EL PAÍS

La moda de las bodas comunitarias en Caracas: un sí quiero junto a una multitud

Caracas. “¡Beso, beso, beso!”, decía el alcalde antes de llamar a la próxima pareja que declararía en matrimonio civil, justo después de coordinar que todos miraran a la cámara para el retrato y de invitar a compartir el evento en redes sociales, “para que se sepa”. En la plaza Altamira de Caracas, la tarde de San Valentín, un día de tránsito pesado en la ciudad como toda efeméride comercial, 24 parejas aprovecharon la oferta que hizo la municipalidad de Chacao de casarse en una boda comunitaria, con gastos de maquillaje y peinados pagos para ellas más asesorías en la selección de los vestidos, botella de espumante con copas, fotografías de ocasión y una noche en un hotel para la luna de miel.

“Queremos inculcar valores a los niños y personas que se acercan acá a la plaza y vean que la familia es la base fundamental de la sociedad, queremos fomentar valores morales y familiares”, dijo Gustavo Duque, el mandatario local del municipio más pequeño y de más ingresos de la ciudad. A la boda colectiva se apuntaron todos los que lograron consignar los documentos legales requeridos a tiempo, pues según los organizadores hubo gente que quedó en lista de espera. Wilmer y Merchy fueron los últimos en apuntarse. Tienen una relación de 10 años con hijos, pero habían tenido problemas para renovar la cédula de ella para casarse. “Estoy emocionado”, comentó antes de que su pareja entrara en fila con las otras mujeres vestidas de novias. También formalizaron su historia de amor de 23 años Luis, de 63 años, y Giolly, “ahora de Velásquez”, de 54 años. Eran la pareja de más edad y la más fotografiada en un evento que este alcalde repite por segunda vez, una fórmula que ha sido una vieja tradición de políticos venezolanos, pero que esta vez fue cubierto hasta por las agencias internacionales de noticias.

En Venezuela, pese a todo, la gente todavía se casa. Luis y Giolly vieron como “una cosa de Dios” la oportunidad de casarse, pues hace unos días recibieron la señal más importante. Los documentos del divorcio de la anterior pareja de él finalmente salieron hace unos días, después de más de seis años traspapelados en tribunales. Ella acudió a su matrimonio un día después de recibir una dosis de quimioterapia por un cáncer de mama, pidió un cambio de puesto en el acto público para no recibir sol, y no dejó de sonreír en toda la jornada. El grupo se hizo fotos delante de un enorme corazón que adorna la plaza para completar la frase y eslogan político Yo (amo) Chacao, que últimamente se ha vuelto tendencia entre los políticos de todo el país que han replicado la estrategia de marketing hasta en el poblado más pequeño del país devorado por la inflación, la crisis política y social, pero lleno de letreros de amor puestos por sus gobernantes.

Más temprano, al otro lado de la ciudad, activistas por los derechos LGBTQ utilizaron la fecha para reclamar frente a la sede del Supremo su derecho al matrimonio, es decir, las razón por la que una boda colectiva oficiada por una autoridad al otro lado de la ciudad excluye a las parejas homosexuales y a las otras formas de familia existentes. El pequeño grupo de activistas con globos y pancartas exigió a los magistrados igualdad para poder casarse, respetar el derecho a la identidad de las personas trans, intersexuales y no binarias y también el cese de criminalización de relaciones homosexuales dentro de las Fuerzas Armadas, penado por las normas internas a las que el Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Volker Türk, se refirió en su reciente visita al país.

En las redes sociales en las que se anunciaba la boda colectiva hubo quienes preguntaron por el derecho a casarse entre personas del mismo sexo, y otros que pidieron divorcios en masa. Para el alcalde, el matrimonio igualitario es un tema que “preferiríamos que nacionalmente se legislara antes de tomar una decisión municipal”, comentó en las declaraciones a los medios antes de declarar esposos y esposas a 24 parejas. “Es un tema controvertido, pero es una realidad y hay que escuchar a todos los sectores de la sociedad y valorarlos como seres humanos”.

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