue el único palestino al que se le perdió el rastro. Hasta nueve jóvenes que estudiaban y trabajaban legalmente en Turquía fueron dados por desaparecidos a lo largo del pasado septiembre, en diferentes puntos del país y en casos sin aparente conexión. Las autoridades palestinas, alarmadas, iniciaron una investigación, pues no había rastro de ellos en ningún registro oficial de Turquía, ni en comisaría ni en hospitales ni en las morgues. Los compañeros de Salhab, no se lo explicaban: “Era una persona sin mácula. Se sabía el Corán de memoria y era muy devoto. Un buen chico. Iba a ser un gran médico, le faltaba poco para graduarse. Y no tenía problemas con nada ni con nadie”, explicaba uno de ellos, citado por DHA. En cambio, para el MIT, los poderosos servicios secretos turcos, Salhab era un espía.
La trama de las desapariciones ha hecho aflorar en Turquía la guerra soterrada que libran supuestamente los servicios de inteligencia de Israel y de la Autoridad palestina contra Hamás, el movimiento islamista que gobierna de hecho en la franja de Gaza y que cuenta con protección del Gobierno turco, dirigido desde hace casi dos décadas por el islamista Recep Tayyip Erdogan, actual presidente del país. El misterio no comenzó a esclarecerse hasta mediados de octubre, cuando las autoridades turcas reconocieron ante representantes diplomáticos palestinos que al menos dos de los desaparecidos se hallaban bajo custodia policial, aunque sin aclarar por qué delito.
La semana pasada, el diario Sabah y el canal de televisión estatal TRT –ambos muy cercanos al Gobierno turco– informaron de que los servicios secretos habían desarticulado una red de 15 agentes que trabajaban para el Mosad, la agencia de espionaje exterior israelí. Entre las fotos de los presuntos espías publicadas por la prensa, solo difuminadas ligeramente e identificados por siglas, se adivinaban los rostros de algunos de los desaparecidos, entre ellos el de Salhab.
De acuerdo con estas revelaciones, una operación del MIT en la que participaron 200 agentes se dedicó durante un año a vigilar los movimientos de esta supuesta red de espionaje que trabajaba en suelo turco para el Mosad. Estaba compuesta por “individuos de origen árabe” y organizada en cinco células de tres miembros cada una que se dedicaban a recabar información sobre palestinos, especialmente aquellos que estudiaban carreras enfocadas en la tecnología y la defensa. Israel ha concentrado en los últimos años operaciones de asesinatos selectivos en Túnez, Siria y Gaza contra ingenieros palestinos especializados en la construcción de cohetes y drones.
Algunos componentes de la red se reunían periódicamente con supuestos miembros del Mosad en Zúrich (Suiza), Zagreb (Croacia) o Nairobi (Kenia) y servían de correos para trasladar dinero y órdenes. El diario Sabah ha publicado extractos de la presunta confesión de Salhab, en la que explica que, en 2018, fue contactado a través de WhatsApp por una persona que se identificó como un empresario. Dijo ser propietario de una compañía dedicada a enviar a personas de origen árabe a estudiar a Turquía y estar interesado en saber cómo era el proceso de selección de alumnos y qué ayudas ofrecían a los estudiantes palestinos el Gobierno y los ayuntamientos turcos.
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Tras elaborar un primer informe sobre estas cuestiones, por el que recibió varios miles de euros, siguieron otros sobre las actividades de ONG palestinas en Turquía y, finalmente, un encuentro con dos individuos en Zúrich que se identificaron como perteneciente a “una organización de inteligencia que hace trabajos de investigación para la Unión Europea” y que estaban interesados en ayudar a los palestinos.
Los 15 detenidos fueron puestos a disposición judicial a comienzos de octubre acusados de espionaje. Pero la trama se ha complicado aún más al emerger nuevas informaciones sobre el caso. Fuentes de la inteligencia israelí han descartado tener conexión con la red de espionaje desarticulada en Turquía. Ram Ben Barak, ex director adjunto del Mosad y actual diputado en la Kneset (Parlamento) desmintió el domingo en declaraciones al canal 12 de la televisión que se tratara de agentes del espionaje exterior. “Los servicios de inteligencia de Turquía tratan de exagerar sus éxitos, pero se trata de una información desproporcionada”, alegó Ben Barak.
Una fuente del Mosad ha revelado además al columnista israelí Ben Caspit que la agencia de espionaje ”no cuenta con una potente red propia en Turquía”. “Se trata de un asunto interno palestino, en el que el Mosad solo ha jugado un papel marginal”, sostiene Caspit en el portal digital Al Monitor. A tenor de las informaciones publicadas por la agencia de noticias palestina Shehab, cercana a Hamás, la red de espionaje en Turquía había sido establecida por el Servicio General de Inteligencia (GIS) palestino, bajo las órdenes directas del general Majed Faraj, uno de los más estrechos colaboradores del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas.
Indicios de una operación subcontratada
Esta información, basada en organizaciones asentadas en Gaza, apunta a que la red desactivada por el contraespionaje turco estaba subcontratada por Israel y tenía como objetivo recabar información a fin de preparar “operaciones para liquidar” a líderes palestinos refugiados en Turquía. La inteligencia palestina ha colaborado en el pasado con el Shin Bet, el servicio de seguridad interior de Israel, para combatir la presencia de los islamistas en Cisjordania, pero hasta ahora no existían indicios de cooperación en el exterior a través del Mosad.
En 2020, Israel denunció que Turquía había concedido la ciudadanía a una docena de miembros de Hamás, entre ellos algunos implicados en atentados. El espionaje israelí sitúa al frente de la organización islamista palestina en suelo turco a Salah al Aruri, un comandante del brazo militar de Hamás al que Israel achaca la responsabilidad sobre varios ataques en Cisjordania.
El presidente Erdogan aprovechó el pasado mes de julio la designación del laborista Isaac Herzog como nuevo jefe del Estado judío para restablecer, mediante una conversación telefónica, los contactos directos que habían quedado rotos bajo los mandatos del primer ministro Benjamín Netanyahu (2009-2021). El cese formal de relaciones se produjo en 2010, tras el asalto en aguas internacionales por comandos navales israelíes a una flotilla turca que se dirigía con ayuda humanitaria a Gaza, operación en la que perdieron la vida 10 turcos.
La crisis diplomática se cerró formalmente seis años después con el pago de indemnizaciones a las familias de las víctimas y la salida del país en dirección a Líbano de jefes de Hamás en el exterior. Su retorno a territorio turco está detrás de la trama de desapariciones, espionaje y detenciones aireada por los medios de comunicación –sin el menor asomo del sigilo que suele rodear al Mosad o al MIT– en ambas orillas del Mediterráneo oriental.
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