La igualdad por los derechos y la identidad de la mujer es una de las grandes batallas del siglo XXI, que tiene lógica traducción en la demanda cultural, en particular en el mundo del libro, con más lectoras que lectores. Y a esa corriente no podía quedar ajena un premio literario de reconocido impacto mediático como el Nadal, que convoca la editorial Destino. Así, en su 77ª edición, la primera en toda su historia sin la tradicional cena literaria por las medidas sanitarias contra la covid-19, el galardón decano de las letras castellanas (dotado con 18.000 euros) ha recaído esta tarde en Barcelona en una de las voces más significadas por esa lucha feminista, Najat el Hachmi.
La escritora catalana de origen marroquí aborda en la novela ganadora El lunes nos querrán la historia de dos jóvenes “que crecen en la periferia de la periferia, luchando contra sus condicionantes de procedencia, sexo y clase social”. La identidad y la aspiración de libertad también es una constante de la producción narrativa de una veterana y reconocida autora de las letras catalanas como Maria Barbal, que se ha adjudicado el 53º premio Josep Pla de prosa en catalán (6.000 euros) con Tàndem, donde un hombre y una mujer ya de cierta edad deciden “concederse la libertad de vivir plenamente” cambiando de manera radical su existencia.
“Con la literatura podemos construir discursos alternativos, contestatarios a los relatos hegemónicos”, ha defendido El Hachmi durante una entrega del premio anómala, marcada por la presencia de poco más de una treintena de periodistas en un amplio salón, mascarillas, distancias, geles y donde las premiadas han tenido que recoger ellas mismas los galardones. En ese contexto, la escritora ubica la historia de dos jóvenes de familias musulmanas muy distintas: una,cerrada, que “ejerce una presión brutal sobre su hija”; otra, más abierta.
El contraste entre ambas amigas marca el tono de la novela, donde se enfrentan, en lo doméstico, “al machismo y a la cerrazón asfixiante religiosa” y, en la calle, con la precariedad laboral y los estereotipos. “La amistad será su único asidero para su supervivencia en su iniciación a la vida adulta, para abordar desde el deseo a la sexualidad y el mundo laboral”. El título resume sus circunstancias: “Con el tiempo verán que si no las quieren es porque por más que ellas afronten los dictados del peso y las modas, verán que si no las quieren es porque no las quieren a ellas por lo que son… En la vida hay que aspirar a que te quieran como eres”.
El lunes nos querrán responde fielmente a la filosofía vital y literaria de El Hachmi (Nador, 1971). Llegada con ocho años a la ciudad catalana de Vic donde ya trabajaba su padre, empezó a escribir como forma de evasión a los 11 años, práctica que no dejó mientras hizo los trabajos más diversos (limpieza, cocinera, mediadora cultural…). Pero sus cuitas cuajaron con un ensayo que recogía todas las contradicciones que veía (y sufría) en su mundo con relación a los choques entre la integración y la identidad: Yo también soy catalana (2004).
Apenas tres años después, aparecería El último patriarca, novela con la que obtendría el Ramon Llull, donde ahondaría en los problemas de machismo que se dan en las sociedades musulmanas. El papel al que queda relegado la mujer en esas circunstancias y el choque generacional entre madres e hijas lo plasmó en otra ficción, La hija extranjera (2015), con la que logró el Premio Sant Joan de novela que, de alguna manera, retomó en Madre de leche y miel (2018). Otro de su leitmotiv, la libertad individual y sexual de las mujeres, quedó abordado con mucha franqueza y erotismo en La cazadora de cuerpos (2011).
Identidad, religión y mujeres son los hilos con los que suele trenzar sus habituales colaboraciones en prensa y que han cuajado recientemente también en otro ensayo celebrado, Siempre han hablado por nosotras (2019). Hasta la fecha, El Hamchi siempre había escrito en catalán, pero El lunes nos querrán es su primera novela escrita en castellano. “He simultaneado los dos originales en catalán y castellano: soy trilingüe desde los ocho años”, ha asegurado hoy, decantando la importancia en el fondo de lo que escribe: “No hay vida digna sin libertad; me gustaría dedicar mis libros y mi obra a aquellas valientes que se salieron del camino para ser libres”.
Libertad para presentarse a un premio
Curiosamente, Barbal también ha hablado de libertad, la que, según ella “me he dado a mí misma para presentarme a un premio como el Pla”. La explicación es simple: Barbal (Tremp, 1949) es uno de los nombres significados de las letras catalanas desde que con Pedra de tartera (1985), que cosechó tres premios, se convirtió en un clásico contemporáneo al recoger el mundo que iba desapareciendo de los pueblos del Pirineo, temática que fue indirectamente retomando en obras, siempre premiadas como Mel i metzines (1990) o Càmfora (1992).
El éxito de ventas y reconocimientos la llevaron a que “ya tenía mi cuota y no debía presentarme a más”. Con Tàndem vuelve al escenario urbano de Barcelona, como ya hiciera con la también celebrada Carrer Bolívia (1999), para recoger la historia de Elena y Armand, reflejo de “los que llegan a cierta edad y se estabilizan de manera confortable, sin plantearse ya nada más. Yo les concedo el derecho a cambiar y a mirar el mundo ya los otros de forma distinta, de concederse la libertad de vivir plenamente”.
Por segundo año consecutivo, como si el Nadal y el Pla quisieran recuperar el tiempo perdido en el desequilibrio de género que refleja su palmarés, la fiesta literaria recayó en un ticket femenino desde que en 1968 se conceden juntos. Es un episodio que no se había dado hasta ahora. Este es el quinto doblete de féminas. El primero tuvo lugar en 1994, con Rosa Regàs y Carme Riera. Debieron de pasar ocho años para ver el segundo, con Ángela Vallvey y Eva Piquer (2002). Luego siguieron Clara Sánchez y Llucia Ramis (2010); y, el año pasado, Ana Merino y Laia Aguilar. Con ello, son ya 16 las mujeres que han obtenido el premio Nadal y 11 el Pla.
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