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La memoria histórica reabre las heridas entre Argelia y Francia


Es una historia antigua que nunca acaba de terminar. Una historia de sometimiento de una población norteafricana por una potencia europea. Una historia de violencia entre dos países separados por el Mediterráneo, pero entrelazados por un pasado que marca el presente.

Los 132 años de colonización francesa y los ocho de guerra que llevó a la independencia argelina en 1962 enfrentan de nuevo a Francia y Argelia. La chispa la ha encendido esta vez una cadena de decisiones francesas que la semana pasada, en poco más de 48 horas, desataron la ira de Argel y han provocado una crisis diplomática.

El martes, París anunció que reducía a la mitad el número de visados para los argelinos que querían viajar a Francia, reducción idéntica a la que aplicará a los marroquíes. La decisión se presentó como una represalia a la escasa colaboración que el Gobierno francés atribuye a Argel y Rabat para repatriar a sus inmigrantes sin papeles.

Lo que colmó la paciencia del Gobierno argelino fueron las palabras que el presidente francés, Emmanuel Macron, pronunció el jueves durante un almuerzo en el palacio del Elíseo con un grupo de jóvenes vinculados por familia a Argelia. Macron declaró que el “sistema político-militar” que gobierna Argelia desde la independencia “se ha construido sobre esta renta de la memoria”, es decir, sobre los agravios de la guerra y la colonización que le sirven para atizar el “odio a Francia”. Y cuestionó al núcleo de la identidad de muchos argelinos, no solo del régimen. “¿Acaso hubo una nación argelina antes de la colonización francesa?”, se preguntó.

Argelia llamó a consultas a su embajador en París y cerró el espacio aéreo a los aviones militares franceses, lo que puede entorpecer el suministro de la misión de Francia en el Sahel. Las palabras de Macron, reveladas por el diario Le Monde, son, según la presidencia argelina, una afrenta “intolerable a la memoria de 5.630.000 valerosos mártires que sacrificaron sus vidas en la resistencia heroica a la invasión colonial francesa”.

El diario El Watan acusó en un artículo al presidente francés de haber hecho un cálculo de cara a las elecciones presidenciales del próximo abril para intentar ganarse a una parte de la “derecha y de la extrema derecha”. El Watan afirma que Francia sigue teniendo una deuda respecto a Argelia, “la de pedir perdón por el genocidio perpetrado por las fuerzas coloniales francesas al cabo de 132 años de ocupación”. El diario La Liberté, que, como El Watan, aún mantienen cierto espíritu crítico hacia el poder argelino, recuerda que en Argelia el lenguaje del presidente francés se ha percibido como “arrogante” y con olor a “neocolonialismo”.

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Sin embargo, los medios argelinos no abordan la cuestión de si el “sistema político-militar” argelino se ha construido sobre “la renta de la memoria”, tal como dice Macron y tal como han venido denunciando los activistas del Hirak, el movimiento de protestas que se desencadenó el 22 de febrero de 2019. Ese día cientos de miles de argelinos salieron a las calles de todas las ciudades del país para oponerse al quinto mandato del entonces presidente, Abdelaziz Buteflika, y reclamar una verdadera democracia.

Las autoridades argelinas siempre afirman que el Ejército está al servicio del pueblo. Y nunca un mandatario extranjero había hablado del “sistema político-militar argelino”, algo que equivale a decir el sistema militar. El tema del poder militar y de su supuesta manipulación de la historia es algo que no se debate abiertamente en Argelia.

El proyecto de Macron para “reconciliar las memorias” parte de una realidad: unos siete millones de franceses tiene vínculos con Argelia. Son descendientes de pieds-noirs, la población de origen europea que tuvo que abandonar el país en 1962. O descendientes de harkis, los argelinos musulmanes que lucharon junto a los franceses. O hijos y nietos de inmigrantes argelinos. La historia que cuenta cada uno no siempre es la misma, los relatos divergen.

La memoria de Argelia causa división en Francia y entre Francia y Argelia. Macron quiere impulsar lo que Albert Camus, el escritor francés argelino, llamó “una tregua civil”. Durante la campaña que en 2017 le llevó al Elíseo, declaró que la colonización fue un crimen contra la humanidad. Una vez en el poder, restituyó los cráneos de argelinos a los que el Ejército francés mató en el siglo XIX. Y ha pedido perdón a los familiares de víctimas de torturas y asesinatos perpetrados por las fuerzas francesas y, hace unas semanas, a los familiares de los harkis, represaliados por Argelia y abandonados por Francia. También ha facilitado el acceso a los archivos clasificados sobre la guerra.

Macron se ve sometido, al mismo tiempo, a la presión de una extrema derecha que le echa en cara su supuesta tendencia a arrepentirse y pedir perdón en nombre de Francia. Y ha llegado a la conclusión de que Argel tampoco dará pasos para contribuir a la reconciliación sobre el pasado. Sus palabras recientes son la constatación de un fracaso.

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