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La quinta ola del coronavirus aviva el debate sobre el retorno de la mascarilla obligatoria en exteriores

No ha pasado ni un mes desde que España flexibilizara el uso de la mascarilla en la calle y algunas comunidades ya han pedido dar un paso atrás. El auge de la quinta ola, que ha disparado la incidencia en España a 622 casos por 100.000 habitantes este martes, ha precipitado que varias autonomías exijan o recomienden usar el cubrebocas en todo momento para sortear el riesgo de contagio en un momento en el que el virus está desbocado.

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Precisamente, el Congreso debatirá este miércoles si ratifica el decreto del Gobierno que permite quitarse la mascarilla en exteriores siempre y cuando se respete la distancia entre personas de 1,5 metros. Hay voces discordantes entre las autonomías aunque lo previsible es que el Ejecutivo de Pedro Sánchez cuente con el aval de la Cámara. El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha reclamado a Sánchez que la mascarilla vuelva a ser obligatoria en la calle, y Baleares aprobó el lunes recomendar el tapabocas en exteriores cuando se pueda concurrir en el mismo espacio con no convivientes. Los expertos consultados se han mostrado favorables a retornar a la obligatoriedad de la máscara en exteriores si ello sirve como toque de alerta a la población para no bajar la guardia.

El pasado 26 de junio, España volvió a verse las caras en la calle. Distancia social mediante y en espacios sin aglomeraciones, los ciudadanos podían quitarse la mascarilla en exteriores. La evidencia científica había demostrado que, en esos contextos, el riesgo de transmisión era bajo, aunque los expertos seguían divididos sobre la conveniencia de flexibilizar su uso mientras no hubiese unas coberturas vacunales mayores. “Nos vamos acercando cada día a la normalidad a secas. Queremos que se recupere la economía y sea una recuperación justa y duradera”, había dicho el presidente Sánchez cuando anunció la flexibilización de la norma. Por aquel entonces, la incidencia era de 95 casos por 100.000 habitantes y el país avanzaba optimista hacia el verano a pesar de que la curva epidémica empezaba a remontar tímidamente y unos brotes en viajes de estudios de estudiantes daban la primera señal de alerta.

La ministra de Sanidad, Carolina Darias, durante la rueda de prensa posterior al Consejo Interterritorial de Salud. En vídeo, Darias dice que las mascarillas siguen siendo obligatorias.

“Fue una decisión precipitada y no acertada”, ha espetado este martes el portavoz del Gobierno andaluz, Elías Bendodo. Andalucía ha seguido recomendando a sus ciudadanos el uso de la mascarilla en todo momento y este martes, Bendodo se ha unido a Urkullu en su petición al Gobierno de restablecer la obligatoriedad del uso del tapabocas en cualquier circunstancia. El presidente vasco envió una carta a Sánchez mostrando su “preocupación” porque ese decreto ha supuesto “en muchos casos” el abandono total de la medida. Andalucía, además, se ha sumado a las comunidades que piden a la justicia poder recuperar el toque de queda en las zonas más afectadas por el virus.

Cataluña, que tiene la incidencia más alta de España (1.240 casos por 100.000) y ha decretado un toque de queda y el cierre del ocio nocturno, también se ha mostrado favorable en las últimas semanas a retomar la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores. También Castilla y León ha vuelto a insistir en la necesidad de recuperarla sin excepciones. Sin embargo, el presidente valenciano, Ximo Puig, descartó reinstaurar la obligación de llevarla en la calle, aunque recomendó utilizarla “a la menor duda” de que pueda haber una aglomeración.

La ministra de Sanidad, Carolina Darias, defendió este martes, tras la reunión del Consejo Interterritorial de Salud, que el Gobierno ha dado “pasos tremendamente prudentes y graduales”. “Las mascarillas siguen siendo obligatorias y solo en supuestos muy concretos dejan de serlo: en el exterior cuando se pueda mantener la distancia de 1,5 metros. Hemos visto imágenes que no nos gustan [en alusión a las aglomeraciones de personas sin mascarilla], pero no es una cuestión de la norma, sino del cumplimiento de la norma”, indicó la ministra.

Los expertos consultados, por su parte, también matizan que la flexibilización del uso de las mascarillas no ha causado esta quinta ola explosiva. Para empezar, porque cuando entró en vigor la norma, “el daño ya estaba hecho”, resuelve Toni Trilla, jefe de Epidemiología y Medicina Preventiva del Hospital Clínic de Barcelona. La transmisión ya se había disparado, aunque los contagios apenas empezaban a aflorar. “Las infecciones vienen de que la gente estaba junta, en mogollón y sin mascarilla. Pero, ¿la norma permitía quitarse la mascarilla en ese contexto? No. Si todo el mundo hiciera bien las cosas, estaríamos mucho mejor”, zanja el epidemiólogo.

Dos personas pasean por una calle llena de terrazas en el barrio barcelonés del PoblesecAlbert Garcia / EL PAÍS

Coincide Óscar Zurriaga, portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología: “El hecho de usar mascarilla en exteriores sin aglomeraciones no es de gran utilidad. Ni ahora ni hace un año. Reintroducirla nos va a dejar como estábamos, pero es verdad que es un elemento icónico y transmite un mensaje”. El epidemiólogo sostiene que, si bien hace unas semanas la flexibilización del uso del cubrebocas lanzó un mensaje de “optimismo y falsa seguridad de que la pandemia ha acabado”, dar marcha atrás y restablecer la obligatoriedad servirá como un toque de atención para no bajar la guardia: “El impacto será pequeño porque mucha gente la sigue usando, pero la ventaja puede estar más sobre las medidas adicionales”, para mejorar el cumplimiento de otras directrices, concluye Zurriaga.

Trilla admite que, en un contexto de auge de contagios, retomar la obligatoriedad de la mascarilla en exteriores independientemente de la distancia social “podría valer como ejemplo”, pero avisa: “Desde el punto de vista científico, no veo la necesidad. Parece que la curva se está frenando, así que los casos bajarán, tanto si se restablece la obligatoriedad siempre como si no. ¿Es una medida necesaria? No. Pero si se pone, pues va a ayudar más que perjudicar”.

Un nuevo giro de timón en el uso del cubrebocas, sin embargo, también podrá impactar de forma negativa en la población. “Volveríamos a estar en un mundo donde la Administración no es respetada por la gente porque está dando bandazos”, considera Rafael M. Ortí Lucas, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene. El epidemiólogo sostiene que el Gobierno se precipitó al flexibilizar el uso de la mascarilla porque se daba “el mensaje de que esto se ha acabado”, pero, ahora mismo, “se podría mantener el uso de la mascarilla tal y como está aprobado si se incidiese más en educación sanitaria”. Si se recupera la obligatoriedad, “el efecto psicológico de la medida” en un momento de la curva epidémica al alza, también podría ayudar a contener la transmisión, asegura. Zurriaga, por su parte, teme que las idas y venidas con las medidas entorpezcan el cumplimiento de las normas: “La ciudadanía está enormemente confundida: les pedimos una cosa y la contraria y, además, les pedimos que hagan una evaluación del riesgo en cada situación. Esto es muy incómodo”.

Desescalada precipitada

Previsiblemente, el Gobierno contará con los votos necesarios en el Congreso para ratificar el decreto, aunque no todos los aliados del Ejecutivo en la Cámara han revelado su intención de voto. “Nos precipitamos un poco y los números no mienten”, ha admitido el diputado de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví. El diputado del PDeCat, Ferran Bel, ha asegurado que apoyará el decreto, pero ha reclamado que se apruebe también una ley de pandemias para dar cobertura jurídica a las comunidades para tomar decisiones.

El PNV no ha mostrado su intención de voto y tampoco ERC. El portavoz republicano, Gabriel Rufián, ha dejado claro que para su formación lo “primordial” es “intentar preservar la salud”, incluso “si hace falta dar pasos atrás”, como ha hecho Cataluña al restablecer restricciones para bajar la curva epidémica, informa Europa Press.

Con información de Cristina Vázquez, Juan Navarro, Mikel Ormazabal y Javier Martín-Arroyo.


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