Grandes de dos maneras. Fútbol es todo, pero una de su más importante fuerza propulsora es la tradición. Y detrás de un Athletic de Bilbao-Real Madrid hay más de 100 años de recuerdos apasionados. Si los dos equipos se enfrentan en San Mamés, el partido se hace rito. Y mientras en cada disputa saltan chispas y baja desde las gradas un rugido animal, dan ganas de pensar en el fútbol, en su evolución. Porque el Madrid eligió ser universal y desde que la globalización se encontró con Florentino Pérez, no hizo más que acelerar para conquistar el mundo. En cambio, el Athletic sigue apretando con orgullo el freno que más le gusta: el de la identidad local, que lo convierte en un caso único en el mundo. Dos maneras opuestas de afrontar estos tiempos convulsos. En el partido cada uno saca energía competitiva de su modelo, como dos animales mitológicos que desafían el futuro a su manera.
El premio de ser distinto. Si hablamos de fútbol, al partido lo marcó la presión. No hay ningún equipo que, como el Real Madrid, tenga centrocampistas con tanto criterio. Pero cuando el rival marca un ritmo tan alto de juego, asoma la edad de los tres cracks y todo se hace más espeso. Como los rivales no suelen sostener un alto nivel de intensidad durante 90 minutos, tarde o temprano los sabios se imponen. De hecho, el Madrid siempre suele encontrar su momento. Pero frente al Athletic hay que meter a San Mamés en la ecuación, orgullosa fuente de energía que no deja que su cuadrilla se caiga. ¿Quién forma parte de la cuadrilla? Un entrenador que ordena, un público que empuja y unos jugadores que obedecen a las dos partes. Eso es el Athletic, un potente “nosotros” que, cuando entra en combustión, deja pequeño al llamado fútbol moderno.
La derrota no se hizo para el Madrid. Cuando el Madrid pierde se hace una autopsia antes que un análisis. Sobre todo, de la gran víctima de estos tiempos: el entrenador. Se lo acusa de lo que hizo y de lo que no hizo y como en el fútbol no hay contraprueba, todas las críticas imaginarias parecen razonables. Entre otras cosas, porque el entrenador no puede defenderse sin acusar y los tipos como Ancelotti no violan esos códigos. ¿De verdad creen que el problema fue que no puso a Bale y Hazard? Claro que son talentos superiores, pero en la fase en la que están, sería como poner dos corderitos en una jaula de leones. Otra cosa será cuando se pongan a tono. Sabemos que el Madrid tiene prohibido perder. Es un club grande y rico que representa el poder y, como dice Carlos Marzal en su extraordinario libro Nunca fuimos más felices (donde el fútbol tira paredes con la literatura), “la paciencia es de pobres”.
La fortaleza de las raíces. Quiero volver al peso indiscutible de la tradición, que es un gran tema. Quizás la distancia más grande entre dos proyectos es la que va desde el Athletic hasta el PSG. Uno se hace fuerte de su comunidad hacia dentro desde hace un siglo y otro pretende conquistar el mundo como una flamante multinacional. Lo de “flamante” importa. Porque también el Madrid aspira y compite por jugadores de gran talento, pero marca una diferencia muy grande con el PSG: la fortaleza de sus raíces históricas y un contexto al que la misma historia hizo exigente. Son intangibles a los que no se les suele dar importancia, pero para mí marcan tal diferencia entre los dos clubes que solo por eso doy como favorito al Madrid en su próximo enfrentamiento. Porque la historia también juega, San Mamés le rindió culto al fútbol y en París veremos un gran espectáculo moderno.
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