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La invasión de Ucrania y las amenazas del Kremlin acercan a Suecia y Finlandia a la OTAN

Unos soldados finlandeses participaban en unas maniobras militares organizadas por la OTAN, el 22 de marzo en Setermoen, en el norte de Noruega.

La brutal ofensiva en Ucrania y las amenazas de Rusia a Suecia y Finlandia para que no soliciten su ingreso en la OTAN han provocado la reacción contraria a la deseada por el Kremlin: los dos países nórdicos, neutrales durante décadas, están más cerca que nunca de formar parte de la Alianza Atlántica. La posible adhesión a la organización militar domina desde hace semanas el debate político en Estocolmo y Helsinki. Mientras tanto, el apoyo a la integración se ha disparado entre la población sueca y finlandesa.

La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, ha dicho este miércoles que Helsinki decidirá “en las próximas semanas” si inicia o no los trámites para integrarse en la organización militar. Las declaraciones las hizo en Estocolmo, tras reunirse con su homóloga sueca, la también socialdemócrata Magdalena Andersson, quien se mostró más cauta, aunque no ha desmentido la información publicada por el diario Svenska Dagbladet en la que se afirmaba que la mandataria estaría dispuesta a secundar en junio una solicitud de adhesión a la Alianza.

La entrada de los dos países nórdicos en la Alianza elevaría el número de miembros hasta 32. A finales de junio se celebrará una reunión de la OTAN en Madrid en la que podrían iniciarse los trámites formales para el ingreso. Suecia se convertiría en el sexto país más grande del bloque militar y la frontera entre la Alianza y Rusia pasaría a ser más del doble de larga (los 1.360 kilómetros que separan a Finlandia de su vecino imperialista se sumarían a los algo más de 1.200 que hay ahora en las fronteras de Polonia, Noruega, Estonia, Letonia y Lituania). Los ejércitos de Suecia y Finlandia son además mucho más numerosos y están mejor preparados que los de Albania, Croacia, Montenegro y Macedonia del Norte, los únicos países que han ingresado en la Alianza desde que en 2004 entraran siete nuevos socios.

En los meses previos a la guerra en Ucrania, el presidente ruso, Vladímir Putin, exigió a la OTAN en varias ocasiones un compromiso firme de que la organización no se expandiría más hacia las fronteras rusas. También instó a EE UU y al resto de aliados occidentales a poner fin a cualquier actividad militar en los países del Este que ingresaron en el club transatlántico tras el fin de la Guerra Fría. Menos de 48 horas después de que las Fuerzas Armadas rusas comenzaran a atacar la antigua república soviética, María Zajárova, la portavoz de Exteriores en el Gobierno de Putin, amenazó a Estocolmo y Helsinki con “graves consecuencias políticas y militares” si solicitaban su entrada en la Alianza. Las advertencias desde el Kremlin se han sucedido desde entonces; algunas muy subidas de tono, como la del senador Vladímir Djabarov, quien manifestó que Finlandia estaba buscando “su destrucción como país”.

La verborrea de los acólitos del presidente ruso no ha intimidado a Suecia y Finlandia. Desde mucho antes del inicio de la guerra, los Gobiernos de Marin y Andersson han reiterado que la decisión de entrar o no en la organización transatlántica dependería exclusivamente de ellos. Y en los últimos días se ha constatado su intención. La jefa de Gobierno finlandesa sostuvo este miércoles en la capital sueca que se están analizando las ventajas y los inconvenientes de la adhesión, pero que será “un proceso rápido”. “Cuestión de semanas”, ha añadido. En marzo ya había señalado que el asunto debía resolverse antes de que terminara esta primavera. El Parlamento finlandés comenzará a debatir sobre la nueva política de seguridad la próxima semana.

En Suecia, en el Partido Socialdemócrata —que gobierna en minoría y ha defendido durante décadas una posición al margen de la Alianza— han comenzado a aparecer voces que reclaman el ingreso. El conservador Partido Moderado, principal formación de la oposición y favorito para las elecciones de septiembre según los sondeos, ha aprovechado la situación para intentar sacar rédito político de la postura en favor de la OTAN por la que ha abogado tradicionalmente. Y ha sumado a la causa a la ultraderecha (Demócratas Suecos), el tercer partido con mayor representación en el Riksdag (Parlamento).

Durante décadas —o incluso siglos en el caso sueco— los dos países nórdicos han mantenido una política de neutralidad, aunque con notables diferencias en sus orígenes y la forma de interpretarla. Suecia comenzó motu proprio a no tomar partido en los conflictos ajenos a principios del siglo XIX; Finlandia, por su parte, tuvo que aceptar una neutralidad impuesta por Moscú, después de haber repelido una invasión de la Unión Soviética iniciada en 1939 y de haber luchado junto a las tropas nazis contra el enemigo común.

En un desayuno informativo celebrado a finales de marzo, la embajadora de Finlandia en Madrid, Sari Rautio, y su homólogo sueco, Teppo Tauriainen, incidieron en que los dos países, al ser miembros de la Unión Europea, habían dejado de ser neutrales desde hace más de una década. Concretamente, desde 2009, cuando entró en vigor el Tratado de Lisboa que introdujo la cláusula de defensa mutua (artículo 42.7). Los dos diplomáticos insistieron en que Suecia y Finlandia eran países “no alineados”.

El cambio de tendencia provocado tras el inicio de la guerra en Ucrania es perceptible en líderes como la primera ministra Marin, quien en enero dijo en una entrevista con este diario que la adhesión no estaba en su agenda. Pero también se ha transformado la opinión pública en Suecia y Finlandia, dos de los seis miembros de la UE que no están integrados en la OTAN. Una encuesta del pasado diciembre realizada por un organismo público reveló que el 24% de los finlandeses estaban a favor de entrar en la Alianza; cuatro meses después, casi siete de cada 10 ciudadanos respaldan el ingreso. En el caso de Suecia, un sondeo de Kantar de principios de marzo reflejó que, por primera vez, más de la mitad de la ciudadanía secundaba la adhesión a la organización militar. Las encuestas también mostraban que tanto finlandeses como suecos preferían que la integración de los dos países en la OTAN se realizase conjuntamente, una opción por la que el miércoles también apostó la finlandesa Marin. “Preferiría una solución similar para toda la región, pero es Suecia quien debe tomar su decisión”, ha dicho.

La relación de Suecia y Finlandia con la OTAN ya se había estrechado mucho durante el último decenio, especialmente tras la anexión rusa de la península ucrania de Crimea, en 2014. El secretario general de la Alianza, el noruego Jens Stoltenberg, ha reiterado en innumerables ocasiones que ambos países son más que bienvenidos. Y los ha definido como los “dos socios más cercanos” a la organización. Representantes suecos y finlandeses han acudido frecuentemente a las reuniones de la organización en la sede de Bruselas y las Fuerzas Armadas de los dos países nórdicos han participado en innumerables maniobras militares organizadas por la Alianza.

Unos soldados finlandeses participaban en unas maniobras militares organizadas por la OTAN, el 22 de marzo en Setermoen, en el norte de Noruega.JONATHAN NACKSTRAND (AFP)

Durante esos años, los dos países han elevado el gasto militar y tomado medidas preventivas. Suecia envió el pasado enero a centenares de tropas a la isla de Gotland, en el mar Báltico, después de que su ministro de Defensa, Peter Hultqvist, advirtiera de que no podía descartarse un ataque en la zona. Unos días antes del inicio de la ofensiva rusa en Ucrania, Finlandia selló la compra a Estados Unidos de 64 cazas F-35— el avión de combate más avanzado del mercado—; y la semana pasada anunció que elevaría un 70% la inversión en defensa durante los próximos cuatro años.

“Cualquier ventaja que pudiera tener la política de no alineamiento ha desaparecido durante este mes y medio”, argumenta en un correo electrónico Pekka Virkki, consultor estonio especializado en relaciones internacionales residente en Helsinki.

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