El zoólogo estadounidense Bruce Young reconoce que le ha costado encontrar financiación para completar esta investigación. Porque los protagonistas de este gran estudio que se ha publicado este miércoles en Nature después de 15 años de trabajo y la colaboración de 961 científicos de 24 países no suelen aparecer en la lista de los animales más populares. “Los reptiles son menos carismáticos que los mamíferos o las aves”, admite Young con resignación. Incluso, despiertan miedos y desde hace milenios protagonizan los relatos mitológicos más monstruosos. “No hay mucho amor a las serpientes”, reconoce. Y esto ha contribuido, en su opinión, a que existiera hasta ahora un vacío sobre el grado de amenaza global al que está sometido este grupo de animales vertebrados. El trabajo que se publica este miércoles, que codirige Young y que cuenta con la participación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), concluye que el 21,1% de las 10.196 especies de reptiles evaluadas —cerca de las 11.000 cuya existencia está documentada en estos momentos— están en riesgo de extinción, es decir, 1.829 especies de tortugas, cocodrilos, lagartos, serpientes y culebras.
“Esta es la primera vez que se hace este análisis en el mundo. Para las aves se realizó en los años noventa del siglo pasado, para los anfibios en 2003 y para los mamíferos en 2008, pero existía una gran duda sobre qué estaba pasando con los reptiles”, explica por teléfono desde Costa Rica este zoólogo, miembro de la organización no gubernamental NatureServe. Y la principal conclusión es que el grado de amenaza al que están sometidos los reptiles está incluso por encima del de las aves, que es del 13,6%. En el caso de los mamíferos, el 25,4% está en riesgo. La peor situación es la de los anfibios: el 40,7% de estas especies están en peligro de desaparecer.
Pero no todos los reptiles están sometidos al mismo grado de presión: el 57,9% de las tortugas y el 50% de los cocodrilos del planeta están en una situación de riesgo. Para evaluar su estado, los científicos han utilizado los criterios que emplea la UICN para su lista roja, que clasifica esa amenaza de extinción en vulnerable, en peligro y en peligro crítico.
Para encontrar la principal amenaza solo hay que fijarse en un mamífero: el ser humano. Young enumera las causas que ponen en jaque a una de cada cinco especies de este tipo de vertebrados: la deforestación, la ampliación de las zonas urbanas, la transformación de los suelos para incrementar la superficie agrícola o ganadera, las especies invasoras introducidas por el hombre… “Y en el caso de las tortugas y los cocodrilos, la principal amenaza es la caza”, añade.
El cambio climático se perfila también como una potencial amenaza para los reptiles, por ejemplo, al sesgar las proporciones de machos y hembras de las crías de las especies en las que su sexo depende de las temperaturas a las que los huevos son expuestos, como en el caso de algunas tortugas. Pero los investigadores reconocen que es complicado evaluar los impactos porque en muchos casos son a largo plazo. “Hay algunas especies para las que el cambio climático es una amenaza ya. Para otras, sin embargo, es a más largo plazo, como aquellas que habitan en islas amenazadas por el aumento del nivel del mar”, explica Young.
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Respecto a su distribución geográfica, el estudio, en el que también ha participado la organización Conservación Internacional, apunta a que los reptiles amenazados se concentran en el sudeste asiático, África occidental, el norte de Madagascar, el norte de los Andes y el Caribe; los desiertos de Kalahari, Karoo y Sáhara; el norte de Eurasia; y las Montañas Rocosas y el norte de América del Norte. Y se concluye que el 30% de los reptiles que viven en las zonas boscosas están en riesgo de extinción, en comparación con el 14% de los radicados en hábitats áridos.
Esta situación, curiosamente, puede ayudar a esquivar el riesgo de desaparición de muchos de los reptiles amenazados, ya que los esfuerzos por preservar a especies más populares de aves y mamíferos que dependen de los ecosistemas boscosos pueden ayudar a su vez a proteger a los reptiles. De hecho, esta es otra de las conclusiones a las que llegan los investigadores. “Los grandes esfuerzos para proteger a los animales más conocidos también han contribuido probablemente a proteger a muchos reptiles. La protección del hábitat es esencial para amortiguar a los reptiles, así como a otros vertebrados, de amenazas como las actividades agrícolas y el desarrollo urbano”, añade Young.
Pero los autores del estudio advierten de que todavía se necesitan medidas de conservación urgentes y específicas para proteger algunas de las especies de reptiles más amenazadas, como los lagartos endémicos de las islas que están en riesgo debido a los mamíferos invasores introducidos por el ser humano y por la deforestación. “Los reptiles no se utilizan a menudo para inspirar la acción de conservación, pero son criaturas fascinantes y cumplen funciones indispensables en los ecosistemas de todo el planeta. Todos nos beneficiamos de su papel en el control de plagas y en servir como alimento para aves y otros animales”, sostiene Sean T. O’Brien, presidente de NatureServe. “El análisis de la primera evaluación global de reptiles nos permite identificar dónde se necesita más ayuda y servir como un paso importante para contrarrestar la crisis de extinción global”, añade.
Entre las estrategias de conservación que se consideran más importantes para evitar la extinción de los reptiles, el estudio hace hincapié en incrementar las zonas protegidas en el planeta, lo que puede frenar la deforestación y la transformación de los suelos. “Los cientos de reptiles amenazados que actualmente se encuentran completamente fuera de las áreas protegidas subrayan la necesidad de salvaguardias específicas de lugares importantes”, concluye el estudio publicado en Nature. También se apunta a la necesidad de luchar contra las especies invasoras introducidas por el ser humano: “Los mamíferos introducidos en las islas amenazan a 257 especies de reptiles (2,8% de todos los reptiles), lo que exige campañas continuas para erradicar los mamíferos introducidos en esos lugares”.
Los autores reconocen que los esfuerzos para conservar a anfibios y mamíferos pueden beneficiar a los 1.829 reptiles amenazados, “especialmente a las especies que viven en los bosques”, pero insisten en que también se deben activar inversiones en conservación dirigidas a reptiles en concreto. “Nuestra responsabilidad es dejar a las generaciones futuras un planeta igual o mejor que en el que estamos viviendo”, concluye Miguel Fernández, investigador posdoctoral en el Centro Alemán para la Investigación Integrativa de la Biodiversidad (iDiv) y otro de los autores principales de este estudio.
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