No hace mucho, Ronald Koeman se reunió con Antoine Griezmann (Mâcon, Francia; 29 años) el día antes de jugar un partido liguero. “Vas a descansar”, le advirtió el técnico, consciente de la acumulación de minutos que llevaba. Griezmann, exhausto, aceptó el plan. Pero cuando el técnico recitó la alineación, situó al francés de extremo izquierdo para sorpresa del atacante, que, por supuesto, no protestó. Pero las piernas le reclamaban oxígeno y si en enero fue un torbellino —siete goles y ocho asistencias— se difuminó en febrero sin festejar tanto alguno.
Suplente ante el Elche y el Sevilla en los dos últimos duelos, también lo tomó como una advertencia a sus errores en la definición. Algo extraño en un delantero que en la Real y el Atlético se acostumbró a meter goles a partir de pocas ocasiones; pero también una circunstancia que no puede repetir ante el Sevilla en la vuelta de la semifinal copera (21.00, Telecinco y DAZN), después de caer el Barça en el Pizjuán por 2 a 0.
Griezmann no bebe, cuida la alimentación y tras cada entrenamiento recibe en casa la atención de un recuperador de su confianza. Y es uno de los siete jugadores de los 25 del primer equipo que aún no ha pasado por la enfermería. Significativo si se tiene en cuenta que es el cuarto que más minutos ha jugado (2.659) —por detrás de De Jong (3.155), Messi (2.812) y Alba (2.775)—, y también que en la plantilla se da una lesión cada cinco días, y ya son 31 desde pretemporada. “Sus resultados en las pruebas físicas son sorprendentes tanto en la capacidad aeróbica como en los sprints”, reconocen fuentes de la ciudad deportiva. Pero necesitaba poner el pie en el suelo.
Desde el Athletic a inicios de enero, Griezmann disputó 13 duelos consecutivos de titular y completó ocho para acumular 1.226 minutos de 1.290 (porque en la Supercopa y en la Copa jugaron cuatro prórrogas), lo que supone el 95% del total. Pero ya no quiere perderse lo importante, sobre todo porque en el curso anterior se quedó fuera del once en partidos grandes como el del Bayern o el Madrid, aunque para su satisfacción personal el equipo no ganó ningún partido sin que él fuera titular. Era otro momento.
“Hace piña”
Durante la temporada anterior, a Messi le costó aceptar la llegada de Griezmann porque Bartomeu se la había negado con anterioridad y porque no le gustó que rechazara al equipo un curso antes con un documental producido por Piqué. Cosa que hizo que el 10, sobre el tapete, buscara antes a Luis Suárez que al francés, también porque no quería que se marchara su amigo del alma como al final ocurrió. “Pero Antoine es un tío muy positivo y ha hecho alguna iniciativa para juntarnos a todos y crear piña”, cuenta una voz del vestuario. Y Messi ya se entiende con el francés al tiempo que el equipo también le busca.
El año pasado, chutó en 75 ocasiones y en esta ya suma 84. El problema es que no brilla en lo suyo, en la definición. Así, mientras que en la temporada anterior 36 disparos fueron a puerta (18% de acierto) y 15 a la red (20%), en esta 35 han ido entre los tres palos (41%) pero solo 12 han sido gol (14%). Por lo que Koeman le ha señalado en dos ocasiones por su falta de efectividad. Crítica que Griezmann acepta —aunque preferiría jugar como segundo punta antes que en el costado— mejor que otras. Más que nada porque entiende —como le sucede al grueso de la plantilla— que el club ya no sabe defender a los suyos, instalado en el desgobierno como está. Entre otras cosas, le molestó que le relacionaran con el PSG y que nadie de la entidad lo desmintiera, igual que fuera criticado cuando viajó a París tras la debacle europea ante el mismo PSG (1-4). No así los otros tres que también se fueron, todos con permiso del club azulgrana.
Cómodo en la ciudad y en el barrio de Pedralbes, donde vive con su mujer e hijos, también con dos perros, Griezmann aguarda a la alineación del Sevilla para saber si Koeman le había dado el descanso prometido o prefiere a otros en su puesto. Si juega, sin embargo, le toca mover ficha.
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