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La historia oculta detrás de las máscaras venecianas

Como todos los años, el Carnaval de Venecia se transforma en una de las ediciones internacionales más interesantes de esta celebración, gracias a varias características únicas que lo distinguen, como por ejemplo la utilización de las tradicionales máscaras venecianas, asociadas ahora al color pero que guardan una historia oculta detrás que merece ser contada.

Las máscaras de Venecia, que son fundamentales en el patrimonio cultural y la historia de la ciudad italiana desde hace siglos, y uno de los atractivos principales del carnaval local, no siempre fueron símbolo de alegría y festejo, sino que durante mucho tiempo excusaron a lo peor de la sociedad.

La historia de las máscaras venecianas

Una de las grandes razones por las cuales los venecianos comenzaron a adoptar las máscaras en sus carnavales es que, sumadas a las capas con capuchas sobre la espalda y la cabeza, estas vestimentas impedían reconocen a quienes las llevaban, evitando que se produjera una diferenciación de clases sociales, un mal de esa época en la que los nobles solían discriminar a los campesinos de la zona.

Por supuesto que esa costumbre que se inició casi inocentemente, con el paso de los años dio lugar a toda clase de conductas inapropiadas al amparo del anonimato de capa, capucha y máscara. Libertinaje sexual, apuestas ilegales y hasta crímenes se volvieron moneda corriente.

Para Venecia, que por su ubicación geográfica privilegiada supo ser una de las ciudades más ricas del continente europeo, los encuentros sociales representaban buena parte del quehacer semanal. Igualmente en una localidad pequeña, en la que todos se conocían, la máscara era el recurso ideal para quien quisiera saltarse algunas normas, y eso permitió a los historiadores saber de su existencia.

Primeros registros de las máscaras venecianas

Paradójicamente, las primeras menciones de estos accesorios clásicos del carnaval veneciano actual tienen que ver con prohibiciones impuestas a quienes las llevaban, que se encuentran en registros desde finales del siglo XIII, cuando ya se le expulsaba a los enmascarados que participaran en el ámbito nocturno y de los juegos de azar, porque el antifaz dificultaba saber quién era el rival de turno.

A pesar de esas limitaciones, Venecia fue una ciudad abiertamente desobediente al régimen romano. A cambio de suculentas donaciones de dinero, la capital del imperio muchas veces miró hacia otro lado y dejó pasar los actos de sus ciudadanos. Hasta que la corrupción moral fue tal, que se decidió que las máscaras sólo tendrían sentido en cierto momento del calendario, dando así paso al carnaval, tal y como lo conocemos hoy.


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