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La primera elección democrática de gobernadores cambia la estructura política de Chile

Dos trabajadores del Servicio Electoral de Chile (Servel) instalan carteles orientativos para los votantes en el Colegio Providencia, uno de los centros que habilitados para la jornada de los días 15 y 16 de mayo.
Dos trabajadores del Servicio Electoral de Chile (Servel) instalan carteles orientativos para los votantes en el Colegio Providencia, uno de los centros que habilitados para la jornada de los días 15 y 16 de mayo.Alberto Valdés / EFE

Nunca los chilenos han elegido en las urnas a sus líderes regionales, hasta ahora designados por el Ejecutivo desde hace décadas. Es uno de los dos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), junto con Turquía, que no elige a las autoridades intermedias, como sí hacen, por ejemplo, Argentina, Brasil o Perú. Lo que ocurrirá este fin de semana será histórico: por primera vez la ciudadanía acudirá a las urnas para escoger democráticamente a los gobernadores de las 16 regiones del país, incluida la Metropolitana, de Santiago de Chile, donde habitan siete de los 18 millones de habitantes del país sudamericano.

Son 90 los candidatos que aspiran a llegar al cargo en una elección trascendente que, sin embargo, está opacada en unos comicios múltiples donde 14,9 millones de ciudadanos están habilitados para elegir, en paralelo, a los redactores de una nueva Constitución y a las autoridades municipales.

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“En Chile hemos normalizado esta anomalía”, explica Egon Montecinos, cientista político y académico de la Universidad Austral con sede en Valdivia, a unos 850 kilómetros al sur de Santiago de Chile. “El centralismo ha capturado a la élite política, en general, durante décadas”, explica el autor de Centralismo y descentralización en Chile. El investigador asegura que a partir de este fin de semana –las elecciones se realizarán sábado y domingo–, “por primera vez en Chile tendremos una autoridad regional que va a representar a los habitantes de las respectivas regiones; y las regiones, por primera vez, van a transformarse en unidades políticas”.

Desde el siglo XIX impera una concepción conservadora y centralista para la organización en Chile. A comienzos de los años noventa, recién recuperada la democracia luego de la dictadura de Augusto Pinochet, se promulgó una ley que instaló la figura del intendente regional. Actualmente tiene dos funciones: representar al presidente de la República en cada una de las 16 regiones del país –es el mandatario quien lo designa– y presidir el Gobierno regional autónomo, compuesto por consejeros regionales electos por la gente, la estructura administrativa del órgano y los representantes de cada uno de los ministerios. En el segundo Gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018), sin embargo, el Parlamento aprobó una reforma que elimina el intendente. Su figura se dividió en dos: la del gobernador regional electo, que se vota por primera vez este fin de semana, y la del delegado presidencial, que seguirá siendo el representante del mandatario en el territorio.

“La propuesta original de Bachelet era elegir al intendente con todo lo que implica, salvo el control de las policías. Pero ni la izquierda ni la derecha en Chile tuvieron la convicción para respaldar el proyecto, porque implica perder poder y control. El progresismo chileno de la izquierda y el conservadurismo de la derecha en esta materia son socios estratégicos”, asegura Montecinos sobre la figura de delegado presidencial que emergerá en Chile al lado de la del gobernador. El académico, que fue intendente de Bachelet entre 2014 y 2017 por la región sureña de Los Ríos, asegura que la elección de este fin de semana será “muy relevante” y genera “gran expectativa” en el 60% de la población que no vive en Santiago, pese a los temas pendientes.

Inequidad territorial

Entre las inequidades en Chile, que son múltiples y sistémicas, está la territorial. Es difícil vivir fuera de Santiago de Chile y, más todavía, fuera de las grandes capitales regionales, sobre todo considerando que Chile tiene una geografía compleja. Es centralizado el Estado, pero también el sector privado, con sus grandes empresas.

El sociólogo Rodrigo Márquez, que fue uno de los fundadores del Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha estado vinculado a la discusión sobre la descentralización durante 20 años y coincide en que la élite chilena en su conjunto se ha resistido sistemáticamente a “la centenaria tradición centralista chilena”, que ha generado múltiples tensiones entre las provincias y Santiago en su historia. Para el investigador, que ha observado a lo largo del tiempo el reclamo de las personas que viven fuera de la capital, la posibilidad de elegir a los gobernadores “llega a cambiar una regla muy importante del ejercicio del poder en Chile”, aunque todavía falta generar conciencia de la importancia que tendrán estos comicios para sus respectivas regiones. La centralización histórica, asegura Márquez, tiene un impacto directo en la ciudadanía: “En sus vidas cotidianas, las personas sufren las consecuencias de este centralismo. En sus proyectos de vida, en lo que quieren o pueden hacer, en las desigualdades que les toca vivir”.

Aunque hoy en día las regiones están más cerca del “ideal de modernidad que siempre representó Santiago, en el acceso al consumo o a la tecnología”, las mayores inequidades se observan en aspectos tan cruciales como la salud, la educación y en los ingresos económicos, apunta Márquez. El acceso a médicos especialistas y a atenciones de alta complejidad son disímiles entre la capital y el resto del país. “La disponibilidad de médicos especialistas es marcadamente alta en la Región Metropolitana comparada con otras regiones, como la del Maule o de Tarapacá. También es desigual la importancia relativa del sistema público y privado de salud, de modo que si en la Región Metropolitana en 2015 el 76% de las atenciones de médicos especialistas se realizaba mediante el sistema privado, en la Región de Aysén esta cifra llegaba solo al 8%”, indica el informe del PNUD Desigualdad regional en Chile, publicado en 2018.

Lo ejemplifica Montecinos: “Si elegimos dos familia tipo chilena, de ingreso promedio de 500 dólares, que viven respectivamente en Santiago y en Liquiñe, en el sector precordillerano de la región de Los Ríos. Supongamos que en pleno invierno, por ejemplo, un niño no respira a las cinco de la mañana. Los padres de Santiago, desesperados, lo llevan al hospital y le salvan la vida. El niño de Liquiñe, sin embargo, se puede morir”. El cientista político lo llama “disparidad territorial”: “Importa donde naces y donde vives. Si eres pobre, importa todavía más. La pobreza, cuando cambia de territorio, se hace mucho más dispar”.

Chile ha definido que, de no alcanzar más del 50% del respaldo este fin de semana –es el primer país latinoamericano en programar elecciones en dos días, por la pandemia–, habrá segunda vuelta en la elección de gobernadores el 13 de junio. Asumirán en el cargo el 14 de julio próximo. Aunque estas elecciones múltiples en Chile están marcadas por la incertidumbre, algunas proyecciones indican que la derecha oficialista de Sebastián Piñera no se quedaría con las grandes gobernaciones, porque no han puesto sus fichas en esta elección. Pero será un gran bolsón electoral con miras a los comicios presidenciales y parlamentarios de noviembre. Quien gane la gobernación de Santiago, por ejemplo, se convertirá en la segunda autoridad elegida con mayor cantidad de votantes, luego del presidente de la República. En Valparaíso y Concepción, las otras dos grandes regiones en tamaño, también se convertirán en autoridades con alta visibilidad.

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