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La misteriosa vida del hombre más rico de Alemania


El hombre más rico de Alemania es también uno de los más desconocidos. Apenas circulan fotografías de Dieter Schwarz, el multimillonario propietario de la cadena de supermercados de descuento Lidl. Nunca ha concedido entrevistas ni ha querido participar en reportajes. Ni en su propia ciudad, Heilbronn (Baden-Wurttemberg) le reconocerían muchos de sus vecinos si saliera a pasear por la calle. Más de un periodista de grandes medios alemanes ha tratado de hablar con él, o con su entorno, y se ha encontrado con un muro de discreción. Un secretismo que recuerda al que en tiempos mantuvo Amancio Ortega, pero que Schwarz ha logrado conservar hasta la era de Twitter e Instagram. Su imperio ha sido noticia esta semana en España: un juzgado ha obligado a Lidl a retirar de la venta todos los ejemplares de su exitoso robot de cocina low cost por violar la patente de la Thermomix.

La discreción no es un rasgo insólito entre las grandes fortunas alemanas, especialmente entre las que han amasado su capital en el negocio de la distribución. También los multimillonarios propietarios de Aldi o Schlecker son huidizos con los medios de comunicación. Ellos y sus familias. El hermetismo de Schwarz se debe “en parte a su carácter, pero también dicen que viene de un cierto miedo a los secuestros, ya que en los años 70 y 80 las familias de los fundadores de Aldi y el fundador de Schlecker sufrieron ataques de este tipo”, recuerda Jan Mende, periodista del Lebensmittel Zeitung, medio económico especializado en el sector de la alimentación.

De Schwarz se conocen un par de notas biográficas. Nació en Heilbronn en 1939, hijo del tendero Josef Schwarz, que tenía con otro socio, apellidado Lidl, un negocio de frutas al por mayor. Tras acabar el instituto empezó a trabajar con su padre. En 1973 los Schwarz decidieron abrir el primer supermercado imitando el modelo de los Aldi, que ya se estaban expandiendo por toda Alemania ofreciendo precios bajos y gran selección de productos. Como no quería usar su propio apellido, que significa negro, y podía recordar a la expresión mercado negro, decidió usar el del socio de su padre, corto y sonoro. Para evitar problemas legales le compró los derechos a un pintor y maestro de escuela jubilado llamado Ludwig Lidl al que descubrió tras leer un artículo suyo en el periódico local. Le pagó 1.000 marcos alemanes, según contó hace años la revista Focus.

Cuatro años después de abrir el primer supermercado, Lidl ya era una cadena formada por 33 tiendas. En 1977 murió Josef Schwarz y su hijo se quedó al frente de la empresa. En paralelo a la expansión de Lidl, Schwarz inició otra aventura empresarial en el mundo de la distribución, en este caso una cadena de hipermercados llamada Kaufland. El primer establecimiento abrió en Neckarsulm, al lado de la ciudad natal de Schwarz, y en poco tiempo siguieron otros por toda Alemania del Este. Hoy hay más de 1.200 Kaufland en Alemania y en otros países como la República Checa y Polonia, y Lidl tiene 11.200 supermercados en 29 países. En España ya ha conseguido la tercera mayor cuota de mercado, según Kantar, solo por detrás de Mercadona y Carrefour.

De Schwarz se sabe también que lleva casado más de cinco décadas con su mujer Franziska, y que tiene dos hijas, también desconocidas para el gran público y de las que no se ha escrito a qué se dedican ni detalle alguno sobre sus vidas privadas. El secretismo de la familia parece contagiarse a los departamentos de comunicación de sus empresas, reacias a dar información a los medios sobre el fundador. Schwarz se retiró del negocio diario cuando tenía 65 años, pero desde entonces sigue controlando el Grupo Schwarz, que engloba Lidl y Kaufland. Lo hace a través de una fundación que lleva su nombre y es la propietaria de las acciones del grupo. Schwarz es el mayor mecenas de su ciudad, destaca el diario económico Handelsblatt en un perfil que hizo en ocasión de su 80º cumpleaños. Entre otras cosas, financió la restauración de un viejo edificio industrial que se convirtió en un centro dedicado a la divulgación de la ciencia. Su fundación promociona la educación, la ciencia y la investigación, y recientemente donó fondos para crear cátedras en la Universidad Técnica de Múnich.

El discreto magnate acumula un capital neto de 36.400 millones de dólares (29.900 millones de euros), según Forbes, que le sitúa en el puesto 40 entre los más ricos del mundo. Solo hay otra fortuna alemana por delante de la lista actualizada: la de los herederos de Karl Albrecht, uno de los dos hermanos que crearon Aldi, el grupo de supermercados competidor de Lidl. Como Schwarz, también ellos crearon un imperio a partir de un modesto negocio familiar, y compartieron hasta su muerte (Karl en 2014; Theo en 2010) el deseo de gestionar sus fortunas desde el anonimato. La televisión pública ZDF emitió recientemente un reportaje sobre la historia de Lidl, que empieza con esta frase: “Dieter Schwarz, el fenómeno, el fantasma”. Los reporteros viajaron a Heilbronn para preguntar a sus habitantes si reconocían a Schwarz en una de las pocas fotos suyas que circulan. La mayoría negaban con la cabeza. No sabrían reconocer al propietario del cuarto mayor grupo de distribución del mundo.


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