Si el entorno de Boris Johnson pensaba que había capeado la tormenta de Dominic Cummings, el ex asesor estrella del primer ministro e ideólogo del Brexit ha demostrado este miércoles que dispone aún de suficiente munición para causar más daños. A finales de mayo, Cummings, compareció ante una comisión parlamentaria para revelar la desastrosa gestión de Downing Street durante los primeros meses de la pandemia. El hombre más poderoso del Gobierno de Johnson en los inicios del mandato había acabado saliendo por la puerta de atrás, derrotado por sus enemigos internos y abandonado a su suerte. La actual esposa de Johnson, Carrie Symonds, encabezo con éxito una revuelta contra los despóticos modos del asesor. Cummings preparó con calma su venganza, y dejó boquiabiertos a los diputados al describir un primer ministro que se resistió a admitir la gravedad de la amenaza, y sobre todo, un ministro de Sanidad (Matt Hancock) marrullero e incompetente, “un mentiroso que debería haber sido despedido ya al menos en 15 o 20 ocasiones”.
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La exitosa campaña de vacunación en el Reino Unido, que ha inmunizado ya con doble dosis a un 57% por ciento de la población, y la perspectiva de luz al final del túnel, jugaron a favor de Hancock, quien logró defenderse de las acusaciones con medias excusas y una apariencia de honestidad en sus errores. Que básicamente consistían en dos: la incapacidad de poner en marcha un sistema de test de localización y rastreo de contagios durante los primeros meses de la pandemia, y la trágica decisión de reenviar a las residencias a los mayores diagnosticados con la covid-19 en los hospitales.
Cummings ha publicado este miércoles intercambios de wasap con Johnson en los que queda claro que el primer ministro había sido advertido, y era consciente, de los fallos de su ministro de Sanidad. “Decenas de miles de sanitarios no van a poder acudir a su trabajo en las próximas tres semanas, que serán críticas. Eso añadido a mi insistencia de que los test son una ruta esencial del plan de escape”, advierte a Johnson el asesor, en un mensaje en que señala cómo el responsable de Sanidad del Gobierno ha sido incapaz de llevar adelante los objetivos. “Totally fucking hopeless. Un absoluto jodido inútil”, responde un Johnson desesperado.
Todos los miembros del Gobierno, comenzando por el propio Johnson, han defendido con efusividad a Hancock para intentar capear el temporal. A la vez, el equipo de comunicación de Downing Street se ha dedicado a denigrar entre los medios a un personaje que provoca ya por sí mismo un notable rechazo por su carácter arisco, excéntrico y arrogante. Su comparecencia para justificar una escapada al campo, junto a su mujer y su hijo, en medio de la primera ola de la covid-19, solo logró irritar más a la opinión pública. Se resistió a algo tan simple como pedir disculpas. “Y Hancock mantiene en estos momentos responsabilidad directa en temas tan delicados como las nuevas variantes [del virus] o la gestión de las residencias. Mantener a un ministro así en un puesto de responsabilidad clave es garantía de desastre. Para defender la seguridad pública, es urgente que sea destituido”, ha escrito Cummings en Substack, una plataforma de internet que permite la publicación de newsletters y gestiona el pago de los lectores.
El propio Hancock compareció ante la misma comisión parlamentaria y se mostró desafiante. Negó todas las afirmaciones de Cummings y le desafió a demostrar con documentos todo aquello de lo que le acusaba. La propia comisión reclamó al ex asesor que entregara las pruebas correspondientes a las graves acusaciones que había vertido. Aunque se comprometió a hacerlo, ha decidido ser él quien maneje los tiempos de su venganza, con una nueva ronda de documentos incriminatorios que se encargaba de anunciar a través de su cuenta personal de Twitter.
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