Una ilustración del clásico de Rabelais ‘Gargantúa y Pantagruel’, realizada por Albert Robida.EL PAIS
La lectura constituye un extraño cruce entre el aislamiento y la reunión. Por otro lado, si los personajes literarios no dejan de ser versiones concentradas de las vidas de los lectores, estos dos últimos años les han permitido asistir, por delegación, a los espacios abiertos o cerrados donde ellos sí se han reunido y celebrado en el papel. A partir de esos dos presupuestos, y en el contexto de una vida real donde las restricciones pandémicas han impedido el encuentro físico entre las personas o lo acotan con salvoconductos sanitarios, no había de pasar demasiado tiempo para que un lector y escritor de la sensibilidad de Gonzalo Torné hiciera acopio de brindis, reuniones y abrazos en las letras universales en 27 fragmentos de otros tantos autores de la literatura clásica y moderna. Y así se ha conformado Allí donde nos encontramos (Temas de Hoy).
El ágora griega en la Lisístrata de Aristófanes, la taberna en el canto goliardo del Carmina Burana, la venta confundida con un castillo por el protagonista del Quijote de Cervantes, la densa Posada del Chorro del Moby Dick de Melville o la accidentada Almirante Benbow de La isla del tesoro de Stevenson, el elegante salón de la señora Musgrove en la Persuasión de Jane Austen o la taberna de Pica Lagartos en la Luces de Bohemia de Valle-Inclán son algunos de los escenarios escogidos por el autor de Años felices y El corazón de la fiesta. “La lectura aparenta aislamiento, pero pocas actividades tienen tanto retorno social como ella: tras coger un libro uno vuelve más maduro a la vida social, se crean muchos tipos de relaciones, como se ve en bibliotecas, clubs de lectura, librerías…”, argumenta Torné como el primero de los juegos que quiere plantear al lector.
La segunda propuesta para quien se acerque a Allí donde nos encontramos es que “si bien no es un manual, es un buen bestiario de lo que se puede hacer en espacios públicos”. Hay un tercer nivel de lectura: los textos no siguen el orden cronológico de su aparición en la historia de la literatura, sino que “están puestos por tonos de género o intenciones de abordar el tema, con más de un pasadizo secreto entre ellos”, asegura el compilador. Es el caso antagónico de la composición poética de Rimbaud En la Taberna Verde, de corte humorístico y desenfado y sensual, con el terriblemente triste Callos a la manera de Oporto de Pessoa, que ofrece un matiz emocional más cercano al tampoco muy recomendable compañero de francachelas de Kafka y su El castillo. Todos ellos muy alejados en lo estructural del Enrique IV de Shakespeare, donde la taberna cargada de barricas no deja de ser teatro dentro del teatro. Por no hablar del tono directamente ensayístico de Gil de Biedma que luce en Revista de bares, apuntes de escenarios que fueron de la Barcelona de la Gauche Divine.
Anna Pacheco, Gonzalo Torné y Miqui Otero, que abraza al propietario de La Bodega d’en Rafel, en la presentación del libro ‘Allí donde nos encontramos’, en Barcelona.TEMAS DE HOY
Otro sutil engarce lo pueden proporcionar, en lo musical, el alegre goliardo con la canción Acordarnos, de Manolo Martínez, que cierra el volumen. Esa letra más elegíaca del grupo Astrud es uno de los tres únicos textos que se recogen de autores vivos. Los otros dos son el de Anna Pacheco, con el relato Los saludos, que figura entre el articulista Larra de El café y Catulo, y el de Miqui Otero, A ver si nos vemos, precedido por el Rabelais de Gargantúa y Pantagruel y dos antes de Un árbol. Una roca. Una nube, de Carson McCullers.
“He perdido habilidades sociales tras tanto tiempo teletrabajando y encerrada sin salir a hablar con otras personas”, admite la celebrada autora de Listas, guapas, limpias. Esa incomodidad rezuma su texto que, bajo el influjo de una frase de Martín Gaite que no se sacaba de la cabeza (“Hay una necesidad mal repartida de hablar y escuchar en el mundo”), expone el choque entre “las interacciones predominantes hoy como el whatsapp, que son conversaciones diferidas porque andamos en estos canales siempre a destiempo, con el bar, que es el encontrarse en el mismo tiempo y lugar”.
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Admite Pacheco que en el bar “yo soy personaje de mirar, ver qué hacen los otros”, de constatar, enumera, “abismos, tristezas y alegrías” y también verificar “cómo se desintegran personas”. Así, claro, se desconcentra: “Nunca he logrado escribir nada en una cafetería”. Está pues en sintonía, al parecer, con Otero: “Al bar se va para ser lo menos productivo posible, se va a estar, a perder el tiempo, a aburrirte; eso sí, ahí he pensado mucho, que es una manera de escribir”. El padre de Simón entiende esos espacios como “parlamentos alternativos, también como confesionarios donde explicar un sueño sin que te detengan, como sólo pasa en el psicoanalista”. Está también sostiene, “la sensación de formar parte de una familia de adopción, un escenario donde también jugamos un rol”.
Torné, reconoce, es todo lo contrario de sus invitados: “Todo lo escribo en un bar… y a mano”, por lo que, con la pandemia covídica, dejó de escribir. De ahí que la presentación del libro fuera en la animada y concurrida La bodega d’en Rafel de Barcelona, techo bajo de madera, azulejos por arrimaderos, botellas en las paredes y miríadas de tapas de toda la vida, como el local mismo. Escenario idóneo para un volumen sobre la reunión y donde encontrarse, pero con futuro en entredicho por la próxima jubilación del tabernero. Signo de los tiempos.
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