Matteo Messina Denaro era el criminal más buscado de Italia y uno de los más peligrosos del mundo. Llevaba 30 años fugado, pero los retratos robots de su rostro aparecían en todas las comisarías y aeropuertos. El capo, natural de Castelvetrano (en la provincia de Trapani), decidió quedarse cerca de su gente y ocultarse en un apartamento situado en el pueblo colindante al suyo, a pocos kilómetros del lugar donde vive su familia. Era la persona más famosa de esta región. Pero ningún vecino le reconoció, pese a que llevaba una vida relativamente normal y salía habitualmente de casa para ir al bar o a la compra. “Muchos han asociado esa foto al hombre que veían en la pizzería, en el bar o en el supermercado”, explicaba el jefe de policía local, Giuliano Panierino.
La pregunta que se hace todo el mundo ahora es cómo nadie, en un pueblo pequeño donde todo el mundo se conoce, dedujo que aquel hombre era Matteo Messina Denaro. “Si llega un forastero y le ven tres noches seguidas cenando en un restaurante, tardan poco tiempo en averiguar quién es”, señalan fuentes policiales. Y la respuesta, en muchos casos, tiene que ver con la omertà o ley del silencio de una provincia en la que el clan de Messina Denaro ha gobernado durante las últimas décadas sin fisuras. En el supermercado de la esquina, por ejemplo, donde se supone que él o sus guardaespaldas hacían la compra, ninguno de los empleados consultados le había visto nunca. “Además, está muy envejecido. ¿Cómo íbamos a reconocerle?”, apunta uno de los cajeros.
El jefe de la policía local asegura que algunos vecinos le han dicho que Messina Denaro acudía regularmente al bar San Vito, junto a su apartamento, o a la pizzería Don Peppe. En dicho restaurante, mientras las noticias muestran en bucle las imágenes del pueblo y de la detención del padrino, la respuesta es parecida. “Mire, yo no soy el único que hace pizzas aquí. Será otra pizzería. Y si vino, yo no lo vi. Por aquí pasa mucha gente, por fortuna para nosotros”.
Giuseppe Castiglione, alcalde de Campobello di Mazara.Paolo Manzo
El alcalde del pueblo, Giuseppe Castiglione, niega a este periódico que el pueblo haya protegido al mafioso. “Seguramente ha habido connivencia con gente que lo ha protegido. Pero de 11.000 habitantes, quizá han sido cinco o seis. Eso no puede significar que este sea un pueblo mafioso. Además, no creo que haya vivido 30 años en nuestra ciudad. Se habrá movido y habrá encontrado todo tipo de gente que le ha ayudado. Y espero que todos sean detenidos”. Pero otra prueba de cómo algunos vecinos sí sabían quién era aquel fugitivo la aporta el médico de cabecera del pueblo, Alfonso Tumbarello, que se ocupaba del seguimiento de Messina Denaro (que supuestamente era Andrea Bonafede). El problema es que el Bonafede real, el topógrafo que le había prestado la documentación y la casa, también era su paciente desde hacía años.
Messina Denaro, en cualquier caso, es otro tipo de fugitivo. Su rutina no tiene nada que ver con la vida que llevaron mientras estaban huidos los otros dos grandes capos que le precedieron: Totò Riina y Bernardo Provenzano. De hecho, se han publicado ahora selfies que se hacía con los enfermeros del hospital donde se trataba el cáncer en Palermo. Una paciente también ha declarado que mandaba mensajes a algunas de sus compañeras de quimioterapia. Ellas pensaban que se escribían, claro, con un tal Andrea Bonafede (la identidad que tomó de un amigo de la infancia del pueblo donde se ocultaba).
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El capo mafioso comenzó a frecuentar con más asiduidad la clínica en el último año. El cáncer de colón que padecía derivó en una metástasis en el hígado, y necesitaba periódicamente tratamiento con quimioterapia. Sus salidas de casa se acentuaron y algunas fuentes creen que, en parte, la enfermedad le llevó a relajar todavía más sus hábitos de seguridad.
Agentes de policía en la localidad sicialiana Campobello di Mazzara, donde se refugiaba el capo de la Mafia Matteo Messina Denaro. Foto: Paolo Manzo | Vídeo: Reuters
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