La mayor formación islamista de Marruecos, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), que encabeza el Gobierno de coalición y posee el mayor número de diputados en el Parlamento (125 sobre 395), sufre desde hace semanas el mayor desafío de la formación en sus 14 años de historia. Dos acontecimientos han puesto al desnudo las tensiones internas. El primero sobrevino en diciembre, cuando la Administración de Donald Trump reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental mientras el Estado marroquí accedía a normalizar sus relaciones diplomáticas con Israel. No fue fácil para los islamistas del Gobierno asumir como propia esa decisión impulsada por el Palacio Real.
El jefe del Gobierno y secretario general del partido, Saadedín el Otmani, recibió una tormenta de críticas internas a causa de este acuerdo con Israel. Pero entonces salió en su defensa el hombre más carismático de la formación, Abdelilá Benkirán, quien fue su fundador, jefe de Gobierno entre 2012 y 2017 y artífice de los mejores resultados electorales del partido, conseguidos en las legislativas de 2011 y superados en las de 2016.
Benkirán fue destituido por Mohamed VI en 2016, después de que no lograse formar un Gobierno de coalición. Pero siempre se mantuvo leal al rey. Y el 23 de diciembre difundió un vídeo de media hora donde expresó que la normalización de las relaciones con Israel fue una decisión tomada por “Su Majestad”, quien siempre toma “las decisiones adecuadas”.
Poco después, en febrero, dos altos cargos del partido presentaban su dimisión. Primero fue el alcalde de Fez, Driss Azami El Idrissi, que declaró que no aceptaba lo que ocurría en el interior del partido, sin ofrecer más explicaciones. Luego, el ministro de Derechos del Hombre, Mustafá Ramid, alegó motivos de salud para abandonar el cargo. Ramid, una figura respetada en el PJD, dio marcha atrás después de que Mohamed VI le pidiera que continuase en el cargo, según declaró el propio ministro.
El fuego parecía casi controlado. Pero a finales de febrero, el ministro del Interior de Marruecos, Abdeluafi Laftit, que no pertenece al PJD y responde directamente ante el Palacio Real, impulsó la ley sobre el uso terapéutico del cannabis en el país. Aquello desencadenó el segundo fogonazo en las filas del PJD. Benkirán advirtió que por ahí no pasaba. Amenazó con dimitir si los diputados del PJD votaban a favor del proyecto. El Otmani y los ministros del PJD sabían que apoyar el uso terapéutico del cannabis era ir contra una parte no desdeñable del PJD. Pero lo hicieron. Y a pesar de advertencia de Benkirán, el consejo de Gobierno aprobó el proyecto el 11 de marzo. Una ley pendiente de la ratificación del Parlamento, algo que se vislumbra como un mero trámite.
Benkirán publicó un mensaje en su página Facebook el mismo 11 de marzo donde anunciaba la “congelación” de su relación con el PJD y la ruptura de relaciones con cinco dirigentes de la formación, incluido El Otmani. Pocos días después, Benkirán volvió a publicar en Facebook que aceptaba “reconectar” con sus “hermanos”, pero su adhesión al partido aún permanece en suspense.
Zakaria Garti, cofundador del movimiento político Maan, creado el año pasado, piensa que Benkirán dispone de una legitimidad importante y se comporta como una institución en sí mismo, aunque no tiene ya ningún cargo en el PJD. Pero, en el caso del cannabis terapéutico, Garti cree que la sociedad marroquí mantiene una opinión contraria a la de Benkirán. “No obstante”, precisa, “creo que falta aún pedagogía para explicar el proyecto de ley. Y es necesario un debate público, que llegará cuando el proyecto se debata en el Parlamento”.
El antropólogo Jalid Muna, que lleva años investigando sobre el cannabis y la religión, no se siente sorprendido de que el PJD apruebe el proyecto de ley. “El proyecto ha sido impulsado por el Ministerio del Interior, que pertenece al Estado profundo de Marruecos. Y el PJD forma hoy parte de ese círculo del Estado profundo”, aclara.
“El régimen necesita al PJD”
Por su parte, el politólogo Mohamed Masbah, director del Instituto Marroquí de Análisis Políticos, explica que la crisis del cannabis es solo la gota que ha colmado el vaso de las divergencias que llegaron con la marcha de Benkirán. Para Masbah lo que ocurra en el PJD puede afectar a la estabilidad del país. Afirma que esta formación es “tal vez la única con una base electoral”. “El PJD es tal vez el único partido que da una cierta legitimidad al proceso electoral en Marruecos”, añade. Masbah cree que esta formación islamista puede jugar una función de “bombero” frente a las protestas, “como sucedió en 2011”, durante la Primavera Árabe. “Por eso, la relación entre el régimen y el PJD no es de animosidad, como en Egipto. El régimen necesita al PJD”, concluye.
El problema puede sobrevenir si el “bombero” necesita apagar demasiados incendios en su propia casa. Las fracturas adquieren mayor resonancia si se tiene en cuenta que este mismo año, en una fecha aún por determinar, Marruecos celebrará elecciones comunales, regionales y legislativas. Y las nuevas reformas electorales efectuadas este año perjudican los intereses de los islamistas.
Hasta ahora, el PJD se había resentido en varias ocasiones, pero nunca se ha partido. David Goeury, politólogo francés asociado al centro de análisis marroquí Tafra y miembro del Laboratoire Médiations, de la Universidad de la Sorbona, recuerda que el PJD posee una gran tradición de democracia interna y ha demostrado hasta el momento una gran capacidad para superar las tensiones y divisiones.
Goeury cree que en las próximas elecciones el partido sabrá mantenerse unido para intentar seguir siendo la primera fuerza en el Parlamento. El politólogo incide también en la importancia de las elecciones municipales: “El PJD tiene que defender su gestión en las principales ciudades donde gobierna desde 2015, como Casablanca, Rabat, Tánger, Marrakech, Agadir, Fez y Meknés. Y esto es solo una lista de las principales ciudades, porque también gobierna en muchas de tamaño medio”.
Por su parte, Mohamed Daadaoui, profesor de ciencias políticas en la universidad estadounidense de Oklahoma y autor de un libro sobre la monarquía marroquí y el desafío islamista considera que el PJD quedó debilitado desde que Benkirán fue destituido como jefe de Gobierno. Y piensa que los últimos desacuerdos públicos reducirán aún más sus opciones en las próximas elecciones, “ya mermadas tras la reforma de la ley electoral”.
Daadaoui cree que para el régimen tener un PJD debilitado es bueno para la estabilidad del Estado. “Lo que está claro es que el PJD se enfrenta a una crisis en su seno que podría ocasionar cambios en su estructura y en su esencia”.
Source link