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La guerra en Ucrania entra en su segundo año: ¿y ahora qué?

EL PAÍS

Días antes de que el presidente ruso, Vladímir Putin, lanzase la invasión a gran escala sobre Ucrania, varios de los aliados internacionales de Kiev advirtieron al Gobierno de Volodímir Zelenski de que sus servicios de inteligencia pronosticaban no solo la entrada de las tropas rusas, sino la toma de Kiev y el derrumbe del Ejecutivo. Muchos de los soldados de Moscú que se adentraron con sus tanques llevaban en el petate el uniforme de gala. El Kremlin planeaba regodearse en la invasión como un paseo por el parque. El objetivo era capturar en tres días la capital ucrania, de alto simbolismo para el ilusorio discurso imperialista de Putin. Ahora, cuando la guerra de Rusia en Ucrania ha entrado en su segundo año, las incógnitas son grandes sobre el devenir a medio y corto plazo en el campo de batalla.

En Ucrania, la política interna estará centrada en la guerra y las perspectivas europeas. En Rusia, cuando el jefe del Kremlin —y su aparato de seguridad— mantiene el apoyo de una ciudadania alimentada básicamente con un menú de propaganda furiosamente antioccidental y cada vez más acostumbrada a la invasión como una rutina, se prevén pocos cambios.

Una multitud escucha el discurso del presidente ruso, Vladimir Putin (en el centro del escenario) durante un concierto por el Día del Defensor de la Patria, en el estadio Luzhniki de Moscú el 22 de febrero de 2023. NATALIA KOLESNIKOVA (AFP)

La guerra de Putin se ha convertido, un año después, en una sangrienta batalla de desgaste en la que, cada vez más, Ucrania depende de sus aliados para mantenerse a flote, en el campo de batalla, pero también en el día a día de las cuentas y en los planes de reconstrucción. Rusia, muy aislada de los mercados internacionales por las sanciones occidentales —una nueva ronda de restricciones europeas y estadounidenses se ha aprobado estos días— sigue en pie y, aunque está notando cada vez más el golpe, resiste con su economía diseñada en forma de fortaleza. Y probablemente llegarán más sanciones, aunque el espacio cada vez es menor y la negociación, más difícil.

Moscú mirará más hacia fuera, tanto para afianzar las alianzas con sus socios como para buscar nuevos lazos y aumentar su poder de combate. De hecho, muchos ojos observan con atención a China. La inteligencia estadounidense ha advertido de que Pekín podría suministrar a Moscú drones, artillería y otro material militar. Además, el Ministerio de Defensa del Reino Unido ha incidido en que es probable que el Kremlin busque el reabastecimiento de drones de ataque iraníes. A la vez, Putin está desplegando sus tentáculos para lograr tracción diplomática que le permita eludir las sanciones de Occidente.

Rusia, advierte una fuente de una agencia de inteligencia occidental, ha intensificado su campaña de desinformación en el conocido como sur global sobre asuntos como la crisis alimentaria. Mientras, los agentes de influencia del Kremlin, buscarán reactivar la retórica sobre el impacto de la guerra y de las sanciones. “Veremos cada vez más discursos que animen a Ucrania a claudicar”, señala la misma fuente. Algunos analistas vaticinan que los aliados occidentales, que hasta ahora han mantenido un férreo discurso sobre que Ucrania debe ser la que decida los objetivos del conflicto y determinar cuándo está preparada para negociar su fin, plantearán cada vez más conversaciones con Kiev para tratar de diseñar objetivos estratégicos comunes y, sobre todo, un final diplomático. De momento, ni Rusia ni Ucrania están en ese punto de sentarse a la mesa. Y los crímenes contra la humanidad, que, según la UE y EE UU, ha cometido Rusia en Ucrania, y los órdagos nucleares de Putin tampoco facilitan que se empiecen a colocar la mesa y las sillas para esa vía del diálogo.

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El líder ruso, lejos de modular su discurso, ha vuelto a dar pistas de las que pueden ser sus próximas acciones al insistir en que su objetivo, tras anexionarse de forma ilegal cuatro regiones ucranias (que no controla por completo), son los “territorios históricos de Rusia que ahora se llaman Ucrania”.

Para Kiev, el único futuro es seguir luchando, incide Orysia Lutsevich, que encabeza el fórum ucranio en el think tank Chatham House. Moscú confía en terminar ahogando a Ucrania y que en el maratón en el que Putin ha convertido la guerra, Kiev pierda el resuello y también sus aliados, que han mantenido el apoyo sin fisuras al país invadido desde el principio de la guerra no solo a través de sanciones sin precedentes sino, en el caso de la UE, por ejemplo, también rompiendo uno de los mayores tabúes: suministrando apoyo armamentístico. Ahora, cuando la guerra no tiene visos de terminar, Bruselas busca fórmulas urgentes para suministrar munición a Ucrania a través de nuevos esquemas financieros y, al igual que EE UU, con acuerdos con la industria de defensa.

Un tanque Leopard 2, como los que diversos países europeos entregarán a Ucrania, en unas maniobras en Augustdorf, Alemania, el pasado 1 de febrero de 2023. Martin Meissner (AP)

Preocupa la sostenibilidad de la producción de armamento, que, además, es lenta. La munición más preciada podría llegar tarde al frente de batalla. La necesidad sobre el terreno es acuciante. Rusia ha empezado paso a paso su nueva ofensiva —de momento no demasiado bien diseñada, según el jefe de la inteligencia militar ucrania, Kirilo Budanov— y Kiev se prepara para dar un nuevo empuje en el frente sur, donde trata de romper el corredor que Rusia ha creado ocupando territorio entre la península ucrania de Crimea (que se anexionó de forma ilegal en 2014) y la región de Donbás. Muchos analistas perciben esa próxima contraofensiva como un punto decisivo en el termómetro del apoyo occidental a Ucrania. Sobre todo, si falla o va mucho más lenta de lo esperado.

Ucrania y también Rusia observan muy atentamente la situación económica en Occidente. Ambos países son muy conscientes de que una grave recesión podría tener un coste político en los gobiernos que han demostrado su apoyo a Kiev y también cambiar el sostén público de la ciudadanía. Tienen marcadas a fuego en su calendario importantes citas políticas fuera de su territorio, pero que serán decisivas para el futuro de la guerra del Kremlin. Sobre todo, las elecciones estadounidenses de 2024 y su previa campaña electoral hacia la Casa Blanca, en la que la invasión a gran escala lanzada por Putin tendrá un gran protagonismo. El presidente estadounidense, el demócrata Joe Biden, ha mostrado un apoyo abundante y crucial a Kiev, pero queda la incógnita de qué sucedería con una hipotética Administración bajo control republicano.

El Gobierno de Kiev, embarcado en reformas de su sistema de justicia, medidas anticorrupción, leyes contra el poder político de los oligarcas y normas sobre el respeto a las minorías, desea abrir las negociaciones de adhesión a la Unión Europea antes de que acabe el año. En otro tiempo, quizá el propósito del Ejecutivo de Zelenski sería imposible, pero desde que Kiev entregó su petición de ingreso hasta que la UE lo declaró país candidato pasaron solo tres meses. Bruselas, de hecho, está tratando de construir un traje a la medida de Ucrania para lograr que sea miembro de facto. La Comisión Europea entregará en primavera a los Estados miembros un informe de cómo van las reformas sobre los siete puntos que Kiev debe completar. “Hay una clara voluntad política en la cúpula de la UE y el reconocimiento del simbolismo de que Ucrania está defendiendo el modo de vida europeo [como repite Zelenski]”, señala la experta ucrania Orysia Lutsevich.

El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, saluda en Kiev a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, flanqueada por el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, el 8 de abril de 2022.STRINGER (AFP)

Con la guerra aún en marcha y sus aliados embarcados en conversaciones e iniciativas sobre nuevos envíos de armas —más tanques, armas de largo alcance y cazas—, la OTAN explora qué tipo de garantía de seguridad puede ofrecer a Kiev una vez terminado el conflicto como una perspectiva de mirada de largo aliento. Ucrania recibió la carta de invitación en 2008 para entrar en la Alianza Atlántica, pero desde entonces y pese a la retórica de Moscú, no se ha movido un ápice. Ahora, la OTAN trata de buscar fórmulas para que sus países puedan ofrecer algún tipo de garantía al país del Este similar al artículo 5, por el que se comprometerían a defenderlo si vuelve a ser agredido, explican fuentes aliadas. El plan, sin embargo, no agrada demasiado a los bálticos y a Polonia, que remarcan que el objetivo debe ser la entrada rápida de Ucrania en la organización.

El pronóstico en el campo de batalla es incierto, señala el historiador Andriy Zayarnyuk, de la Universidad de Winnipeg. “La lección principal de las guerras es que uno no puede controlarlas. No se puede mantener un conflicto militar a un nivel bajo y disfrutar de la ilusión del control”, señala. Rusia sigue atacando infraestructuras civiles y energéticas y las autoridades ucranias han advertido de que Moscú se prepara para lanzar nuevos bombardeos a gran escala. La guerra se ha enquistado en Donbás, donde las batallas de artillería son cruentas y enormes parches de la ondulante región minera —ya muy tocada por ocho años de conflicto entre Kiev y los separatistas prorrusos, tras los que el Kremlin parapetó sus propias fuerzas y su apoyo político y económico— están quedando en ruinas.

Ambos ejércitos están sufriendo un gran número de bajas. Rusia, que solo ha desplegado a la mitad de sus militares movilizados, podría lanzar en los próximos meses otra campaña de reclutamiento, apunta la analista rusa Tatyana Stanovaya, investigadora del Carnegie Endowment for International Peace y fundadora de la red de análisis R. Politik. En algunas regiones de Ucrania, donde los primeros meses se recibieron decenas de miles de alistados en todo el país que quedaron en lista de espera, se están entregando citaciones también a personas que no se apuntaron.

Y mientras Ucrania se afana en sus reformas con perspectiva europea, en Rusia hay escasas posibilidades de cambios en la política interna, advierte Stanovaya. Todo ello incluso si de cara a las elecciones presidenciales de marzo de 2024 —para las que el país aún espera una aclaración sobre si Putin se volverá a postular (ya cambió la Constitución para poder hacerlo)— hay algunos movimientos en el Gobierno u otros anuncios. “El país ha entrado en una especie de ambiente rutinario, la gente se está acostumbrando a la invasión. Se están preparando para una guerra larga. Admiten que puede durar dos, tres años”, señala Stanovaya. “Si no pasa algo extraordinario, veremos un año similar al pasado”, vaticina.

Lo cierto es que el resultado de la guerra más global desde la Segunda Guerra Mundial decidirá no solo el futuro de Ucrania, remarca Serhii Plokhy, uno de los historiadores más destacados de Ucrania. También tendrá un gran impacto en el futuro del espacio postsoviético y en la capacidad de países como Moldavia, Georgia y Kazajistán para llevar a cabo una política exterior totalmente independiente. “La victoria de Rusia crearía una nueva amenaza para Europa, sus valores, instituciones y su forma de vida; también consolidaría el régimen gobernante de Moscú. La victoria de Ucrania le daría a la oposición rusa la oportunidad de emerger como una fuerte fuerza política y, en última instancia, cambiar el rumbo militarista, que es devastador no solo para los vecinos de Rusia, sino también para la propia Rusia”, dice Plokhy, director del Instituto de Investigación Ucranio de la Universidad de Harvard, que ha publicado este año en español Las puertas de Europa, sobre la historia ucrania.

Los resultados de la guerra ya son obvios, dice Plokhy: Rusia ha sufrido una derrota estratégica y Ucrania ha sobrevivido, mantendrá su independencia y seguirá su rumbo en la integración europea: “Es demasiado pronto para decir cuándo terminará esta guerra. Mucho depende de los resultados de la actual ofensiva rusa y la contraofensiva ucrania planificada. Cuanta más solidaridad occidental y asistencia a Ucrania, antes terminará la guerra, habrá menos sufrimiento en Ucrania y más beneficioso será su resultado”.

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