Concentración ante la Embajada de Bielorrusia en Varsovia, este domingo.

La oposición bielorrusa en Polonia pide a la UE dureza contra Lukashenko

Concentración ante la Embajada de Bielorrusia en Varsovia, este domingo.
Concentración ante la Embajada de Bielorrusia en Varsovia, este domingo.A. P.

Los opositores bielorrusos en la vecina Polonia se han manifestado este domingo frente a la Embajada de su país en Varsovia para pedir a la Unión Europea que endurezca su postura hacia el régimen de Aleksandr Lukashenko a raíz de la crisis migratoria que ha generado en la frontera. En una concentración a la que ha acudido un centenar de personas de distintas ramas de la oposición bielorrusa en Polonia, los participantes han subrayado la importancia de que la UE apruebe más sanciones a Minsk y no legitime a Lukashenko como interlocutor.

La Unión no reconoce a Lukashenko como presidente del país por las acusaciones de amaño en las elecciones de agosto de 2020 ―en las que el líder autoritario salió reelegido por abrumadora mayoría tras 26 años en el poder― y la posterior represión de las manifestaciones en su contra. Sin embargo, la canciller alemana, Angela Merkel, habló dos veces por teléfono con Lukashenko esta semana para tratar de resolver la situación de los miles de migrantes agolpados en la linde con Polonia. Era la primera vez que un dirigente occidental dialogaba con el líder bielorruso desde los comicios.

“Hoy tratamos de que la UE ponga el foco en que el principal problema es Lukashenko”, ha asegurado a este periódico una de las participantes, Stasia Glinnik. “Queremos que le devuelva el dinero a esa gente que está en la frontera y que se aprueben nuevas sanciones. Las que ya hay tocan más bien a personas concretas y solo afectan al 5% de la economía del país”, ha agregado Glinnik, nieta de Stanislav Shushkiévich, uno de los tres firmantes en 1991 ―junto con el ruso Boris Yeltsin y el ucranio Leonid Kravchuk― de los famosos acuerdos de Belavezha (por los que desapareció formalmente la URSS) y primer presidente de la nueva Bielorrusia independiente, hasta 1994.

Aunque la principal diana de las críticas era Lukashenko, retratado con un monigote con la palabra “terrorista” y un cartel que rezaba “Márchate, rata”, Merkel y el presidente ruso, Vladímir Putin ―apoyo de Minsk en esta crisis―, han sido las otras dos grandes bestias negras. En una de las pancartas se podía leer “Merkel, ¿de qué lado estás?”; en otra, se veía al líder bielorruso con la frase “Herr Lukashenko” (Señor Lukashenko, en alemán) y dos retratos de Merkel y Putin. Es la fórmula, en vez de “presidente Lukashenko”, que utilizó la Presidencia alemana al dar cuenta de las conversaciones telefónicas entre ambos, que los manifestantes consideran una legitimación de facto del dirigente bielorruso.

“No nos gusta que se hable con terroristas”, sentencia Glinnik. “Él no está reconocido como presidente. Entonces ¿por qué se habla con él, si no es el representante de Bielorrusia? Es justo lo que quería conseguir con este chantaje”. El próximo martes se manifestarán precisamente ante la Embajada de Alemania en Varsovia.

Concentración ante la Embajada de Bielorrusia en Varsovia, este domingo.
Concentración ante la Embajada de Bielorrusia en Varsovia, este domingo. A. P.

La oposición bielorrusa en Polonia organiza periódicamente protestas, pero la de este domingo era la primera contra la “guerra híbrida” lanzada por Lukashenko. En Polonia residen decenas de miles de bielorrusos, con la mayor comunidad en la capital. La represión postelectoral ha generado un aumento en las llegadas, que Varsovia facilita, si bien la principal líder de la oposición, Svetlana Tijanóvskaya, está refugiada en Lituania desde justo después de las elecciones.

En la concentración han participado distintas ramas opositoras, como democristianos o anarquistas, un colectivo perseguido por las autoridades de Minsk que mostraba una pancarta negra con el lema: “Los políticos juegan, la gente muere”.

Los asistentes han coreado cánticos como “Con voluntad, venceremos”, “Larga vida a Bielorrusia” o “Minsk, Varsovia, un mismo objetivo”. Bastantes llevaban atada a la espalda la bandera blanca y roja que fue oficial en Bielorrusia en varios momentos de la historia y hoy usa la oposición. También mostraban carteles en bielorruso, polaco e inglés con lemas como “Libertad para los presos políticos” o “Mientras la UE comercia con Lukashenko, Lukashenko trafica con gente”.

Un grupo recogía además firmas para pedir a las autoridades polacas que declaren “terrorista” a Lukashenko, junto a un cartel con las fotos y nombres de 27 bielorrusos cuya muerte la oposición atribuye a la represión del régimen. Entre ellos está el caso más conocido, el del pintor Roman Bondarenko, fallecido en el hospital hace un año tras recibir varios golpes en la cabeza de agentes de seguridad de paisano.

Entre los asistentes está Mariya, que solo lleva en Polonia desde abril. Cuenta que fue observadora en las elecciones y que empezó a “recopilar todas las pruebas de que los resultados habían sido falsificados y a distribuir esa información”. Luego, las autoridades “fueron a por todos los administradores de grupos [de la oposición] en Telegram [un servicio de mensajería que suelen emplear] y uno de ellos fue encarcelado por el código penal. Yo era administradora de otro y empecé a entender que irían a por mí y que tenía que irme enseguida. De hecho, fueron a buscarme cuando ya estaba aquí”, relata.

Aksana (nombre ficticio) recoge firmas y pide “que se adopte una postura de fuerza contra un dictador”. En su país, relata, era una de las organizadoras de las manifestaciones contra el fraude electoral, pero acabó haciendo las maletas un año más tarde. “Me fui principalmente porque no quería que mis impuestos financiasen a Lukashenko. Y porque no iban a tardar mucho en venir a por mí por segunda vez”, dice en referencia a un primer encarcelamiento, de una semana.

“Pedimos más sanciones”, señalaba Andrey, llegado a Polonia este verano, “pero además creo que los propios bielorrusos que están dentro tienen que hacer algo, como una huelga. Tras las elecciones, salimos muchos a las calles, fue bonito, pero la cosa fue poniéndose cada vez más fea”, explica.

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