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La oposición tunecina se moviliza frente al autoritarismo del presidente Kais Said

La oposición tunecina se moviliza frente al autoritarismo del presidente Kais Said

Diez meses después de que el presidente tunecino, Kais Said, frustrara la transición democrática del país al asumir plenos poderes, suspender el Parlamento y la Constitución, la fragmentada oposición está tratando de encontrar una voz unida frente a un jefe de Estado que precisamente achaca todos los males de Túnez a los partidos políticos. Las dos formaciones más votadas en las elecciones legislativas de 2019 ―los islamistas de Ennahda y Qalb Tunis, el partido del magnate de la comunicación Nabil Karui― y otras ocho menores se han sumado a una plataforma, el Frente de Salvación Nacional, creada hace apenas un mes. Su líder es Ahmed Najib Chebbi, un histórico opositor de izquierdas al régimen del dictador Zine el Abidine Ben Ali.

El domingo, la avenida de Habib Bourguiba de la capital tunecina, la misma que acogió las multitudinarias protestas que derrocaron a Ben Ali en enero de 2011, tronó: “Abajo, abajo el golpe de Estado!”. Ese clamor lo compartieron solo algo más de 2.000 personas en la primera manifestación de esta plataforma opositora, que integra también a organizaciones de la sociedad civil. Micrófono en mano, su líder, Chebbi, de 77 años, prometió entre aplausos: “Vamos a defender la democracia, y no participaremos en el referéndum ilegítimo de Kais Said”.

Se refería a la consulta convocada para el próximo 25 de julio para medir la opinión de la ciudadanía sobre una nueva Constitución, que redactará una comisión de juristas nombrados por el propio jefe del Estado. La nueva Ley Fundamental se basará en los resultados de una consulta popular online sobre el sistema político tunecino celebrada entre enero y marzo pasados y en la que solo participaron 520.000 tunecinos, menos del 10% de los electores potenciales, que superan los siete millones. La consulta incluía preguntas como: “¿Qué régimen político prefiere usted?”.

Retroceso en derechos

Elegido en 2019 con más del 70% de los sufragios, Said ha justificado esa y otras medidas excepcionales adoptadas los últimos meses, que han desmontado la arquitectura constitucional del país ―también ha suspendido el Consejo Superior de la Magistratura—, en la necesidad de luchar contra “la clase política corrupta”.

“Yo voté a Kais Said, pero no para que hiciera esto. Él no se presentó con un programa para suspender la Constitución y la democracia. Me ha decepcionado mucho”, explicaba el domingo en la manifestación del Frente de Salvación Nacional Moncef, un funcionario de mediana edad que prefiere no dar su apellido por miedo a represalias. Antes de la protesta, la policía había sellado el centro e identificado a algunas de las personas que se dirigían a la concentración. Entre los asistentes había una clara mayoría de hombres de más de 40 años, muchos de ellos simpatizantes de Ennahda, el histórico movimiento islamista tunecino.

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En los últimos meses, varios políticos y activistas críticos con el presidente han sido arrestados o procesados de forma arbitraria, mientras organizaciones como Amnistía Internacional han denunciado un claro retroceso en el respeto a los derechos fundamentales. También el Sindicato de Periodistas ha criticado las crecientes trabas a la labor de los medios de comunicación, una tendencia reflejada en el reciente ranking sobre la libertad de prensa en el mundo elaborado por Reporteros Sin Fronteras, en el que Túnez ha caído 20 puestos en solo un año.

Además de Ennahda y Qalb Tunis, los dos partidos más votados en las legislativas de 2019, el Frente de Salvación Nacional incluye a otras ocho formaciones menores, como Tunes al-Irada, del expresidente Moncef Marzouki. “Estamos trabajando para ampliar la coalición a otros partidos y personalidades, de forma que agrupemos a toda la oposición democrática. Esperamos poder anunciarlo pronto”, señalaba el domingo Jawhar Ben Mbarek, un abogado y conocido activista de la sociedad civil. Ben Mbarek, de 53 años, es el líder de Ciudadanos contra el Golpe, otra plataforma creada por activistas de diversas ideologías que fue la primera en salir a la calle contra Said.

Aunque Ben Mbarek no los menciona, entre los partidos que aspira incorporar al Frente figuran varias formaciones de corte socialdemócrata, como El Tayyar, hasta ahora reticente a compartir pancartas con Ennahda. En cambio, no hay ninguna coordinación con el Partido Desturiano Libre de Abir Moussi, exdirigente de la formación del dictador Ben Ali, bien situado en las encuestas. “Nosotros representamos a la oposición democrática. Moussi está en la lógica de la exclusión, igual que Said”, advertía Ben Mbarek. De momento, tampoco se ha sumado a la iniciativa la Unión General de Trabajadores Tunecinos, el poderoso sindicato mayoritario, que ha mantenido una posición más bien ambigua respecto a Said. A la vez que exige al presidente un verdadero “diálogo nacional” y critica su unilateralismo, ha declinado unirse a las movilizaciones de la oposición.

“Se palpa una polarización política creciente. No veía un ambiente así desde 2013″, asevera el analista Zied Krishen, en referencia al año en el que la transición estuvo a punto de descarrilar por agrias disputas partidistas. La semana pasada, el líder del Frente de Salvación Nacional aseguró en una rueda de prensa que tenía información de que el presidente pretendía ilegalizar a los partidos políticos. Si bien no ha sucedido, Said ha multiplicado sus declaraciones hostiles hacia las formaciones políticas, a las que acusa de sembrar la división en la sociedad.

Mientras Gobierno y oposición andan a la greña, las preocupaciones de buena parte de la sociedad se centran en la crisis económica y una inflación galopante. “Yo no espero nada de Said ni de la oposición. El presidente es un hombre íntegro, sí, pero con eso no basta. Él no sabe de economía”, se quejaba el domingo Walid, un barbero de un barrio popular, mientras esperaba sentado la llegada de algún cliente. Algunas señales apuntan a una erosión de la popularidad de Said, que alcanzó su pico después de su golpe de fuerza del pasado verano, cuando miles de personas tomaron las calles. En cambio, la semana pasada, apenas logró congregar a unos pocos centenares de personas en una manifestación de apoyo en el centro de la capital.

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