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La muerte de dos adolescentes en Francia reaviva la preocupación por las bandas juveniles


Lo de las bandas violentas de adolescentes no es un fenómeno nuevo en Francia. Pero la muerte en menos de 24 horas de dos menores de 14 años en el marco de sendos enfrentamientos entre grupos juveniles en el departamento de Essonne, a las afueras de París, ha vuelto a poner el foco en un problema que las autoridades siguen con creciente preocupación. Los dos nuevos incidentes se producen un mes después de la brutal paliza que sufrió Yuriy, un adolescente de 15 años que quedó gravemente herido por las patadas y golpes con bates y otros objetos contundentes que le propinaron los miembros de una banda en el acomodado distrito 15 de la capital francesa. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, ha convocado a los prefectos de la región parisiense a una reunión esta semana para analizar la situación antes del regreso a clase tras las vacaciones de invierno, el próximo lunes, y ha ordenado un refuerzo de la presencia policial en las zonas más afectadas.

Desde este miércoles y “por el tiempo que sea necesario”, según Darmanin, 60 gendarmes adicionales están a disposición de las fuerzas del orden de Saint-Chéron, donde una adolescente de 14 años identificada como Lilibelle falleció el lunes por herida de arma blanca en el vientre durante un enfrentamiento entre una decena de jóvenes, parte de ellos procedentes de la vecina localidad de Dourdan, en los alrededores del instituto local. Seis jóvenes, de entre 13 y 16 años, han sido detenidos.

Otros 30 gendarmes apoyarán a sus compañeros de Boussy-Saint-Antoine, donde el martes murió otro adolescente de 14 años, también de una cuchillada, y uno de 13 años resultó herido grave en la garganta, igualmente por arma blanca, en el marco de una pelea entre una treintena de menores venidos de las vecinas Epinay-sous-Sénart y Quincy-sous-Sénart para enfrentarse en un terreno neutro. Según reveló este miércoles la fiscal a cargo del caso, Caroline Nisand, los adolescentes iban “de uniforme negro y armados con cuchillos, muletas y palos”. La idea, explicó en rueda de prensa, “era que los más mayores, de 17 años, dejaran a los más pequeños, de 13 y 14 años, pelearse bajo su supervisión. Fueron los más pequeños los que se pegaron, mientras los mayores se retiraban”, según las primeras pesquisas. “No es el equipamiento natural de un chaval de 13 o 14 años en la calle”, había comentado Darmanin sobre las armas incautadas la víspera, al subrayar la importancia de que los padres también deben vigilar a sus hijos porque este tipo de violencia, indicó, no es solo responsabilidad del Estado sino un fenómeno relacionado con la “desescolarización, las redes sociales” y, también, con una “falta de autoridad parental”.

Los agentes de refuerzo velarán “para calmar” la situación y que “no haya réplicas ni nuevos enfrentamientos”, agregó el ministro, que también ha convocado para finales de esta semana a los prefectos de las regiones colindantes parisinas —donde se concentran la mayor parte de este tipo de incidentes— para analizar la situación en una reunión con el ministro de Educación Nacional, Jean-Michel Blanquer.

Unas medidas insuficientes, según el presidente del consejo departamental de Essonne, el conservador François Durovray, que ha pedido a Darmanin un “plan Marshall” para mejorar las capacidades locales de agentes de seguridad, pero también de personal de justicia y profesores.

El fenómeno de las bandas juveniles, que se concentra mayoritariamente —el 80%, según datos de la policía— en París y sus alrededores, no es nuevo. Ya en 2010, la prefectura de policía de la capital creó una célula especializada para este fenómeno, mientras el Gobierno de Nicolas Sarkozy aprobaba una “ley antibandas” que prevé hasta tres años de cárcel y una multa de 45.000 euros por participación en una banda violenta.

Ello no impidió que, en 2016, uno de los últimos años más graves, nueve jóvenes murieran en enfrentamientos entre bandas juveniles. Aunque desde entonces las cifras se habían estabilizado y los fallecimientos por esta causa disminuyeron drásticamente —cuatro muertos en 2017, tres en 2018 y solo uno en 2019, según la Agencia France Presse—, Darmanin reconoció “una explosión de encuentros violentos” en los últimos tiempos. Ya en 2020, la tendencia a la baja se revirtió y el año acabó con tres muertos y 218 heridos en este tipo de incidentes, según la Dirección General de la Policía Nacional (DGPN). De hecho, el año pasado se produjo a nivel nacional un aumento de casi 24% de este tipo de incidentes (357 enfrentamientos entre bandas de barrio rivales), una cifra muy cercana al pico registrado en 2010, con 401 casos. En el 70% de los casos señalados el año pasado, los implicados eran menores de edad.


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