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La pandemia y las facturas inundan el mercado de pazos a la venta


La leyenda cuenta que hay americanos acaudalados paseando chequera en mano por las cuatro provincias gallegas a la caza de palacetes blasonados. Tienen el dinero, pero no un glorioso pasado heráldico de animales rampantes, roeles, torres y dextrogiros armados con mazas. Se mueven de pazo en pazo guiados por inmobiliarias de fuera de la comunidad, especializadas en mansiones con historia. “Ese es uno más de los mitos que rodean a los pazos… aún no he visto por aquí al primero de esos millonarios”, zanja cuando se le comenta el asunto Ángel Pardo de Vera, cuarta generación, junto a otros muchos primos, de la estirpe propietaria del Pazo do Cotón (Negreira, A Coruña), uno de los más singulares entre los cerca de 900 catalogados en Galicia. Pero Elvira Fafián, gerente del portal inmobiliario Aldeasabandonadas.com Real Estate, confirma los rumores: “Nosotros, estos días, estamos visitando pazos con unos mexicanos”.

“El mercado se mueve, pero solo para gente con dinero“, resume Fafián. “Desde que tenemos datos, nunca ha habido tanta oferta”, asegura por su parte Benito Iglesias, presidente de la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein). Según las estimaciones que difundió el colectivo después de salir a la luz la noticia de la compra del pazo de Aián por la heredera de Inditex, Marta Ortega —en Cambre (A Coruña), a poca distancia del que hace años adquirió su padre, Amancio Ortega—, hay 250 de estos conjuntos catalogados a la venta. Son 50 más que en el mismo recuento del año anterior, o lo que es lo mismo: en 2021 entró en el mercado un pazo cada semana.

Pazo en la Ribeira Sacra (Lugo).Aldeasabandonadas.com Real Estate

Según esto, más de uno de cada cuatro pazos se han convertido en “una losa burocrática, fiscal y económica demasiado pesada para la mayoría de sus propietarios”, y muchos que aún no se venden es porque “tienen que estar de acuerdo todos los herederos”, que suelen ser muchos, recalca Iglesias. “Antes de la pandemia” una parte se comercializaban como “negocios de hostelería con encanto”, pero el confinamiento y las restricciones han dejado a muchos de estos “en la quiebra” por el “alto coste de mantenimiento” y las más que necesarias rehabilitaciones. “Solo la calefacción y la luz suponen a los propietarios recibos astronómicos”, pone como ejemplo el presidente de Fegein

“Pazo histórico de lujo, siglos XI-XII, uno de los más antiguos de Galicia, en venta en Pontevedra. Con capilla románica, tres plantas de unos 750 metros cuadrados. Dos hectáreas de terreno. Camino de Santiago y cerca de las playas, 2,5 millones de euros”. “Casa solariega-pazo del siglo XV, Lugo, de 550 metros cuadrados. Finca de 1,2 hectáreas. Capilla y escudo de familia señorial con cuatro cuarteles. A reformar. Oportunidad: precio de 200.000 rebajado a 65.000 euros”. Las dos referencias aparecen estos días anunciadas en internet. Blasones, chimeneas, fuentes, murallas, hórreos más grandes que un piso de tres dormitorios, palomares, capillas con retablo, torres almenadas y jardines de camelios, magnolios, hortensias y cipreses son algunos de los atractivos citados en los reclamos.

Pazo en Pontevedra.Aldeasabandonadas.com Real Estate

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”Hay precios para todos los bolsillos, pero los más baratos necesitan rehabilitación”, avisa Benito Iglesias. Más allá del precio de compraventa, conllevan una inversión fuerte, además de un quebradero de cabeza porque los trámites burocráticos para conseguir permisos en inmuebles catalogados “son brutales y llevan años”. No hace falta que sean alguno de los 25 pazos BIC (Bien de Interés Cultural) para tropezar con los atrancos administrativos. Por eso muchos potenciales clientes se echan atrás y los precios de estos edificios cada vez más deteriorados se devalúan. En los anuncios aparecen el coste anterior y el rebajado para demostrar que son auténticas gangas. El precio de alguno de los mejores, a tiro de piedra de Vigo, ha pasado ya de más de cinco a 3,9 millones. En la lista publicada en febrero por Fegein, el pazo más barato estaba a la venta por 180.000 euros y el más caro se ofrecía por cinco millones. La cifra que trascendió del pazo de Ortega es de unos tres.

En 2020, según la federación, hubo una “sequía total” de transacciones, pero en 2021 se vendieron “más de una docena”. Los más buscados son “los de la Ribeira Sacra”, en el límite entre Lugo y Ourense, “y los de la costa”, aunque hay muchos más curiosos que gente dispuesta a comprar. Muchos pazos ni siquiera llegan a anunciarse, destaca el colectivo: “Están en la cartera de clientes de consultores inmobiliarios o de despachos de abogados, sobre todo de Madrid”.

Portalón de un pazo con orígenes en la baja Edad Media, a la venta en la provincia de Pontevedra.Aldeasabandonadas.com Real Estate

Según la gerente de Aldeasabandonadas, que actualmente anuncia “212 items” en el apartado “pazos y casas señoriales en Galicia” (frente a 97 propiedades con solera en Cataluña o 34 en Asturias), esta comunidad llena de rincones prodigiosos es “lo más barato que hay” en cuanto a mansiones o bodegas historiadas. “A los extranjeros hay que vendérsela, porque para ellos Galicia es una desconocida”, pero “entre los compradores de estos caserones de rancio abolengo abundan también los emigrantes que ya planean su jubilación y quieren regresar a sus raíces, aunque con su nuevo estatus económico ganado con esfuerzo. “Proceden de Suiza, Argentina, Alemania, Venezuela… Tienen 60 o 65 años y quieren continuar con la historia” que atesoran estas propiedades que languidecen o agonizan comidas por la maleza en zonas rurales. Las que mejor se venden son, precisamente, aquellas que están pendientes de una profunda rehabilitación que los viejos propietarios no pueden asumir.

Otro perfil que se presenta con frecuencia, según Fafián, es el de las “parejas de más de 50 años, sin hijos o con hijos ya mayores, que quieren cambiar de vida y montar un negocio” en un entorno de tierras agrícolas y viñedos. “De 100 personas que llaman, al final pueden quedar 20″, reconoce la agente, “porque nosotros no engañamos a nadie: les hacemos ver los pros y los contras. No todo el mundo encaja en lo rural, y no todo el mundo está dispuesto a gastarse 800.000 euros en la rehabilitación, aunque el pazo solo le haya costado 300.000″.

Antigua torre en Ourense.Aldeasabandonadas.com

“Lo que más estamos gestionando son herencias. Antes los pazos tenían caseros que los cuidaban todo el año a cambio de vivir en el lugar y beneficiarse de las tierras de cultivo; pero ahora nadie quiere mantenerlos si no es a cambio de un sueldo”, dice la inmobiliaria. “Además, antiguamente estaba mal visto vender el pazo familiar, pero las nuevas generaciones van perdiendo ese apego de antaño, y cuando les toca asumir la propiedad se encuentran con un mar de facturas de las que no eran conscientes” cuando el caserón “era de sus padres”, describe Fafián. Su firma inmobiliaria hace de “mediadora” cuando una familia muy grande no se pone de acuerdo.

“La nuestra es una familia sin problemas, nos llevamos muy bien”, afirma sin embargo Ángel Pardo de Vera: “Seguimos disfrutando del pazo, podemos juntarnos 25 personas a comer, pero solo vamos en verano, que en invierno hace mucho frío y no hay calefacción”. “Mi padre y sus hermanos se criaron allí, con braseros, leña… y sabañones”, cuenta el abogado compostelano, que reconoce que las generaciones nuevas están hechas a una vida más confortable. La superficie edificada ronda los 2.000 metros cuadrados y antes del verano siempre va su madre a limpiar y acondicionar aquello: “Si O Cotón está cuidado es gracias a ella”, una mujer ya mayor pero “con mucha energía”, reivindica el hijo.

La edificación, de orígenes más antiguos pero de apariencia principalmente barroca, pertenece a su familia desde 1866. Tiene torres defensivas y arcos bajo los que discurre el camino jacobeo que lleva al viejo fin del mundo, Fisterra. “O Cotón siempre fue una casa de mujeres. Ellas han mandado y mantenido el pazo desde tiempos de mi bisabuela”, defiende Pardo de Vera. Habla de la historia del inmueble y se siente vinculado a él, pero no esconde los temores de la familia: “Lo vamos cuidando en el día a día, y aunque tratamos de verlo positivamente nos preocupa el futuro, claro. Si algún día llegase una oferta interesante, la estudiaríamos. Pero los pazos se están malvendiendo por mucho menos del valor que tienen, que no solo es arquitectónico”.

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