La invasión rusa de Ucrania ha dejado claro al Gobierno alemán que la política energética también forma parte de la geopolítica. Mientras empiezan a escucharse los primeros lamentos públicos por haber cultivado durante décadas una perniciosa dependencia de los hidrocarburos rusos, Berlín mueve ficha y acelera la expansión de las energías renovables. Más solar y eólica, menos combustibles fósiles, y lo antes posible. La guerra ha mostrado que el crecimiento de las energías verdes “es más urgente que nunca”, asegura el ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck.
Acabar cuanto antes con las importaciones de energía rusa se ha convertido en una de las principales preocupaciones de Habeck. Pero sin perder de vista que el objetivo a medio plazo es prescindir de todos los hidrocarburos. El ministro ha presentado este miércoles un paquete de medidas para agilizar la construcción de parques eólicos y plantas fotovoltaicas por todo el país. Habrá que modificar leyes y vencer las resistencias, porque el objetivo es ambicioso: Alemania quiere obtener el 80% de su energía de fuentes renovables en 2030. Supone doblar la aportación de las energías verdes en apenas ocho años, desde el 41% actual. El anterior objetivo para esa fecha era del 65%.
En cinco años más, en 2035, toda la electricidad debería producirse ya con renovables, según los planes de Habeck. El paquete de medidas “pone las bases para que Alemania se convierta en un país climáticamente neutro”, dijo el ministro. Alemania fijó por ley, todavía con Angela Merkel en el poder, el objetivo de neutralidad climática para 2045, cinco años antes de la previsión que maneja la Unión Europea. Lo hizo tras una sentencia del Constitucional que obligaba a una mayor ambición en la lucha contra la emergencia climática y a meses de unas elecciones marcadas por el empuje de los Verdes, que acabaron entrando en el nuevo Gobierno de coalición.
La expansión de las renovables no puede sustituir las importaciones de carbón, petróleo y gas rusos en el corto plazo, pero el Ejecutivo del socialdemócrata Olaf Scholz se ha propuesto aprovechar la situación de crisis para dar un empujón a la transformación energética. Berlín ha dado su visto bueno a incluir el embargo del carbón ruso en el próximo paquete de sanciones contra Moscú que prepara la Unión Europea. En segundo lugar seguirá el petróleo y, finalmente, el gas, el más difícil de sustituir. Scholz ha instado a los socios europeos a aprovechar la unidad que han conseguido forjar tras la invasión de Ucrania para acometer reformas energéticas. La UE “debe ser independiente de los recursos fósiles”, dijo el miércoles en el Bundestag.
El canciller alemán Olaf Scholz (d) y el ministro Robert Habeck, a la izquierda.MARKUS SCHREIBER (AFP)
La coalición de socialdemócratas, verdes y liberales llegó a evaluar la opción de prorrogar la vida útil de los últimos tres reactores nucleares que quedan en Alemania, pero finalmente lo ha rechazado por las dificultades técnicas que supondría y la negativa de las empresas propietarias. Las centrales cerrarán el 31 de diciembre como estaba previsto. Ante ese escenario, en el corto plazo no hay más opción que seguir importando hidrocarburos, aunque de otro origen. “Queremos contar lo antes posible con terminales de gas licuado”, subrayó Scholz el miércoles en el Bundestag. Alemania quiere construir sus propias regasificadoras en tiempo récord para recibir gas natural de otros exportadores.
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La ofensiva renovable de Habeck incluirá desde mayores subsidios a la instalación de placas solares, hasta la creación de nuevas áreas para construir parques eólicos marinos, pasando por la modificación de los procedimientos administrativos para que los proyectos no pasen años enfangados en burocracia, como venía sucediendo hasta ahora. El ministro llegó a la rueda de prensa en Berlín con los 600 folios de su plan bajo el brazo, una imagen que ilustraba lo que calificó de “mayor paquete de políticas energéticas de las últimas dos décadas”.
Para agilizar los proyectos será crucial la declaración de las energías renovables como de “interés público destacado y un servicio a la seguridad pública”. Este principio hará que sea más difícil paralizar tramitaciones de parques eólicos, cuya expansión se ha ralentizado en los últimos años por las protestas de los vecinos pero también por la existencia de leyes regionales con requisitos que hacen prácticamente imposible su implantación. Baviera aprobó en 2014 la norma conocida como 10H, que estipula una distancia mínima de 10 veces la altura de los aerogeneradores del edificio más cercano. Desde entonces prácticamente no se ha levantado ningún aerogenerador: toda la nueva capacidad eólica se ha instalado en la mitad norte del país. El ritmo actual debería triplicarse para conseguir los objetivos que se ha marcado el Gobierno.
Las modificaciones legislativas, que afectan a varias normativas en vigor, tendrán que ser aprobadas en el Bundestag. Y primero Habeck deberá pulir detalles con sus socios liberales, que ya han anunciado pequeñas objeciones. Las medidas podrían entrar en vigor el 1 de julio. En el plan, llamado “paquete de Semana Santa”, de momento no aparece el cambio normativo que obligaría a que al menos el 2% del territorio alemán se dedique a este tipo de proyectos, como anunció el tripartito hace unos meses.
“Por un lado, la crisis climática está llegando a un punto crítico. Por otro, la invasión rusa muestra lo importante que es eliminar gradualmente los combustibles fósiles e impulsar la expansión de las energías renovables”, aseguró Habeck, que ha apoyado al canciller en su negativa a cortar la importación de gas ruso como cada vez más voces están demandando, especialmente tras las atrocidades cometidas en la ciudad ucrania de Bucha. El ministro de Los Verdes mantiene, como Scholz, que Alemania no puede prescindir del gas ruso de un día para otro. Según sus cálculos, necesitaría dos años para suplir su dependencia, que fue del 55% el año pasado.
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