Cada momento álgido y de tensión dentro de la oposición venezolana en los últimos años ha estado seguido de un movimiento de piezas de Leopoldo López. Uno de sus principales líderes ha sido prisionero del régimen de Nicolás Maduro desde 2014 y ahora abandona el país y se va el exilio, una jugada que parece cambiar el tablero político en Venezuela y precipita una nueva etapa en la lucha contra el Gobierno chavista, tras años de pulso y persecución.
López, de 49 años de edad, estuvo en la cárcel militar de Ramo Verde tres años mientras asistió a un largo juicio plagado de irregularidades en el que lo condenaron a 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de prisión por los supuestos delitos de incendio de edificio público, daños a la propiedad pública, instigación a delinquir y delito de asociación para la delincuencia organizada. En el proceso se le hizo responsable por los hechos de violencia que ocurrieron en una marcha a propósito del Día de la Juventud, el 12 de febrero de 2014, en la que fueron asesinados tres jóvenes. Su discurso, según el alegato de los fiscales, habría incitado a la violencia en la jornada a la que convocó con la consigna de “La Salida”. Meses después de esa sentencia de 2015, el fiscal acusador en el caso, Franklin Nieves, se fue al exilio y reveló que todo el proceso había sido una farsa dirigida por Diosdado Cabello, el número dos del chavismo, y la fiscal general Luisa Ortega Díaz, quien tres años después también huyó del país y se fue a Colombia.
A mediados de 2017, tras una mediación del expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, López recibió una medida de casa por cárcel. Dos años después fue liberado durante la operación fallida del 30 de abril de 2019, el alzamiento militar que coordinó desde el arresto domiciliario para forzar la salida de Maduro, luego del cual terminó refugiado en la embajada de España en Caracas.
La llegada de Juan Guaidó y su partido Voluntad Popular a la presidencia del Parlamento y la movida de la presidencia interina pusieron a López en la primera línea como operador de la oposición, como la mano que movía los hilos detrás de Guaidó. Su refugio en la residencia del embajador español, Jesús Silva, tras el fracaso de la maniobra del 30 de abril, le abrió la cancha y retomó la beligerancia política que había perdido en la prisión, al punto de recibir una designación como jefe de gobierno del interinato de Guaidó. López estuvo en la embajada con su esposa Lilian Tintori y su hijo más pequeño por dos meses. A principios de junio de 2019, la mujer y el niño salieron de la sede diplomática en lo que el Gobierno de España calificó como “un ejercicio de su libertad de movimiento”. Su familia está en Madrid, incluido su padre, Leopoldo López Gil, eurodiputado por el Partido Popular.
López había estado en la mira del chavismo mucho antes. En 2008, una inhabilitación administrativa lo marginó de las contiendas electorales en las que era favorito para convertirse en alcalde metropolitano de Caracas, con credenciales como su formación en Harvard y una gestión de ocho años —entre 2000 y 2008— como alcalde de Chacao, un municipio que fue por años el más rico del país y con la mejor calidad de vida.
El obstáculo lo llevó a la fundación de Voluntad Popular, donde acogió a parte de los líderes fraguados al calor del movimiento estudiantil que acorraló a Hugo Chávez con las protestas masivas por el cierre del canal RCTV, el más antiguo del país, y con el rechazo a la reforma constitucional de 2007, el primer revés que le propinó la oposición el chavismo en estos 20 años.
Con una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a su favor, se presentó como candidato presidencial en 2012, pese a la inhabilitación política. En las primarias terminó declinando a favor de Henrique Capriles Radonski, con quien había fundado Primero Justicia, pero con quien también ha mantenido interminables desavenencias. Hace unos meses, esta animadversión histórica tuvo un nuevo episodio con el paso al frente que dio Capriles al decidir participar en los comicios parlamentarios de diciembre —aunque luego se retractó—. Eso lo ubicó en la orilla opuesta a la decisión del grupo de López y Guaidó de abstenerse. Su consecuente tesis abstencionista ya los había separado en 2005 y devino en la salida de López de Primero Justicia, la primera gran división del partido, y en que el chavismo se quedara con todos los escaños en las parlamentarias de ese año. López y Capriles, ambos líderes carismáticos y con ambiciones presidenciales, fueron alcaldes vecinos en Chacao y Baruta, municipios caraqueños de clase media. Desde entonces, las diferencias ya generaban problemas hasta para coordinar el tránsito en jurisdicciones que compartían vías.
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