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La rebaja histórica de impuestos del nuevo Gobierno británico desata la inquietud y hunde el valor de la libra

La rebaja histórica de impuestos del nuevo Gobierno británico desata la inquietud y hunde el valor de la libra

El nuevo Gobierno conservador del Reino Unido ha anunciado este viernes la mayor rebaja generalizada de impuestos de los últimos 50 años, en un intento de rescatar al país de un estancamiento económico que se prolonga desde los años de austeridad, impuesta para intentar salir de la crisis financiera de 2008. Más de 50.000 millones de euros en alivio fiscal, en un momento de recalentamiento máximo de la inflación. La oposición laborista ha arremetido contra el uso de viejas recetas neoliberales que, denuncia, agravarán las desigualdades.

Los mercados han respondido con inquietud ante la perspectiva de un futuro de elevada deuda e inestabilidad fiscal. La libra esterlina ha descendido al nivel más bajo frente al dólar de los últimos 37 años. “El Reino Unido se está comportando como un mercado emergente que hubiera decidido volver a sumergirse”, ha escrito en Twitter Larry Summers, ex secretario del Tesoro de Estados Unidos. “El país será recordado por haber desplegado la peor política macroeconómica de todo el mundo”, ha añadido.

La nueva primera ministra, Liz Truss, y su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, repiten cada vez que la ocasión lo permite el mismo mantra: “No es posible crecer económicamente a base de más impuestos”. Con la fe del converso, dos aliados políticos que llevan años preparando silenciosamente su “revolución”, han presentado finalmente su plan para sacar al Reino Unido de una década de estancamiento. Y consiste básicamente en recuperar el credo neoliberal de la era de Reagan y Thatcher: impuestos bajos y desregularización de los mercados. El “efecto goteo”, la “economía de oferta”, la “curva de Laffer”. En definitiva, la idea de que reducir la presión fiscal sobre las empresas o los ciudadanos más acaudalados estimulará la inversión y logrará, como un maná, que la riqueza alcance a toda la sociedad.

“Necesitamos un nuevo planteamiento para una nueva era. A medio plazo, aspiramos a alcanzar una tasa media de crecimiento del 2,5%”, ha anunciado Kwarteng este viernes en su esperada comparecencia ante la Cámara de los Comunes. “Queremos expandir la parte de la oferta en nuestra economía, a través de incentivos fiscales y de reformas”, prometía el ministro. “Daremos la vuelta a este círculo vicioso de estancamiento para convertirlo en un círculo virtuoso de crecimiento. Este Gobierno se va a concentrar en el crecimiento, aunque eso suponga tomar decisiones difíciles”.

Truss y Kwarteng, junto a otros diputados conservadores herederos del thatcherismo, escribieron conjuntamente hace ahora 10 años un libro titulado Britannia Unchained (Gran Bretaña Desencadenada), en el que defendían una liberalización completa de las leyes laborales y de los mercados para rescatar al Reino Unido de la mediocridad. Su momento parece haber llegado ahora. La gran paradoja reside en que disponen de tiempo limitado —las próximas elecciones generales deben celebrarse, como fecha límite, en enero de 2025—, sus expectativas electorales son mínimas, según las encuestas; y el nuevo Gobierno conservador ha echado a andar en medio de una descomunal crisis energética, a las puertas de una recesión, y en un profundo clima de descontento social.

Ayudas y bajadas de impuestos

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Ante tal panorama, los mismos que prometen liberar las “energías internas” de la nación con menos impuestos y menos normas han anunciado una de las mayores intervenciones directas en la economía de un Gobierno británico. Más de 170.000 millones de euros en ayudas a los hogares, empresas, comercios y administraciones públicas para reducir a la mitad las facturas de gas y de electricidad que deberán pagar este invierno.

Con una inflación galopante (9,9%, según el dato de agosto), el Banco de Inglaterra decidió este jueves subir medio punto más los tipos de interés, hasta el 2,25%. El Gobierno de Truss sostiene que, con sus límites al precio de la energía, y sus planes para avalar préstamos masivos a las empresas energéticas, “el pico máximo de inflación podrá reducirse en unos cinco puntos porcentuales”, según Kwarteng. Otros, como el prestigioso Instituto de Estudios Fiscales (IFS, en sus siglas en inglés), señalan que el endeudamiento que va a provocar el plan de Truss acabará debilitando aún más la economía británica, como ya se comprueba estos días con el nivel de la libra esterlina, el más bajo en mucho tiempo. Minutos después del anuncio de Kwarteng, la moneda británica se situaba en el peor cambio de los últimos 37 años. “Es la mayor bajada de impuestos desde 1972. El famoso ‘acelerón hacia el crecimiento’ de Barber [Anthony Barber, ministro de Economía del Gobierno conservador de Edward Heath] acabó en desastre. Aquel presupuesto se considera hoy el peor de la historia contemporánea. De verdad, confío en que este funcione mejor”, ha escrito Paul Johnson, el director del IFS.

Truss ha decidido echar atrás decisiones adoptadas apenas un año antes por el anterior Gobierno. El incremento en las cuotas de la Seguridad Social, para ayudar a mejorar el decrépito Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés), anulado. La decisión de aumentar en 2023 el Impuesto de Sociedades del 19% al 25%, anulada. El tipo máximo del IRPF, para las rentas más altas, reducido del 45% al 40%, mientras que el tipo básico descenderá del 20% al 19%. Es decir, el mayor beneficio irá destinado a las casi 630.000 personas del Reino Unido que ganan más de 170.000 euros al año. Finalmente, una notable reducción del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales (el llamado Stamp Duty), para favorecer la venta de vivienda, justo cuando las hipotecas han vuelto a dispararse.

“Se han basado en una ideología absolutamente desfasada, que defiende que si recompensamos a aquellos que ya son ricos, toda la sociedad se verá beneficiada. Han decidido saltar de la redistribución territorial de la riqueza [la gran promesa electoral de Boris Johnson en su victoria de 2019] al reparto de las migajas”, ha reprochado al ministro Kwarteng, durante el debate parlamentario, la portavoz laborista de Asuntos Económicos, Rachel Reeves.

El principal partido de la oposición, que desde el liderazgo del moderado Keir Starmer ha basado su mensaje en la necesidad de resucitar la economía del Reino Unido —”crecimiento, crecimiento y crecimiento”, repitió Starmer en su discurso del último congreso del partido— se concentra ahora en denunciar la, según ellos, estrategia equivocada e injusta de un Gobierno conservador que ha decidido colocarse del lado de los ricos. Los laboristas reprochan a Truss, por ejemplo, que haya rechazado por completo la posibilidad de volver a gravar con un impuesto extraordinario los “beneficios caídos del cielo” de las empresas energéticas, como sí hizo el Gobierno de Johnson.

“Para alcanzar ese objetivo de crecimiento [el 2,5%], el mismo que se logró con el último Gobierno laborista, se necesita un plan sostenible y creíble. Y este Gobierno no lo tiene”, ha denunciado Reeves. “La primera ministra y su ministro de Economía son como dos ludópatas desesperados en un casino, persiguiendo un último golpe de suerte”, ha dicho.

El Gobierno de Truss ha decidido además saltarse la regla que impone la publicación, junto a cualquier medida presupuestaria nueva, del informe de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, para poder conocer de antemano las consecuencias previstas en las cuentas del país. Retrasan esa publicación a finales de año, con lo cual incrementan la sensación generalizada de que lo anunciado este viernes en el Parlamento tiene mucho de salto a ciegas. La nueva primera ministra despliega una confianza desafiante en sus medidas, en su gran apuesta para lograr que los conservadores retengan el poder en el Reino Unido, pero no deja de ser la misma confianza tozuda que le llevó a ser liberaldemócrata y antimonárquica de joven, o a combatir el Brexit en el referéndum de 2016 y ser hoy su principal defensora. Cuando repite que no es posible crecer a base de más impuestos, lo que escuchan muchos de sus críticos es que sí es posible estimular la economía a base de ideología.

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