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La marcha de los ‘no acarreados’ | Crónica

La marcha de los 'no acarreados' | Crónica

La marcha a la que ayer convocó ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador estuvo marcada por una palabra: acarreados.

Por un lado, la oposición acusó el uso de recursos públicos y condicionamiento de programas sociales para llevar a cientos de miles de asistentes –1.2 millones de acuerdo con el Gobierno de la Ciudad de México-, mientras que los asistentes se apropiaron el término para ironizar sobre sus convicciones.

Orgullosamente acarreado“, “Mi conciencia me acarrea” o “Vine por mi frutsi y torta” fueron algunas de las pancartas que desfilaron por Reforma desde temprano.

A pesar de que hubo gente que llegó por su propio pie, desde la madrugada del domingo comenzaron a llegar camiones, combis y microbuses con miles de asistentes de Estados, municipios y alcaldías

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El Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y el Frente Popular Francisco Villa estuvieron presentes.

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Durante la marcha hubo saludos al senador Ricardo Monreal, quien optó por viajar a Madrid, España, por asuntos del Senado, aunque lo hizo  en compañía de la oposición.

¡Monreal, la porra te saluda!

Mientras que Layda Sansores, gobernadora de Campeche, fue vitoreada por por difundir audios obtenidos de manera ilegal tanto de Monreal, como del líder nacional del PRI, Alejandro ‘Alito’ Moreno.

¡Layda, chíngate a Alito!

López Obrador salió de Palacio Nacional en un vehículo y llegó pasadas las 9 am a la lateral de Paseo de la Reforma, cerca del Ángel de la Independencia, y caminó junto con parte de su gabinete por una pequeña valla humana que le abrió paso hasta los carriles centrales. 

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Y a partir de ahí todo fue caos. La gente se abarrotó, hubo empujones, porras, vítores y un andar imposible sobre Reforma.  El contingente de Mario Delgado, líder nacional de Morena, abría paso sin tregua pero el presidente iba a paso lento arropado por la multitud. Se detenía, saludaba. La gente trataba de tocarlo.

Hubo gente del interior del país que vino a marchar por primera en apoyo a López Obrador. Pero pronto salió asustada de Reforma ante la multitud.

“¿Dónde está Nancy?, dijo una chica con playera de “Sinaloa con AMLO”. “Luego le llamamos, muévete, van a aplastarnos, pendeja”, le respondió su amiga.

En algún momento, López Obrador casi se cayó sobre la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, empujado por la multitud. Adán Augusto López, titular de Gobernación, caminó con ellos. Mientras que a Marcelo Ebrard, quien iba en un contingente adelante del presidente, le escupieron en los lentes. 

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El productor Epigmenio Ibarra, uno de los hombres más cercanos al presidente, tuvo que recargarse un momento en una camioneta y después sentarse en el suelo para descansar. El diputado Gerardo Fernández Noroña fue vitoreado como futuro presidente por algunos.

Alejandro Encinas, Luisa Alcalde, Zoé Robledo, Raquel Buenrrostro y más desfilaron por Reforma con el presidente.

Para las 12:00 del día, López Obrador apenas estaba por la ex glorieta de Colón. Habían pasado casi 3 horas de iniciada la marcha y él sólo había caminado 1.7 kilómetros. 

Su equipo le ofreció un auto Jetta para atajar al Zócalo. Por unos momentos hubo confusión. Algunos aseguraban que el presidente lo había tomado; otros que no. Y así fue. Él lo rechazó y dijo que seguiría caminando con el pueblo.

Y caminó. Y los demás caminaron con él.

López Obrador avanzó por Reforma, dobló por Juárez y pasó por la Alameda y el Hemiciclo. Cruzó Eje Central y entró por Madero hacia el Zócalo. 

La calle está llena de significados históricos, de esos que tanto le gusta citar al presidente.

El 7 de junio de 1911, por ahí hizo su entrada triunfal el presidente Francisco I. Madero después de que la Revolución Mexicana triunfó sobre Porfirio Díaz y los fifís de la época. 

Y el 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante entró después de que triunfó la Independencia. Al frente iba Agustín de Iturbide, el líder que no tardó en autoproclamarse emperador.

López Obrador llegó poco antes de las 3 de la tarde al Zócalo. Habían pasado casi 6 horas. Esperándolo estaban su gabinete y los gobernadores de Morena y Delfina Gómez, aspirante al gobierno del estado de México. Los secretarios de la Defensa Nacional y la Marina vestían uniformes.

Sin tomar descanso, López Obrador subió al templete y tomó el micrófono. Y aunque dijo que sería breve, pronto rompió su promesa. Porque si algo ha quedado claro, es que al presidente le gusta hablar.

Durante los siguientes 100 minutos habló y dijo que enlistaría 110 acciones.  Tren maya, medios pagados, oposición hipócrita, aeropuerto, programas sociales, refinería, fideicomisos, cifras y otros datos… Su discurso fue una condensación de su mañanera, pero con insolación de por medio.

Entre la gente hubo también saludos al INE y a su presidente, Lorenzo Córdova.

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En algún momento, el público pidió la reelección del presidente, pero él rápido dijo que no porque era maderista.

¡No, no a la reelección! Nosotros somos maderistas. Sufragio efectivo, democracia efectiva, no reelección.

Hasta el frente del Zócalo la gente estaba entusiasmada. Pero la parte trasera de la plaza lucía con espacios vacíos. El cansancio, el sol, las horas de espera habían pegado, y muchos habían huido desde mediodía. La promesa era una marcha que terminara a mediodía, pero acabó cerca de las 5 de la tarde.

Tal vez AMLO no llenó el Zócalo durante su mensaje, pero por un momento todo Paseo de la Reforma y avenida Juárez estuvieron llenas de manera simultánea de sus seguidores. 1.2 millones, según la jefa de gobierno.

Sólo mencionó a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, quien vistió la playera propuesta por Edy Smol con la leyenda: “México te AMLO”.

No hubo ningún mensaje especial por parte del presidente. Salvo un término en el que hizo énfasis: humanismo mexicano, el término que ha acuñado para definir el modelo económico y político de su gobierno, lo que él ha llamado la Cuarta Transformación.

“Mi propuesta será o sería llamarle humanismo mexicano, porque sí tenemos que buscar un distintivo, humanismo mexicano…. Lo esencial de nuestro proyecto proviene de nuestra grandeza cultural milenaria y de nuestra excepcional y fecunda historia política”, dijo.

Y casi al final de su discurso, insistió:

Sigamos haciendo historia, continuemos impulsando el cambio de mentalidad, la revolución de las consciencias. Hagamos realidad y gloria el humanismo mexicano.

No hubo ninguna mención a sus tres corcholatas -Sheinbaum, Marcelo y Adán Augusto- ni al 2024. La jefa de gobierno subió a Twitter una selfie de los 3. Lo mismo hizo el canciller. La única corcholata que no compartió el gesto fue el titular de Gobernación.

Al final, una banda del Ejército entonó el himno nacional y él bajó del templete de la mano de su esposa. Caminó hacia Palacio Nacional y se detuvo un momento para saludar a algunas que le gritaban “¡Presidente, presidente!”, como si fuera un candidato en campaña acabando un mitin.

La gente del Zócalo se dispersó. Una ligera lluvia aligeró el calor. La gente caminó al Metro o en busca de los camiones que los trajeron desde la madrugada a la Ciudad de México.

López Obrador dijo que esta puede ser, quizá, la última marcha que encabece.

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