La matanza de Nochevieja en Makiivka, en el este de Ucrania, ha reavivado la ira en Rusia contra los altos mandos en un momento en el que se avecinan batallas importantes en la guerra que libra Vladímir Putin. La retirada de octubre de la orilla occidental de Jersón había sido aceptada en el país como un mal menor, un giro hacia una estrategia racional. Pero la muerte de decenas —o cientos— de reclutas en un bombardeo por haber sido concentrados en un mismo edificio junto con municiones ha vuelto a desatar las críticas contra los oficiales rusos cuando tratan de cohesionar una fuerza de cientos de miles de movilizados sin apenas entrenamiento. Además, la presión es cada vez mayor por su responsabilidad sobre los llamados móbiki (los movilizados por la guerra). Los reproches por sus errores ya no proceden solo de veteranos y ultranacionalistas: varias ciudades de la región de Samara lloran este martes por la despedida definitiva de muchos hombres a los que dijeron adiós forzosamente hace apenas tres meses.
El Estado Mayor ucranio asegura que el inicio de año ha sido prolífico en bombardeos exitosos, presumiblemente mediante artillería de precisión Himars. El último habría sido la madrugada de este martes, cuando fue destruido un cuartel ruso en Chulakivka, en la provincia de Jersón. Según la versión de Kiev, esto habría causado otras 500 bajas, entre heridos y muertos. No ha habido confirmación por parte de Moscú, pero en The Grey Zone, comunidad de Telegram de militares rusos, se afirmó que sí se produjo el ataque.
Las posiciones rusas en Chulakivka, cerca del frente sur, han recibido constantes ataques desde que las tropas ucranias reconquistaran el pasado noviembre el territorio de aquella provincia en la orilla occidental del Dniéper.
El último golpe reconocido por Moscú ha sido el de Makiivka. El Ministerio de Defensa ruso afirma que allí murieron al menos 63 personas en el ataque de Año Nuevo. Las Fuerzas Armadas ucranias aseguran por su parte que fueron cientos de víctimas, mientras que otras fuentes del sector más belicista ruso y los familiares de los fallecidos creen que en cualquier caso las cifras oficiales se han quedado cortas. “Han muerto muchos más. Los están sacando todavía de debajo de los escombros”, dijo la mujer de uno de los movilizados al periódico independiente Vazhnye Istorii en su edición de este martes.
En Samara, ciudad situada junto al Volga de la que procedían muchos de los fallecidos, han realizado un homenaje en su memoria donde no han faltado las banderas y los lemas patrióticos contra la OTAN, aunque tampoco las críticas. “Estos chicos no murieron en la batalla. Celebraban el Año Nuevo. Pienso que ha sido un error grave de alguien”, hacía hincapié el responsable en la región de la organización de veteranos Hermandad de batalla, Andréi Masterkov.
“Nadie se esperaba estos misiles. Todavía no hay datos de los muertos y heridos de Samara, aún están limpiando los escombros”, dijo Masterkov a la prensa local. Familiares y allegados advierten de que el recuento final de víctimas no ha terminado, y algunas figuras políticas rusas subrayan que no es la primera vez que ocurre un incidente similar.
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Suscríbete“Una negligencia criminal”
“¡Estos son errores de primavera! ¡Estamos en el undécimo mes (de guerra)! Hay que desplegarse en pequeños grupos y quizás los movilizados no lo sepan, ¡pero las autoridades deberían saberlo!”, escribió en su canal de Telegram quien fuera en 2014 el primer líder de la autoproclamada república de Donetsk, Pável Gubárev. “Ha sido una negligencia criminal. Si no se castiga, continuará pasando”, agregó esta figura clave de la guerra de Donbás, que reconoció que también ha pasado en otros edificios. “Es difícil cuantificar cuántos soldados murieron por estas estupideces, pero son cientos, cientos de ellos”, agregó.
Por su parte, el vicesecretario del Consejo General del partido de Putin, Alexánder Jinshtéin, no solo mostró su indignación por haberse cometido un error así, sino que reconoció que Rusia intervino en la guerra de Donbás de 2014 a pesar de que el Kremlin siempre lo negó. “Nunca subestimes a los enemigos. Ya dijimos en verano que era peligroso reunir a los soldados en masa en lugares con municiones y combustible”, escribió en su canal de Telegram. “Nuestra artillería entrenó brutalmente a los ucranios en 2014 con ataques contra sus campamentos, y en 2022, al comienzo de la operación, les asestó otros golpes en Nikolayev y Yavorov”, añadió. “El enemigo tuvo que aprender a dispersar a su gente, pero estas lecciones no fueron aprendidas por nuestros propios comandantes”, criticó el parlamentario públicamente.
“La incompetencia y la incapacidad para aprender de la experiencia de la guerra sigue siendo un problema grave”, denunció por su parte Borís Rozhin, otra de las voces belicistas rusas y analista del Centro de Periodismo Político-Militar ruso. Rozhin criticó que no se dispersase a los movilizados como se ha hecho en algunas zonas con los depósitos de municiones tras los bombardeos de verano.
El alto mando militar ucranio afirma que en los tres primeros días de 2023 ha llevado a cabo 13 ataques de precisión. El 31 de diciembre, según el ejército de Kiev, su artillería consiguió causar por lo menos 175 bajas, soldados rusos heridos, en bombardeos de bases militares. Para evitar bajas masivas, Ucrania se impone de forma sistemática no concentrar a sus soldados y distribuirlos por casas y edificios con subterráneos en los municipios en los que están estacionados. El canal de Telegram ruso de información militar Voienii Osvodomitel afirmaba en un análisis del ataque en Makiivka que Kiev había adoptado más eficazmente esta estrategia que Moscú.
Un canal de Telegram muy vinculado a la compañía rusa de mercenarios Wagner se quejaba: “Incluso un tonto sabe que habría muchos muertos y heridos si golpeaban allí. Todo error tiene nombres y apellidos”.
Las críticas no apuntan hacia el jefe del Ejército
Las críticas, provenientes entre otros grupos de los canales de Telegram próximos la compañía Wagner, no apuntan hacia el general Serguéi Surovikin, de 56 años, quien fue nombrado en octubre jefe único de las Fuerzas Armadas rusas en Ucrania. El nombramiento de este general, que estuvo al mando de las operaciones rusas en la guerra de Siria, había devuelto cierta calma en la política interna de Moscú. Su repliegue de Jersón fue bendecido por la propagada oficial y por el dueño de la compañía de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin, el hombre para todo de Putin, desde sus acciones militares no oficiales en África a las campañas del Kremlin con bots, o programas robots, en las redes sociales.
Prigozhin, enemistado con el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, ha catapultado su imagen pública estos meses a costa de dañar la de Alexánder Lapin, el alto mando que precedió a Surovikin en Ucrania. Prigozhin, llamado el Chef de Putin, cargó en septiembre contra Lapin, quien llegó a ser destituido tras la debacle de Jersón. El Chef de Putin se ha exhibido como un líder sin escrúpulos que no teme mostrar la cara más sucia de la guerra.
“Sus contratos han acabado, vuelven a casa”, dijo Prigozhin esta misma semana mientras visitaba una morgue improvisada en un sótano de Lugansk. El jefe de Wagner paseaba junto a las decenas de bolsas de plástico negras en las que sus supervivientes guardaban los cuerpos de otros mercenarios muertos en combate. El sacrificio es uno de los lemas de Prigozhin, aunque en su ofensiva más destacada de los últimos meses, la matanza de Bajmut, se ha apoyado hasta ahora en miles de presos sacados de la cárcel con la promesa de la libertad por servir en el frente. Su ataque, sin embargo, ha sido repelido hasta ahora por las fuerzas ucranias a costa de numerosas bajas en ambos lados.
Las críticas en las redes sociales rusas tampoco apuntan de momento hacia el Chef de Putin.
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