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La OTAN señala a China como principal desafío en el mandato de Joe Biden

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el demócrata Joe Biden, en febrero de 2015 en Múnich.Michaela Rehle / Reuters

La OTAN celebra los próximos martes y miércoles una reunión por videoconferencia de los ministros de Exteriores en la que participará por última vez Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos. La despedida de Pompeo y la salida de Donald Trump de la Casa Blanca en enero de 2021 provocan una sensación de alivio generalizado en la Alianza Atlántica, cuya supervivencia ha sido puesta en duda en los últimos cuatro años. La victoria del demócrata Joe Biden se ve como una oportunidad de reinventar la organización.

La reunión con Pompeo se espera en una tensa calma en el cuartel general de la OTAN, en el barrio bruselense de Evere. A Trump solo le quedan 50 días en el poder, pero el presidente saliente ha demostrado que está dispuesto a desconcertar a sus aliados hasta el último día de su mandato.

Nada más confirmarse su derrota electoral, Trump cesó fulminantemente al secretario de Defensa, Mark Esper. Su sucesor en funciones anunció, para sorpresa de los aliados, una reducción de las tropas estadounidenses en Afganistán e Irak. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, alertó del riesgo de “pagar un precio muy alto si la retirada se hace demasiado pronto y de manera descoordinada”. Pero la advertencia cayó en el saco roto de un presidente embarcado en una estrategia de tierra quemada.

Los socios de la OTAN ven ahora el momento de recuperar una relación más estable con la principal potencia militar de la organización. Fuentes oficiales subrayan que la sensación de alivio ante el relevo “es generalizada”. Y trasciende las posibles afinidades de los diferentes Gobiernos con los dos principales partidos políticos de EE UU “porque lo que estaba en juego [en las elecciones de] el 3 de noviembre era en buena parte la propia supervivencia de la OTAN”.

Trump, probablemente, no hubiera logrado en un segundo mandato —por el veto del Congreso— sacar al país de la OTAN, como amagó en 2017. Pero las fuentes consultadas reconocen el temor a que su reelección “hubiera podido condenar a la Alianza a una parálisis que, de facto, podría haber supuesto su fin”. El presidente francés, Emmanuel Macron, llegó a considerar hace 12 meses que la organización estaba en fase de “muerte cerebral”.

La victoria de Biden, un fiel defensor de la Alianza Atlántica durante sus casi 50 años en política, ha devuelto la tranquilidad a la flamante sede de la organización, un edificio inaugurado en 2018 entre las críticas de Trump por su coste millonario. “Biden siempre ha creído en la OTAN para la defensa de los valores democráticos y liberales. Y los nombres que ha escogido para dirigir su política exterior como Antony Blinken [secretario de Estado] y Jake Sullivan [asesor de Seguridad Nacional] son un guiño a Europa”, opina Jamie Shea, analista de Chatham House y exportavoz de la OTAN. El relevo de Pompeo por Blinken es visto en la orilla occidental del Atlántico como el epítome de una pesadilla que termina y el comienzo de una etapa mucho más prometedora.

La vuelta a una diplomacia de horma tradicional permitirá a la OTAN recuperar cierta estabilidad después de un período tan turbulento. El año pasado, la Alianza no celebró en Washington su 70º aniversario ante el riesgo de un posible desplante de Trump. “Los aliados europeos tampoco deben esperar una luna de miel con Washington. Biden va a tender puentes, pero también va a ser exigente con el compromiso de gasto del 2% del PIB [asumido en 2014]”, apunta Bruno Lete, analista de German Marshall Fund. Stoltenberg ya advirtió la semana pasada, en una entrevista con medios alemanes, de que Biden mantendrá “las mismas expectativas respecto a los europeos” que Trump, en alusión a las presiones para redoblar el gasto militar, en particular, cursadas hacia Berlín.

El cambio de guardia en la Casa Blanca tampoco zanja los posibles roces entre la OTAN y la política de defensa en vías de desarrollo de la UE. En la sede de la Comisión Europea, en la glorieta Schuman de Bruselas, se insiste en que los proyectos europeos no solo son compatibles, sino incluso complementarios con los de la Alianza. Pero el impulso de Francia hacia una autonomía estratégica provoca suspicacias entre aliados como Alemania, Polonia o los bálticos. “Los socios de la UE han de definir su modelo de seguridad y defensa; entre uno eurocentrista, uno basado en la relación con Washington, o uno híbrido”, sostiene Lete.

Tanto en la sede de la Alianza como en las instituciones europeas se alienta la posibilidad de que con la Administración de Biden se reconcilien de manera definitiva ambas organizaciones. El europeísmo de Washington en los próximos cuatro años, según esas fuentes, puede generar una sinergia que ayudará a la OTAN para fomentar la cooperación política y resituarse como fuerza global. “Se trataría de mover Evere a través de Schuman”, resume una fuente europea. Y la estrategia se ha puesto en marcha sin esperar siquiera al relevo del 21 de enero. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ya está en contacto con Stoltenberg “para ver si se puede preparar una visita conjunta de Biden a la UE y a la OTAN”, según indica una fuente europea.


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