La ministra de Exteriores de Chile, Antonia Urrejola, en la Casa de América, el jueves en Madrid.Samuel Sánchez
Antonia Urrejola (Santiago de Chile, 53 años) encarna el giro progresista que está dando Chile con el Gobierno de Gabriel Boric. La ministra de Exteriores asumió en marzo una de las carteras clave del nuevo Ejecutivo del país sudamericano, menos de tres meses después de terminar su mandato como presidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La abogada chilena recibió el jueves en la Casa de América, durante un viaje a Madrid en el que se reunió con José Manuel Albares, su homólogo español, y firmó con el Ejecutivo de Pedro Sánchez un acuerdo de cooperación sobre política exterior feminista. “España ha avanzado muchísimo en esta materia y nos está ayudando con el proceso que hemos iniciado en Chile”, comenta.
La ministra sostiene que Boric, de 36 años, tiene como ejes fundamentales de su programa la defensa de los derechos humanos, la gobernabilidad democrática, la sostenibilidad y el feminismo. La jefa de la diplomacia chilena reclama una unión mucho más fuerte entre los países latinoamericanos para poder hacer frente a los desafíos regionales, como las crisis migratoria y climática, el narcotráfico y la inseguridad. Urrejola, una de las 14 mujeres en el primer Ejecutivo de Chile en el que los hombres son minoría, aboga por construir puentes que superen las diferencias ideológicas. “Existen problemas comunes que requieren soluciones en común. Hemos de ponernos de acuerdo para tener una sola voz en los organismos multilaterales”, declara.
Pregunta. La Convención Constituyente chilena aprobó el martes el texto definitivo, que se presentará este lunes. ¿Cuáles son sus grandes avances?
Respuesta. Más allá del texto, quiero resaltar el proceso en sí, que se inició en el contexto de una grave crisis política, institucional y de derechos humanos en Chile (tras las revueltas de 2019). La clase política y las fuerzas democráticas supieron hacer frente a la situación con una respuesta institucional, en vez de meter bajo la alfombra las distintas demandas que existían en la calle. Una nueva Constitución era una de ellas, pero el eje fundamental era el reclamo de más derechos —relacionados con los animales, la naturaleza, la niñez, la diversidad sexual…— y un mayor Estado social. A partir de ahí, se encauzó el debate por la vía de la Convención Constituyente, única en el mundo en términos de paridad y con escaños reservados para la población indígena. Lo fundamental ha sido cómo hemos manejado la crisis con mayor democratización.
P. En caso de que la ciudadanía rechazara la Constitución en el referéndum de septiembre, ¿quedaría muy limitada la acción del Gobierno?
R. No. Obviamente, algunos temas que contiene la Constitución van muy en la línea con el programa del Gobierno y facilitaría su cumplimiento, pero este no está supeditado a una nueva Constitución, y se cumplirá de todas maneras por las vías institucionales y democráticas que correspondan, independientemente del resultado del plebiscito.
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P. En sus intervenciones ha recalcado la importancia de llevar a cabo una política exterior feminista. ¿Cómo prevé aplicar la perspectiva de género a su gestión?
R. La prevemos con dos miradas: una hacia dentro de la Cancillería, donde las mujeres representan un número insignificante o mucho menor en los espacios más altos de decisión (27% de embajadoras). Es un tema que va a llevar algo de tiempo, porque una no puede llegar y empezar a nombrar embajadoras que no están dentro de la carrera funcionaria. La otra mirada es más política, tanto en las relaciones bilaterales como en los foros multinacionales. El enfoque de género, que incluye también las diversidades sexuales, debe estar presente en los tratados de libre comercio, en los acuerdos bilaterales; implica una mirada transversal en todas las decisiones que adoptemos. En los foros multilaterales vamos a seguir apoyando todas las resoluciones que aborden el tema de la violencia contra las mujeres y las niñas o los derechos reproductivos y sexuales.
P. El presidente Boric ha defendido la construcción de “una sola voz” para América Latina. ¿En qué se traduce este afán?
R. América Latina lleva muchos años fragmentada y tenemos muchos problemas comunes en la región: tema migratorio, narcotráfico y seguridad, crisis climática; ahora inseguridad alimentaria… Es muy importante que América Latina tenga una sola voz para sus problemas ante el resto del mundo, para tener más fortaleza y buscar una solución a esos desafíos.
P. ¿Parece más factible esa sola voz con la victoria de Gustavo Petro en Colombia y la aparente nueva ola de izquierda latinoamericana?
R. Sin duda que resulta más fácil tener una sola voz cuando hay un acercamiento ideológico con los gobiernos de la región. Pero el reto del presidente es buscarla más allá de las cuestiones ideológicas, porque el gran problema ha sido que los gobiernos se han acercado a aquellos con los que tenían una afinidad ideológica; cambian los gobernantes y toda la agenda común queda en nada.
P. ¿Cómo quiere presentarse ante el mundo Gabriel Boric? ¿Cuáles son sus prioridades?
R. Primero, la única voz para América Latina. Segundo, un sello distintivo en materia de derechos humanos sin sesgo ideológico. Quiere aprender del pasado y de los errores de anteriores gobiernos de izquierda, y también de los aciertos, evidentemente. Chile también tiene un claro desafío en materia de derechos humanos, tuvimos una dictadura que todavía tiene consecuencias; no ha habido reparación, justicia y verdad para las víctimas. Y luego también tuvimos violaciones de derechos humanos durante el estallido (social de 2019), por las que Chile tiene que responder. La política feminista también es un tema primordial. Sobre todo, el presidente se quiere presentar al mundo con un liderazgo de izquierda, donde la gobernabilidad democrática y los derechos humanos sean elementos esenciales.
Antonia Urrejola, el jueves durante la entrevista.Samuel Sánchez
P. Hablando de izquierda y derechos humanos, algunos comentarios del presidente han molestado en Venezuela y en Cuba y, al parecer, en parte de la izquierda chilena. ¿Es la relación con estos dos países un asunto delicado?
R. El presidente ha sido muy claro al condenar las violaciones de derechos humanos más allá de la ideología. En el caso de Cuba, durante la Cumbre [de las Américas de principios de junio] habló de la situación de los presos a partir de las protestas del año pasado. Ha sido muy crítico con las condenas que han sufrido los activistas, pero también con las sanciones de EE UU a Cuba; reclamó de manera enfática el fin del bloqueo, que ha tenido un efecto gravísimo en toda la población cubana. Respecto de Venezuela, ha sido muy crítico con las violaciones de derechos humanos, pero abogamos en su momento por que no fuera excluida de la Cumbre. Entendemos que la grave crisis política, humanitaria y de derechos humanos en Venezuela tiene que resolverse mediante el diálogo con Venezuela. Y creo que han sido pocas las voces internas disonantes en estos asuntos.
P. Como presidenta de la CIDH, usted fue muy dura con la situación en Nicaragua. ¿Puede mantener una postura similar desde el ministerio?
R. De hecho, está siendo muy similar. Ahora cumplo un rol completamente distinto, pero desde la Cancillería seguimos denunciando y manifestando nuestra preocupación por los derechos humanos en Nicaragua, particularmente por la situación de los presos y presas que fueron detenidos y encarcelados en el contexto electoral. Toda persona que pudiese ser una voz disidente antes de las elecciones (del pasado noviembre), hoy está presa.
P. ¿Qué opciones ve de poder restablecer las relaciones diplomáticas con Bolivia, rotas desde hace más de tres décadas?
R. El presidente Boric y el presidente [Luis] Arce han conversado para trabajar en una agenda común, una agenda positiva. Y yo soy optimista con este tema, los cancilleres estamos avanzando conjuntamente a pesar de las diferencias, que históricamente existen y van a seguir existiendo. Somos países vecinos, hermanos.
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