Las guerras secretas que ocultan los mares de Oriente Próximo siempre acaban saliendo a flote. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, acusó a principios de mes a Irán del ataque que acababa de sufrir el mercante Helios Ray, registrado en Bahamas por una empresa de Israel, en aguas del golfo de Omán. Otra supuesta acción armada ocurrida un mes después en aguas del mar Arábigo —contra el portacontenedores Lori, de bandera liberiana, pero también propiedad de una compañía radicada en Haifa— ha sido aireado durante el pasado fin de semana por la prensa hebrea. Entre ambos incidentes, el diario estadounidense The Wall Street Journal reveló que comandos de la Armada israelí han estado saboteando desde hace más de un año una decena de petroleros y buques iraníes que navegaban con combustible y presunto material de uso militar por el Mediterráneo y el mar Rojo.
Sin muertos ni barcos capturados ni echados a pique por ahora, la batalla naval entre los dos grandes enemigos regionales se mantiene aún por debajo de la línea de flotación, aunque ya ha comenzado a emerger como una amenaza a la estabilidad regional de consecuencias imprevisibles. “Hasta hace poco, los iraníes no habían respondido a los ataques contra sus petroleros, pero ahora parecen haber llegado a la conclusión de que pueden disuadir a Israel de sus acciones para interrumpir el suministro de petróleo a Siria atacando barcos [israelíes] que cubren líneas comerciales con Asia”, razona Alex Fishman, analista de defensa del diario hebreo Yedioth Ahronoth.
En el caso del Lori, que navegaba desde Tanzania a India el jueves de la semana pasada cuando sufrió daños causados por un misil o una mina, las compañías aseguradoras internacionales se apresuraron a hacerse eco en sus informes del incidente, por el que pueden excluir al buque de la ruta comercial ante el riesgo que se presenta para la seguridad de las mercancías. Las pérdidas para las compañías armadoras israelíes serían ingentes. No es el caso de las navieras iraníes implicadas en esta guerra naval, que están en manos de los Guardianes de la Revolución, cuyos daños son cubiertos por el régimen de Teherán.
La información sobre el segundo ataque a un mercante israelí atribuido a Irán, adelantada por el canal 12 de la televisión de Israel, fue pronto confirmada por altos cargos. El ministro de Defensa, Benny Gantz, se limitó a señalar que se estaban investigando los hechos. “Pero estamos convencidos de que Irán está intentando dañar las infraestructuras israelíes”, apostilló. El Gobierno de Teherán lo ha negado todo, aunque su portavoz oficial, Ali Rabiei, declaró a las agencias de noticias internacionales que su país se iba a esforzar en “garantizar la seguridad en los mares abiertos”, en una velada advertencia a Israel.
El suministro de petróleo iraní lleva meses reduciéndose en la terminal portuaria de Latakia, en la costa siria. Las restricciones de combustible afectan a todo el país, y también a la Fuerza al Quds, el cuerpo expedicionario de los Guardianes de la Revolución iraní, y a sus aliados de la milicia libanesa chií de Hezbolá, que combaten junto a las fuerzas leales al régimen de Damasco. A lo largo de los diez años de guerra en el país árabe, Israel ha bombardeado desde el aire posiciones proiraníes y convoyes de transporte de armamento, en una guerra no declarada para evitar que sus enemigos se doten de armas modernas, como misiles con sistema de guiado de precisión, en su misma frontera. En esta ocasión también se produjo una represalia aérea por los daños causados en el casco del Helios Ray, que tuvo que atracar en Dubái para someterse a reparaciones.
Pérdidas millonarias para Irán
La contienda dentro de otra contienda se trasladó a los mares a partir de 2019, según el analista Fishman. Fuerzas especiales de los comandos navales israelíes, han operado en secreto a centenares de millas de las costas de Israel. La docena de incidentes armados contra barcos iraníes contabilizada por The Wall Street Journal puede llegar a duplicarse en realidad, según este experto Israelí. Casi todos los barcos saboteados pudieron proseguir su ruta, aunque al menos dos se vieron forzados a regresar a puertos iraníes. Se estima que el bloqueo de cada uno de petroleros representa una perdura para lrán de hasta 80 millones de dólares (68 millones de euros).
El portacontenedores Lori, propiedad de la firma isarelí XT Management, había zarpado el pasado día 21 desde el puerto africano de Dar es Salam rumbo a Mundra, en la costa noroccidental de India. Fuentes de la seguridad marítima informaron a Reuters de que el buque se vio obligado a parar máquinas durante tres horas a causa del ataque sufrido al amanecer del día 25, presumiblemente por un misil o por minas, antes seguir su navegación. Al igual que en el incidente del Helios Ray, no se registraron daños entre la tripulación, ninguno de cuyos miembros era israelí.
Desde el año pasado, tras el supuesto sabotaje de las instalaciones nucleares de Natanz y el presunto atentado en el que murió Mohsen Fakhrizadeh, el científico que puso en marcha hace dos décadas el programa atómico iraní, la escalada de la tensión naval entre Israel e Irán compromete los intentos de la Administración de Joe Biden por reactivar el acuerdo nuclear suscrito en 2015 por EE UU con Teherán, que fue suspendido en 2018 por su predecesor en la Casa Blanca, Donald Trump, el presidente que más ha beneficiado los intereses del Estado judío desde su fundación en 1948.
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