Israel se encamina hacia las cuartas elecciones legislativas en menos de dos años después de que la Kneset (Parlamento) aprobara este miércoles en primera votación una ley para disolver la Cámara. La ruptura entre el primer ministro, el conservador Benjamín Netanyahu, y su principal socio de coalición, el centrista Benny Gantz, ministro de Defensa, se consumó por 61 votos a favor del proyecto legal frente a 54 en contra en una Cámara de 120 escaños. El Gobierno de unidad que ambos fraguaron en mayo, tras haberse enfrentado tres veces en las urnas desde abril de 2019 sin resultados concluyentes, se tambalea sin remedio por el desacuerdo sobre el bloqueo de los presupuestos para 2020 y 2021.
Surgido como un Gabinete de gran coalición para hacer frente a la pandemia de coronavirus, las disputas entre los dos líderes, que pactaron turnarse en el poder en noviembre del año que viene, han jalonado los últimos meses hasta llegar al cisma escenificado ahora en el Parlamento. “Este es el peor Gobierno de la historia de Israel”, denunció en la tribuna de la Kneset Yair Lapid, líder de la oposición y antiguo aliado centrista de Gantz, para defender la propuesta de disolución. La norma fue apoyada por todos los grupos de la oposición –menos un pequeño partido árabe que se ausentó del hemiciclo–, incluida la extrema derecha que representa a los colonos de los asentamientos.
Netanyahu compareció por la noche en el horario estelar de televisión para exigir a Gantz que “pise el freno a fondo” y evite la convocatoria de unos nuevos comicios en lugar de convertirse en “oposición dentro de la coalición gubernamental”. El mensaje que le envió el día anterior el ministro de Defensa también ante las cámaras –en el que le tachó de mentiroso y tramposo y le acusó de supeditarlo todo a su supervivencia política– es señal inequívoca de que los puentes entre ambos están ya rotos.
“Los israelíes no necesitan elecciones ahora, sino unidad frente al coronavirus. Quieren vacunas, no anuncios políticos en televisión”, advirtió el primer ministro en una intervención que parecía marcar el lanzamiento de hecho de su campaña electoral y en la que no dejó de airear sus logros como estadista. “Hemos firmado tratados de paz por primera vez después de décadas”, se ufanó de la normalización de relaciones con Emiratos Árabes Unidos y Baréin, cuya negociación ocultó concienzudamente a sus socios centristas.
La ley por la que la Kneset se hace el harakiri político ocho meses después del inicio de la legislatura, aún tiene que pasar por una comisión parlamentaria antes de regresar al pleno a fin de ser votada otras tres veces para entrar en vigor y forzar la convocatoria a las urnas, previsiblemente el próximo mes de marzo. Netanyahu y Gantz aún cuentan con un teórico margen temporal –hasta el día 23, cuando expira el plazo legal de aprobación de los presupuestos de 2020– si quieren negociar un acuerdo de última hora.
Las palabras del ministro de Defensa el martes por la noche, cuando compareció en televisión para responsabilizar al jefe del Ejecutivo de las consecuencias del adelanto electoral en plena pandemia de la covid-19, no hacen presagiar un fácil entendimiento. “Todo lo que está sucediendo se debe a que Netanyahu miente al público y solo piensa en salvarse de sus casos judiciales”, recalcó Gantz, que ha impulsado la creación de una comisión de investigación en su departamento sobre el cobro de comisiones ilegales en la operación de compra de varios submarinos alemanes, en las que están involucrados colaboradores cercanos del primer ministro.
Netanyahu se niega a dar luz verde conjuntamente a los presupuestos para 2020 y 2021 para poder controlar el proceso electoral en función de sus intereses personales. El mes que viene está previsto que afronte el inicio formal de su juicio por corrupción, tras haber sido procesado por soborno, fraude y abuso de poder en tres casos investigados por la policía en los que ha sido imputado por el fiscal general de Israel.
“El voto de este miércoles es solo un paso preliminar, pero puede fijar un curso casi irreversible hacia unas elecciones adelantadas en marzo”, ha señalado Barak Ravid, veterano corresponsal político. Todos los sondeos apuntan a que, a pesar del desgaste sufrido durante la gestión de la pandemia, el partido Likud de Netanyahu cuenta con serias posibilidades de volver a formar Gobierno. También predicen un descalabro sin paliativos para la alianza centrista Azul y Blanco de Gantz, una formación de nueva planta que fue encumbrada en las urnas por los sectores progresistas y laicos, después de haberse asociado con la derecha nacionalista y religiosa.
Israel retorna al ciclo de inestabilidad política en medio de la pandemia, mientras se ultima la salida de la Casa Blanca del presidente más favorable a los intereses de Israel y regresa una Administración demócrata que ya se enfrentó con Netanyahu entre 2009 y 2016. La crisis económica derivada del coronavirus ha agudizado además el malestar social contra el primer ministro, con manifestaciones y protestas masivas semanales desde hace cinco meses para exigir su dimisión.
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