Cuando Evo Morales ganó sus primeras elecciones en Bolivia, allá por el año 2005, María Nela Prada ya militaba en el Movimiento al Socialismo (MAS). De aquellos días de veinteañera recuerda algo que no olvidaría. Participaba en una campaña en una comunidad indígena. Conoció a un niño, de unos seis o siete años, según recuerda. “Le pregunté qué quería ser de grande y me dijo: ‘Presidente como Evo”. Un sueño inimaginable hasta entonces. En los pueblos, los hijos de los campesinos siempre aspiraban a tener sus propios camiones para transportar lo que diera el campo, las papas, o lo que fuera que hubieran hecho sus padres y abuelos. Ningún indígena había sido presidente hasta Morales y eso lo cambió casi todo; tampoco nunca una mujer había sido ministra de la Presidencia hasta que Nela Prada asumió el cargo el 9 de noviembre de 2020, 15 años después de que tuviera aquella conversación con el crío. La ministra, de 41 años, natural de Santa Cruz de la Sierra, recibió este domingo en Madrid , en una parada en su viaje de vuelta a Bolivia, tras presentar un informe en Ginebra (Suiza) ante el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer.
La vida de Nela Prada forma parte de la historia política de Bolivia. No recela de su padre, Ramón Prada, del partido de derecha boliviano ADN, fundado por el que fuera presidente y dictador Hugo Bánzer. Recuerda el día en el que anunció a su padre que iba a militar en el MAS. Se esperaba lo peor. “Me dijo que nos había dado a mí y a mis hermanas una educación para que pudiéramos pensar por nosotras mismas. Fue una suerte”. Eso y que su madre, Betty Tejada, hubiera sido diputada del partido de Morales.
Pero el momento actual es difícil. El Gobierno de Luis Arce, con Nela Prada en la cartera de la Presidencia, inició su andadura en noviembre de 2020, un año después de que la senadora Jeanine Áñez recibiera la banda presidencial de manos de un militar. Era la culminación a semanas de violencia y tensión en las calles del país andino y que llevaron a Morales a abandonar el país después de denuncias de supuestas irregularidades en las elecciones de octubre de aquel año. La imagen de Bolivia fue la de una nación partida por la mitad.
― Yo no diviso un país partido o dividido, como a veces se muestra. Hay algunos grupos que nunca han aceptado ni aceptarán la democracia cuando gana el pueblo. Lo que sucedió en nuestro país fue un golpe de Estado, que no se hubiese consumado sin el concurso de las Fuerzas Armadas y la Policía.
Arce fue ministro de Economía con Morales, el artífice de una suerte de milagro económico en el país andino. Nela Prada lleva en el petate un porfolio con los datos macroeconómicos de su país del último año; la envidia, a primera vista, de cualquier nación avanzada. La ministra hace un parón entre pregunta y pregunta y muestra las gráficas: un 6% de crecimiento del PIB, una inflación del 0,8%, un 5,3% de desempleo en las zonas urbanas, una caída de la pobreza extrema al 11,1%…
En Bolivia, las cosas se ponen de cara para el Gobierno del MAS. Fuera también se presenta un contexto favorable para la izquierda, con una nueva oleada de victorias en las urnas que ha confirmado el candidato colombiano Gustavo Petro el pasado día 19, seguido muy de cerca del multimillonario populista de derechas Rodolfo Hernández.
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― ¿Es América Latina de izquierdas?
― Va avanzando con las diferencias que existen de un país a otro en los proyectos políticos de izquierda. Sus horizontes políticos no deben entenderse como una receta única, un manual único, sino que deben emerger como una fuerza de construcción creativa y colectiva con el sello de cada pueblo. Siento que se respiran vientos de transformación económica, política y cultura en beneficio de los pueblos.
― ¿Tiene más difícil la izquierda ganar en la región?
— Hay una articulación de la derecha internacional, con un movimiento muy grande de recursos económicos, orientada a coartar el desarrollo de procesos de izquierda en la región. Aunque logremos victorias contundentes, se replican narrativas de dictadura, dictadura, dictadura… Es alucinante. No se acepta la democracia cuando son movimientos de izquierda con un mandato popular. Aun así, hemos demostrado que el pueblo organizado y movilizado es invencible más allá del poder económico de la derecha fascista.
Nela Prada posa en la Embajada de Bolivia en Madrid. JUAN BARBOSAJuicio a Jeanine Áñez
Nela Prada recuerda bien aquellos días convulsos de 2019; había temor, una fuerte presencia militar en las calles, alrededor de la sede del MAS, incluso de su casa. Pero, sobre todo, la hoy ministra tiene en mente cómo el jefe del Ejército, Williams Kaliman, puso la banda a Áñez. “Esa imagen retrata bien lo que fue ese momento”, relata la ministra, “que un militar, tras 37 años de vida democrática, fuera quien le estuviera poniendo la banda a quien se autoproclamaba presidenta, reconociendo desde las fuerzas del orden una autoridad inconstitucional”.
Aquellos militares y policías que obligaron a Morales a renunciar al cargo, que llegaron a quitarse de sus uniformes la whipala, la bandera de los pueblos originarios andinos, están hoy, un año y medio después de una nueva victoria del MAS en las urnas, a las órdenes de su capitán general, el presidente Luis Arce. Una transición corta que pone a prueba su lealtad. A Nela Prada le cuesta decir que no confía en ellos. Medita mucho la respuesta porque es un tema delicado. “La confianza se ha roto entre el pueblo y las fuerzas del orden”, admite, “estamos en un proceso de reconstrucción”. No han acabado, se entiende. “Somos hijos de la democracia”, prosigue, “pero no se puede dar por sentada, siempre puede haber retrocesos”.
Y es aquí donde la historia política de Bolivia se presenta de nuevo en el relato de Nela Prada. Paradojas de su vida, la ministra evoca al poeta y cantante boliviano Nilo Soruco, perseguido por la dictadura de Bánzer y exiliado en Venezuela a finales de los setenta. El presidente Arce utilizó en sus mítines una de sus canciones, La Caraqueña, un himno de la resistencia. Según cita Nela Prada, decía así en una de las estrofas: “Nunca el mal duró cien años ni hubo cuerpo que resista”.
En mucho menos tiempo ha sido juzgada y condenada en los tribunales bolivianos la expresidenta Áñez. Afronta una sentencia de 10 años de cárcel por “resoluciones contrarias a la Constitución” e “incumplimiento de deberes”. La Unión Europea, la ONU y Estados Unidos han criticado el juicio por “no respetar los derechos al debido proceso”. No obstante, según Nela Prada, su Gobierno apelará la condena, insuficiente a su juicio ―la pena máxima por los juzgados sería de 15 años―. “Para reconstituir un tejido social tiene que hacerse sobre la base de memoria, verdad y justicia”, explica la ministra boliviana, “no se puede dejar atrás el pasado como si las vidas del pueblo no importaran, las vidas de todas las personas importan”.
Sea por esto o por esa otra patita del proceso de reconciliación, la de la verdad, la ministra viajó hasta Madrid con un tríptico en el que aparece bien claro la condena a Áñez.
Nela Prada cuenta durante la conversación que mantiene un diálogo cotidiano con el presidente del partido en el que milita, Evo Morales. En las últimas semanas, la prensa local ha aireado críticas del expresidente boliviano al actual ministro del Interior, Eduardo del Castillo, también cruceño y militante del MAS, por su gestión en la lucha contra el narcotráfico. La ministra de la Presidencia defiende la sintonía entre Morales y el Gobierno de Arce.
― La oposición ha querido instalar una narrativa de que nuestro presidente iba a ser un títere de Evo Morales. Este siempre ha reconocido el respaldo a nuestro Gobierno. Me comunico permanentemente con él y nunca ha habido una instrucción de su parte. Como presidente del MAS, puede verter opiniones, pero la oposición quiere que entre en modo silenciador, que desaparezca y no exprese ninguna opinión. ¿Cómo busca la derecha fascista anular a gobierno de izquierdas? Tienen operadores generando división dentro del movimiento popular, buscando la implosión en el seno del movimiento.
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