La palabra ‘joder’ está en el centro del cerebro


La palabra joder (fuck, en inglés) está en el centro del cerebro, su lugar más profundo, emotivo y evolutivo. Es una zona que compartimos con otros primates, con mamíferos y lagartos. Allí se encuentra la palabra “joder” y, en general, todas las palabras malsonantes que soltamos sin pensar en momentos de impresión, ese en el que te golpeas la rodilla contra la esquina de la mesa o marca un gol tu equipo (o el contrario). “Cuando dices palabrotas, produces adrenalina. Es parte de nuestra reacción de lucha o huida cuando sentimos miedo o ira. La adrenalina y la sangre en las extremidades hace que toleres más dolor en ellas. Por eso mismo maldecir te hace más fuerte”, dice Ben Bergen, científico cognitivo. “Por ejemplo, tienes un 5% más de fuerza de agarre cuando maldices que cuando no lo haces”.

En contra de lo que la leyenda ha prescrito, la palabra fuck no procede del acróstico de Fornication Under Consent of the King, supuesta autorización real para que las parejas pudiesen fornicar en el Medievo. Una teoría etimológica sostiene que su origen es el de un antiguo verbo holandés que podría datar del año 1200 llamado dutch, que significa “destrozar”, “golpear” o “atacar”, explica la lexicógrafa Kory Stamper. Se usa poco durante 300 años, aunque en ese período de tiempo se detectan apellidos (John Lefucker, John Fuckbutter o Roger Fuckbythenavel) de formación sospechosa. A este último se debe la connotación sexual de la palabra. Lo explicó hace unos años Paul Booth, investigador de la Universidad de Keele, a la BBC: en 1310, un secretario judicial atendió el caso contra un hombre que era incapaz de copular con una mujer. El acusado apuntaba una y otra vez contra el ombligo, y la mujer, en una suerte de pornovenganza, decidió hacer escarnio público de él denunciándolo. Que se supiese cómo follaba ese hombre. El secretario judicial no le fue a la zaga: lo rebautizó en los papeles como Roger Fuckbythenavel, que se traduce como Roger ‘Jodeporelombligo’.

Esta última historia no está incluida, como sí los demás testimonios, en Historia de las palabrotas un programa de Nicolas Cage (“Nicolas Cage” en español, pronúnciese Keis) en el que Nicolas Cage, con un pelazo que da miedo preguntar su origen, dice todas las palabras malsonantes del mundo varias veces, a menudo gritando, instruye sobre ellas y lanza guiños peculiares y divertidos a su carrera. El programa repasa en seis capítulos la historia de los tacos más usados en inglés. Empieza por la omnipresente fuck y sigue con shit (mierda), bitch (perra), dick (capullo), pussy (coño) y damm (maldito). Esas palabras son destripadas desde todos los ángulos (histórico, psicológico, humorístico) valiéndose de cómicos, científicos, escenas de animación y de pelis y series en las que queda atestiguado el efecto de cada una de ellas. Sorprende, claro, que no aparezca una de las más legendarias secuencias de The Wire, aquella en la que McNulty (Dominic West) y Bunk (Wendell Pierce) escrutan una escena del crimen hasta encontrar el casquillo de la pistola del asesino, y durante cuatro minutos solo se comunican con fuck, motherfucker, fuck me y demás variantes (la palabra fuck, como la palabra cojones, tiene tantos usos como se le quieran dar, incluso al punto de formar conversaciones estrambóticas).

“Usar palabrotas en el cine es un gran negocio”, dice Cage. ¿Quién es el actor que más veces ha dicho fuck en sus películas? Una serie de entrevistados opina, mayoritariamente, que Samuel L. Jackson. “Tiene que ser él, siempre usa tacos. De hecho no acepta el papel si no tiene palabrotas”, dice la cómica London Hughes, que reconoce haber ido al cine a ver Serpientes en el avión (peloteando mal a Nicolas Cage) solo para escuchar a Samuel L. Jackson gritar: “Estoy hasta los cojones de las serpientes de este jodido avión”. Lo cierto es que la frase, con o sin tacos, es una genialidad. Pero no es Samuel L. Jackson el actor más malhablado, si bien ocupa una digna tercera plaza. Es Jonas Hill, con 376 palabras malsonantes (las cinco de las que se ocupa el programa). ¿Por qué Jonas Hill? Cuando se sepa el segundo actor más malhablado se entenderá: Leonardo DiCaprio. Efectivamente, El lobo de Wall Street. Hasta 107 tacos dice en toda la película Hill, el socio de DiCaprio en la empresa de hacerse multimillonarios y politoxicómanos. Por cierto: el cuarto es Adam Sandler y el quinto, Al Pacino.

Para intentar atrapar el espíritu de este delirio que ha estrenado Netflix basta ver la primera escena de apertura del segundo capítulo. Nicolas Cage, con cara de seductor y barba recortada, dice a cámara: “Sugar, Honey, Ice Tea… Suena bien, ¿verdad? Shit”. En uno de los apartados de ese capítulo, titulado Historia de la Mierda, Melissa Moh, autora de un ensayo titulado Holy Shit, explica el proceso de metamorfosis de las palabras. No se nace taco: es la vida quien te va poniendo ahí. “Los tacos no surgen como tacos. Solo son palabras. Luego, de repente, empiezan a acceder a los tabúes más profundos y las áreas que interesan realmente a una cultura”. De hecho, shit (mierda) era una de las maneras científicas de referirse al excremento. Quizá el primer shit con su actual significado y el anterior, los dos al mismo tiempo, provenga de la Edad Media, cuando los váteres eran comunitarios, como aún ahora los urinarios, y la gente cagaba pegada una a la otra. En un largo banco había diferentes agujeros y allí la gente, o la familia, o el grupo de amigos, se sentaba después de comer o cuando surgiese. No es difícil imaginarse a uno que, adelantado a su tiempo, entrase en la habitación creyéndose solo y, al llegar, se encontrase a toda su familia haciendo lo mismo y pronunciase un seco y revolucionario shit.


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