La heladez en el Barça


He pasado unos días en México, más concretamente en Mérida, capital del Yucatán, para impartir una conferencia. Cuando llegué me avisaron de que empezaba a refrescar y que el tiempo sería más frío de lo normal: 35 grados y un 90 % de humedad me convencieron de que mis amigos meridanos se habían equivocado, pero según ellos el tiempo estaba refrescando y ya me empezaron a hablar de que en breve llegaría la heladez. ¿Heladez? ¿Qué quiere decir eso? Respuesta: “Heladez es cuando, allá por diciembre, tal vez enero, la temperatura baja a eso de los 19 grados y aquí todos nos ponemos los gorros, las chamarras y toda nuestra ropa de invierno”.

Y en la heladez pensaba yo cuando reflexionaba sobre la situación del FC Barcelona y todos los dramas de los que se ha hablado en los últimos tiempos. De heladez les hablé a los alumnos de la Universidad que querían saber mi parecer sobre la situación del club blaugrana. Les decía que eso pasa cuando estás acostumbrado a vivir en tus 35 grados, en esos tiempos en los que estar entre los tres primeros era una simple obligación o la clasificación para los octavos de la Champions se daba siempre por descontada, esos tiempos en los que se hablaba de finales en diciembre y de títulos en Navidades como si estos los trajese Papá Noel, Olentzero o Los Reyes Magos. Y repasaba con mis alumnos los grandes equipos europeos que han atravesado desiertos deportivos intensos, desiertos que algunos siguen atravesando. Desde el Bayern al Inter, desde el Manchester United al Milan, desde la Juventus al Chelsea, todos ellos han pasado temporadas en las que han sufrido para entrar en Champions (o no han llegado a lograrlo) o han padecido en la competición local o han sufrido esa humillación que es bajar a jugar la Europa League (sí, esa competición europea que se juega siempre en jueves menos el día de su final). Por cierto, esa humillación permitió al Manchester United de Mourinho lograr un título europeo en la temporada 2016-2017 después de esperar nueve temporadas.

Y qué quieren que les cuente yo de esos temas si el Atlético de Madrid de la temporada 2017-2018, teóricamente preparado para asaltar la Champions, derrotó a mi Olympique de Marsella por 3-0 sin dejarnos más que 20 minutos de esperanza de levantar el trofeo. No sentí en aquella celebración, y no me hubiera gustado sentirla, ninguna heladez porque era solo la Europa League. Tampoco vi a los seguidores del Atlético menos ilusionados con el trofeo ni a sus jugadores celebrarlo a medio gas porque aquella era solo la copa de los jueves o porque la final era en Lyon y no en Cardiff. Por cierto, aquella Europa League del Atlético le permitió disputar meses más tarde la final de la Supercopa de Europa, batiendo al Real Madrid por un contundente 4-2. La heladez nos acompañó a nosotros, a la expedición del OM y a todos los seguidores marselleses en el regreso a casa porque sabíamos que habíamos estado ante una ocasión única, la primera final de un club francés desde hacía 14 años y la última hasta la disputada por el PSG contra el Bayern Múnich, la primera de un club francés tras la ganada por el Olympique de Marsella en…1993.

Por tanto, y desde los 30 grados que siguen persistentes aunque en las terrazas refresque hasta los 26 grados, solo me queda prepararme a observar hasta dónde desciende esa sensación de frío, hasta dónde llega esa percepción de heladez y hasta dónde esos tres partidos de la semana entre Valencia, Dinamo de Kiev y Real Madrid ayuden a regular el termostato o a ponerse, definitivamente, el pijama de invierno aunque sea otoño.

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