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La mayoría de (los) españoles


La lengua española constituye un sistema admirable cuya precisión se va perfeccionando con los siglos. Una lengua construida por abajo, entre las clases populares de allá y de aquí, y codificada por arriba desde que Nebrija terminó en 1492 nuestra primera gramática. Por eso se ha aclarado tantas veces que los gramáticos no indican cómo se debe hablar, sino cómo se habla.

Una muestra de esa finura gramatical colectiva: parece arte de magia que millones de hablantes apliquen cada día, sin proponérselo y sin pensarlo, que los posesivos “tuyo”, “suya”, “vuestro”, “nuestro”… tienen coherencia detrás de un sustantivo, pero no detrás de un adverbio. Por eso dicen “en su frente”, “la frente suya” (“frente” es un sustantivo), y no “en su enfrente” ni “enfrente suyo”, sino “enfrente de ella”, “enfrente de él” (porque “enfrente” ejerce como adverbio); o escriben “el coche suyo” y “su casa”, pero no “cerca suyo”, “lejos suyo”, “detrás nuestra”, “su detrás”, “en su lejos” (sino “cerca de él”, “lejos de ella”, “detrás de ellos”)…

Esa finura se desvanece cuando se oyen en el ámbito público construcciones que pasan de la pincelada al brochazo (“detrás tuya”, “dentro mío”) y que arruinan los matices intuidos por millones de hablantes y tallados por el tiempo.

En la prensa y la radio se aprecia ahora un nuevo fenómeno de ese tipo: las construcciones “la mayoría de españoles cree”, “afecta al 15% de extremeñas”, “el resto de trabajadores”, “una parte de alumnas”…; en todas las cuales falta el artículo determinado: “una mayoría de los españoles”, “afecta al 15% de las extremeñas”, “el resto de los trabajadores”, “una parte de las alumnas”. Tal artículo adquiere en castellano un sentido gramatical y filosófico que se va perdiendo en el lenguaje de algunos redactores por su desinterés hacia el idioma que usan profesionalmente.

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Como señala la Nueva gramática de las academias en sus apartados 14.7b, 20.2j y 21.6l, en esas construcciones se relaciona una parte con un todo. Así, el primer elemento (“una mayoría”, “el 15%”, “el resto”, “una parte”) se refiere a una porción de determinado dominio; y el segundo (españoles, extremeños, trabajadores, alumnos) muestra al todo de esa colectividad. Y en español el artículo determinado representa una de las formas de comunicar que hablamos de un todo: “los españoles”, “los andaluces, “los trabajadores”, “los alumnos”. Por tanto, distinguimos entre “los daños se repararon” y “unos daños” o “algunos daños”. Y se tomaría por agramatical en español la opción “daños se repararon”, porque los sustantivos solitarios suelen precisar la compañía de un determinante (“esos daños”, “tus daños”, “unos daños”…). Reglas que aprendemos sin estudiar.

Por tanto, la precisión del genio del idioma (llamamos así a la intuición de millones de hablantes actuales y pasados) ha hecho que en “el resto de los españoles” ese artículo dé idea de que una parte se proyecta sobre un todo. No sucedería igual en una oración como “a la fiesta asistió una gran parte de alemanes y algunos españoles”, donde “alemanes” no equivale a todos los asistentes, sino a una fracción. Y que se diferenciaría de “a la fiesta asistió una gran parte de los alemanes y algunos españoles”, pues en ese caso los alemanes sumarían un número sensiblemente mayor.

Conocer la maquinaria precisa de una gramática construida durante siglos mueve al respeto por tan genuina creación de la cultura, y a lamentar los rasguños periodísticos que a veces se perciben en ese valioso lienzo colectivo. Consuelan, sin embargo, los usos certeros que mantiene la inmensa mayoría de los hispanohablantes.

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