¿Por qué ver algo repugnante hace que se nos revuelva el estómago? Que la comida mala y nauseabunda haga que el estómago se revuelva no es solo una forma de hablar: realmente sucede tal y como ha revelado un estudio de la universidad de Cambridge que explica que en nuestros cambios se produce un cambio de ritmo cuando vemos imágenes repugnantes.
Ver algo repugnante nos revuelve el estómago
Se dice que la mala comida trastorna el estómago. ¿ Un dicho ? En absoluto: realmente sucede. El estómago , de hecho, normalmente se expande y se contrae gracias a los músculos gástricos que lo rodean y que siguen un ritmo, gracias al cual la comida se digiere y se hace avanzar hacia el intestino.
Sin embargo, cuando vemos algo asqueroso y sentimos náuseas, el ritmo del estómago se atasca y el movimiento gástrico también, al punto que, si tenemos una repulsión profunda por algo, literalmente puede cambiar de dirección: es decir, el estómago puede «darse la vuelta», llegando al punto de hacernos vomitar, según explican los investigadores de Cambridge en el estudio que ha sido publicado en la revista Current Biology.
El objetivo del estudio era analizar los efectos de la domperidona, un fármaco antiemético que funciona bien contra las náuseas y los vómitos precisamente porque consigue estabilizar el ritmo del estómago, impidiendo así que la «ruta» de los alimentos se invierta, incluso permitiéndonos lograr mirar esa repugnante comida sin que nos den arcadas.
Fuera de vista
Apartar la mirada de lo repugnante es en realidad nuestra primera defensa desde que somos pequeños y el sentido del gusto empieza a formarse. Por esta razón, los estudiosos han investigado si bajo el efecto de la domperidona podemos al menos tolerar verla. La respuesta de los investigadores es afirmativa: gracias al fármaco que contribuye al mantenimiento de un ritmo gástrico normal, podemos superar mejor el asco de lo que miramos y que, seamos sinceros, realmente nos repugna.
Cómo fue el estudio
Para su estudio, 25 voluntarios de entre 18 y 35 años fueron asignados al azar a uno de dos grupos: uno que recibió domperidona y el otro que recibió un placebo.
Antes de tomar sus pastillas, a los voluntarios se les mostró una serie de imágenes desagradables de heces junto con imágenes neutras, como una bufanda o botones, mientras los investigadores rastreaban sus movimientos oculares para medir dónde evitaban o no mirar la imagen.
Media hora después de tomar sus pastillas, a los voluntarios se les mostraron nuevamente las imágenes mientras se rastreaban nuevamente sus movimientos oculares.
A continuación, los investigadores ofrecieron un incentivo a los voluntarios: por cada cuatro u ocho segundos que pudieran mirar una imagen desagradable, recibirían 25 peniques y escucharían un sonido.
El dinero fue una forma de animar a la gente a mirar las imágenes repugnantes durante más tiempo, según el autor del estudio, el Dr. Edwin Dalmaijer, de la Universidad de Cambridge.
Por último, los voluntarios volvieron a ver las imágenes para una ronda final, pero esta vez sin incentivo monetario.
También se les pidió a los voluntarios que calificaran cuán repugnantes encontraron las imágenes al comienzo y al final de la prueba.
Los investigadores encontraron que inicialmente, tomar domperidona hizo poca diferencia en el tiempo que los voluntarios pasaban mirando una imagen en particular.
Como era de esperar entre ambos grupos, el tiempo de permanencia aumentó dramáticamente cuando se les pagó para mirar las imágenes.
Pero en la condición final, cuando ya no se incentivaba a los voluntarios, los voluntarios que habían recibido domperidona pasaron mucho más tiempo que el grupo de placebo mirando las imágenes desagradables.
De este modo, el estudio presenta evidencia de que la medicación reduce la evitación de los estímulos repugnantes después de un largo período de exposición, aunque es sí siempre que hayan estado motivados para mirarlos.
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