Quedan menos de dos semanas para que Carlos III y su esposa, Camila Parker Bowles, sean coronados en la Abadía de Westminster pero, desde que falleciera la Reina Isabel, su hijo mayor ha tomado posesión de su puesto como monarca y ejerce como jefe de Estado. Un relevo generacional muy esperado para el que ha sido príncipe de Gales durante más de medio siglo y que alcanza, pasadas las siete décadas de vida, el trono. Una situación, sin lugar a dudas, muy diferente de la de su madre, que se convirtió en soberana de manera prematura y siendo muy joven, por la precipitada muerte de su padre, Jorge VI.
Sin embargo, aunque Carlos no es, en ningún caso, un monarca joven, eso no es óbice para que su llegada no pueda suponer toda una revolución en la institución. Desde hace muchos años se ha ido hablando de los cambios que Carlos quería hacer en la Corona, para que fuera una institución con vocación de servicio pero, sobre todo, útil y reducida. Algo que, en los últimos tiempos, a pesar del intachable papel de la Reina Isabel, no había resultado fácil, por las polémicas que habían rodeado a varios de sus miembros.
Ahora el nuevo monarca está en disposición de modificar muchas de las cosas que quiera y, de hecho, así lo está haciendo. Carlos y Camila, un tándem perfecto e inquebrantable a pesar de críticas y ataques, tienen planes muy concretos para la Corona, en concreto, para lo que respecta a las residencias reales, una de las cuestiones que primero ha salido a la luz, al margen de otras cosas que tengan que ver con la organización interna de ‘La Firma’.
El monarca quiere cambiar el régimen de visitas que hasta ahora se mantenía en las residencias oficiales, para que todo aquel que quiera pueda disfrutar de su atractivo, lo que, además, supone beneficios para la Corona. En esta línea, por ejemplo, el castillo de Balmoral reabrirá sus puertas el próximo 1 de abril hasta el 31 de julio de 2023, antes de la llegada de los Windsor para sus vacaciones de verano, y lo hará en el horario habitual, de 10 de la mañana a 4 de la tarde, con visitas guiadas gratuitas, que se llevarán a cabo también en noviembre y diciembre.
Balmoral y Sandringham son las únicas propiedades del patrimonio personal del monarca que abren al público de manera puntual. El Castillo de Windsor, por ejemplo, está abierto todo el año y, junto a Buckingham, genera un gran interés turístico, del que el Rey es plenamente consciente, más aún en un año como el actual, con toda la vorágine de la Coronación. No obstante, en ningún caso se da acceso a las zonas privadas que utilizan los royals y de los jardines.
Por su parte, también Camila Parker Bowles tiene intención de hacer algunos cambios en la institución y aportar su granito de arena. Según las declaraciones que fuente cercana a la Reina ha hecho al tabloide Daily Mail, ella quiere hacer las cosas de otra manera. Algo que parece está generando un pequeño revuelo en las residencias reales, donde apenas ha habido cambios prácticamente en el último siglo, dada la extensión del reinado de Isabel II.
Entre las cosas que quiere cambiar la esposa de Carlos III se encuentran algunas relativas al menaje que se utiliza. La Reina quiere aportar un toque más hogareño y familiar, más acogedor, para que sus invitados se sientan como en casa. Entre las cosas que ha pedido es que se utilicen jabones pequeños en lugar de los clásicos botes que recuerdan a los de un hotel y que se intente aportar un toque más personal a las estancias de los invitados. Algo que ya ha hecho en Clarence House, en Birkhall o en Highgrove, pero que ahora se extiende a otras propiedades del monarca. Unos cambios que también afectan al personal de palacio, al que, a pesar de los protocolos, se les está intentando transmitir una mayor cercanía, para que lo humano esté por delante de las normas.
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