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La muerte de Guillem ya tiene explicación

Solo una madre sabe el dolor de perder un hijo. Solo quienes hayan sufrido de cerca una muerte inesperada y anticipada saben cómo sus consecuencias pueden desgarrar a toda una familia para siempre. Aún más cuando el asesino de tu niño anda suelto y la herida sigue abierta 27 años después. La madrugada del 11 de abril de 1993, el neonazi Pedro José Cuevas clavó una navaja en el corazón de Guillem Agulló, que solo tenía 18 años. Los tribunales redujeron el asesinato a una simple pelea entre jóvenes, pero el pueblo no olvidó. La figura de aquel chaval antifascista, antirracista y risueño sigue siendo hoy un símbolo de la lucha popular. También un tema tabú que ahora se ha convertido en película: La mort de Guillem. Está dirigida por Carlos Marques-Marcet, doble ganador de la Biznaga de Oro en el Festival de Cine de Málaga, cita donde se estrena la obra esta tarde.

“Cuando empecé a hablar con la familia para preparar el guion, el padre de Guillem me dijo: ‘Si conseguís hacer la película, podremos dejar ya de contar la historia y que esta se cuenta por sí misma”, explica Marques Marcet, que recibió el encargo para dirigir este proyecto a comienzos de 2019 en pleno rodaje de En el corredor de la muerte. “Vaya responsabilidad”, pensó entonces el cineasta, que mezcla en la película realidad y ficción de una manera natural. Las imágenes de archivo con un rodaje que no estuvo exento de sobresaltos. El actor que iba a encarnar a Guillem Agulló se retiró del proyecto días antes de comenzar los ensayos por miedo a tener el mismo final que el joven valenciano. Hubo quien increpó al equipo en Burjassot y quien estampó el nombre de Vox sobre una pintada en homenaje al chaval asesinado. “Notas la violencia”, aseguraba entonces Marques-Marcet. Es lo que ocurre aún hoy a la familia Agulló de manera constante. Especialmente en cada aniversario de la muerte de Guillem: llamadas con amenazas, cartas anónimas, garabatos con simbología fascista en la fachada de su casa.

Esa violencia queda reflejada en La mort de Guillem, donde los silencios durante las cenas familiares hablan más que cualquier diálogo, como las discusiones, gestos y llantos. Es precisamente el punto de vista familiar a través del que se narra una historia que nunca debió suceder. Durante la Semana Santa de 1993, Guillem Agulló se fue de acampada con unos amigos a Montanejos, en la provincia de Castellón. Era nadador —fue preseleccionado para los Juegos Olímpicos de Barcelona— y tenía un fuerte compromiso político antifascista. Uno de aquellos días de vacaciones un grupo de neonazis se dirigió a él y lo mató de un navajazo. “Tenía el corazón tan grande que fue fácil dar en la diana”, subraya su hermana Betlem —interpretada por Mar Linares— en la película, que protagonizan Pablo Molinero y Gloria March, además de Yani Collado.

De asesinato político a pelea entre chavales

Los agresores ser marcharon cantando el Cara al sol con el brazo extendido, según declararon los amigos de Guillem en un proceso judicial que se desgrana pacientemente en el filme. El tribunal terminó borrando la causa política durante el proceso: lo consideró una pelea más entre chavales y terminó absolviendo a la mayoría de supuestos implicados y condenando al autor material, Pedro José Cuevas, a 14 años de prisión por homicidio. Solo cumplió cuatro. Años más tarde se presentó a la alcaldía del ayuntamiento valenciano de Chiva como candidato de Alianza Nacional y volvió a ser detenido en la operación Pánzer. “Guillem, jódete”, sigue siendo hoy un grito de guerra de la ultraderecha valenciana.

“Creo que es muy interesante entender qué sucedió entonces para ver las similitudes y las diferencias con lo que ahora está pasando”, cuenta Marques-Marcet. Aquel 1993 era el de la España más internacional que sacaba pecho tras el éxito de Barcelona 92 y la Expo de Sevilla. “Tiempo de masilla, no de derribos”, dice el abogado a los padres de Guillem, consciente de que la democracia aún estaba apuntalada y que el franquismo aún estaba muy enraizado en la comunidad valenciana. “Aún hoy hay muchas cosas del régimen anterior que no se han marchado”, dice el director de la película, que subraya cómo su generación —tiene 37 años— ha crecido con ideas cuestionables “como que la transición no se podía criticar”.

Por eso cree que es buen momento para revisitar la historia, entender dónde surgieron algunas situaciones que aún no han sido resueltas cuatro décadas después de la llegada de la democracia: “Es muy sintomático que jóvenes de clase obrera como los que mataron a Guillem lo hicieran en defensa de la ultraderecha, de las clases altas. Es algo que, en cierta manera, sigue ocurriendo”. “¿Qué estamos entonces haciendo mal?”, se pregunta el director. La mort de Guillem ofrece algunas respuestas.


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